Se ha muerto el “padre” de Mafalda, dejando huérfana y muda a la niña filósofa y sin sus observaciones a todos sus seguidores; Donald Trump ha cogido la Covid-19, después de tanto menospreciar la enfermedad y las medidas de prevención, siendo ingresado en un hospital militar, por supuesto, donde su estado es todo un misterio, y a pocas semanas de las elecciones presidenciales en las que no partía como favorito; Isabel Ayuso, la presidenta de la Comunidad que se ha visto obligada a confinar gran parte de Madrid, sigue creyendo que sus medidas de descontrol son las que logran reducir la pandemia y que las del Gobierno, a quien solicitó ayuda para después rechazarla, son las que promueven los contagios. A punto ha estado de exponer a los habitantes de la Comunidad que dirige a la descabellada “inmunidad de rebaño”, la que hace desaparecer la enfermedad después de contagiar a toda la población y no poder transmitirse más, previo porcentaje de muertos, que no se sabe a quién endosaría.
Al mismo tiempo, Quim Torra ha sido inhabilitado para
presidir la Generalitat de Cataluña: ya son dos “honorables” presidentes
de aquella Comunidad Autónoma los que han tenido que apartarse del cargo de
manera abrupta y no por el resultado de las urnas. El anterior president,
Carles Puigdemont, se halla huido, prófugo de la Justicia, por celebrar un
referéndum ilegal para declarar una independencia que no tiene cabida en el
marco constitucional de España. Y, ahora, Torra, apeado por desobedecer también
las leyes al poner una pancarta en el balcón de la Generalitat durante
una campaña electoral, ignorando la exigible neutralidad de las instituciones en
procesos electorales. Ha sido sustituido, hasta nuevo nombramiento, por su
vicepresidente, Pere Aragonés, militante del Esquerra Republicana, también independentista, pero menos radical.
Todo ello se circunscribe en un momento en que la derecha,
en su conjunto (PP, Ciudadanos y Vox), acusa al Gobierno de no defender la
monarquía ante las opiniones de algunos miembros del Ejecutivo, que cuestionan
el sutil reproche del rey de llamar al presidente del Consejo del Poder
Judicial, para decirle personalmente que le hubiera gustado asistir, al no ser autorizado
a presidir un acto de entrega de diplomas a jueces de Cataluña. A pesar de que
todos los actos del rey deben ser refrendados por el Gobierno, la oposición
percibe esta decisión del Ejecutivo como una concesión a los partidos
independentistas catalanes, cuyos votos podrían permitir la aprobación de los
Presupuestos. Le achacan de apoyarse en votos de independentistas. Sin embargo,
el PP, que gobierna algunas comunidades gracias a los votos del ultraderechista
Vox, no cuestiona los apoyos de un partido que está en contra del Estado de las
Autonomías, de las ayudas a la igualdad de la mujer, que niega la violencia
machista y que proclama la salida de la Unión Europea. Eso sí, defiende ciegamente
a la monarquía, cuanto más absolutista, mejor.
Y en Andalucía, aparte del cambio de logo de la Junta, el
Gobierno regional continúa en plena campaña propagandística para exhibirse como
modelo de gestión que no para de cosechar éxitos y más éxitos y, de paso, ir
dando oportunidad a la iniciativa privada en la provisión de servicios
públicos. Así, firma convenios transfronterizos con Portugal, acuerda medidas
ecológicas, promete ayudas al sector agrícola, pretende incentivar el turismo, contrata
personal de refuerzo donde haga falta, sigue asegurando que bajará los impuestos y que reduce el número de altos cargos de la
Administración para recolocarlos en otro puesto, etc., sin que ninguna de estas
medidas surta efectos. Como Madrid, reclamaba con insistencia la recuperación
de las competencias en materia de salud pública para combatir la pandemia, para
luego achacar al Gobierno central la constante aparición de nuevos focos de
contagio, la falta de previsión para reforzar la sanidad, la vuelta “segura” a los
colegios y cualesquiera asuntos que son de competencia autonómica. Andalucía se
adhiere a la estrategia de confrontación que de manera singular lidera la comunidad de Madrid.
Pero a su favor, cuenta con la suerte de que nuestra región no sufre el embate
más virulento de la pandemia. Algo es algo.
¿Qué va a pasar la semana que viene? Como esto siga así,
puede suceder cualquier cosa, incluso que hallemos vida en Venus. ¿O esto ya se
ha anunciado?
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