sábado, 7 de abril de 2012

Resulta que era al revés.

Resulta que, tras el cambio de Gobierno en España y de las medidas adoptadas por el nuevo Ejecutivo con unas “reformas” que decía necesarias para combatir la crisis, los mercados vuelven a castigar nuestra economía, elevando la prima de riesgo por encima de los 400 puntos, barrera límite que nos aboca a la intervención.

Resulta que, a más de 100 días del cambio de Gobierno en España y de las imprescindibles medidas correctoras del nuevo Ejecutivo, sus efectos no son los esperados por culpa de la herencia recibida del antiguo gobierno socialista presidido por José Luis Rodríguez Zapatero, aquel que reclamaba más “patriotismo” a una oposición que en nada contribuía a mostrar su apoyo y ser corresponsable con los postulados españoles frente a los mercados.

Resulta que ni la modificación de la Constitución -promovida por aquel- para limitar el déficit, ni la reforma laboral, ni la amnistía fiscal, ni la subida de impuestos, ni el fuerte recorte en los Presupuestos -ejecutados por estos-, sirven para “saciar” a unos mercados que se empeñan en “acosar” a España, poniendo en duda la efectividad de tales iniciativas.

Resulta que, ahora, es el “nerviosismo” de los mercados a causa de las “dudas sobre el crecimiento en Europa” lo que impide que nuestro país supere la actual situación de parálisis en la actividad económica y la hemorragia de un paro que no deja de sangrar.

Resulta que, al parecer, no fue Zapatero el único culpable de la crisis que tanto le achacaron, sino unos mercados que son extremadamente recelosos con España, a pesar de que, con tanto avisar que viene el lobo, el país se haya apresurado a cambiar por un Gobierno abiertamente “reformista” y manifiestamente liberal en su política económica.

Resulta que, a la postre, la dinámica avariciosa de los que se ponen “nerviosos” exigen aún mayores “recortes” a un Gobierno que ya no sabe a quién echarle la culpa de una crisis que se ceba sobre un país que ya desconfía de sus dirigentes y de los mercados por el envilecimiento con que empujan hacia la pobreza a la población, despojándola de cualquier recurso público de asistencia social.

Resulta que, ya sin tapujos, es precisamente el mantenimiento del Estado del Bienestar el causante para los mercados del desastre financiero y la ruina económica que asolan al país, al promover la “vagancia” de los desfavorecidos y obstaculizar la “excelencia” de los activos y pudientes.

Resulta que la rémora de tales vicios se ve continuamente frenada por anacronismos sindicales y egoísmos partidarios de unos agentes sociales que discuten, con huelgas, algaradas y disensos, la bondad de unas medidas que no acaban de llevar la confianza a los mercados ni satisfacer sus demandas de más beneficios.

Resulta que, en definitiva, el Gobierno de España se sorprende porque, habiendo apostado por la defenestración de Zapatero y la reducción drástica de cualquier “gasto”, los mercados continúan castigando a una nación que se aviene sumisa a las condiciones que le imponen.

Porque resulta que, sin regulación, los mercados cuando muerden no sueltan la presa hasta que la devoran.

Resulta que la economía era un instrumento al servicio de la sociedad, y no la sociedad un medio para las ganancias de la economía.

Pero resulta que era al revés.

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