El 12 de Octubre es festivo en España. Se celebra el Día de la Hispanidad, efeméride que desde 1913 se denominaba Día de la Raza. Hoy no se sabe qué se conmemora exactamente con ese día cuando España ya no es el viejo imperio que irradiaba su poder y su cultura más allá de ultramar y las antiguas colonias apenas apelan a sus raíces españolas para enorgullecerse de su identidad nacional y lingüística. Los tiempos han cambiado, las sociedades han evolucionado hacia una postmodernidad homogeneizadora y narcótica y las percepciones que se tienen de los aconteceres históricos han sido mediatizados por los valores y criterios del presente. ¿Qué celebramos entonces?
En realidad, un 12 de octubre de 1492 fue el día en que
Cristóbal Colón “descubre” América, aunque él no supiera que orillaba un nuevo
continente, sino las ansiadas indias orientales (las Molucas) a las que se
dirigía en busca de una nueva ruta hacia el oeste que eludiera la vía portuguesa
que bordeaba África. Sería Américo Vespucio el que, años más tarde, se daría
cuenta que Colón había hallado un continente desconocido (Mondus Novus),
que se extendía de norte a sur, en medio del Atlántico. Sin saberlo o no, la
gesta del descubridor otorgaría a España la titularidad de unas tierras
ignotas, que enseguida se lanzó a colonizar y evangelizar, inculcando su
cultura, lengua y religión en aquel vasto territorio. Siglos después, el fruto
de esa “conquista” que “civilizó” pueblos y barrió culturas, dejando una
impronta imborrable en el mestizaje de razas, idiomas, hábitos y formas de ser,
desde Texas y California hasta Argentina, es lo que se conoce como la América
hispana. Y en España se festeja, a partir de 1958, como Día de la Hispanidad, asumiendo
la denominación que propusiera Ramiro de Maeztu en 1931.
A pesar de los usos ideológicos de la fecha por parte de los
distintos sistemas políticos habidos en España (desde el reinado de la regente
María Cristina, la República, la Dictadura, hasta la actual democracia), lo
cierto es que siempre se ha escogido el 12 de octubre como fiesta nacional, más
por motivaciones políticas que históricas, para afianzar un sentimiento de
orgullo nacional sobre unos hechos que debieran ser percibidos en nuestro país
con mayor objetividad histórica (todavía hay debates sobre la hispanofilia y la
imperiofobia del descubrimiento y sus consecuencias) y menos sentimentalismo
patriotero. Es decir, menos desfiles militares y más estudios y charlas sobre
lo que fuimos, hicimos y somos como pueblo o nación y sobre nuestros lazos y
relaciones con Latinoamérica.
Es verdad que una mayoría de países celebra una fiesta
nacional con la que conmemoran algún acontecimiento fundacional de su historia,
fundamentalmente la independencia de una potencia colonial. España, cuya formación
como Estado-nación moderno obedece a otras causas de su devenir histórico (no
dispone de una fecha precisa a partir de la cual se configura como país o
estado), ha escogido el 12 de octubre para arraigar un sentimiento nacional,
relacionándolo con la empresa de la “hispanidad” que llevó a cabo en América a
partir del descubrimiento. Creo que son hechos diferentes que debieran
resaltarse por separado, si ello fuera posible a estas alturas. Una cosa es el
sentimiento nacional en España, sometido incluso aquí a presiones centrífugas identitarias, y la identidad hispánica de muchas naciones del Nuevo Mundo, algunas
de las cuales exigen actualmente reparación y disculpas por los atropellos
cometidos a los pueblos indígenas durante la conquista española. Conquistar y
ser conquistado son sensibilidades distintas cuando no opuestas. Por tal razón,
existe poca pedagogía (histórica) y mucha conflictividad (política) en la fecha
del 12 de Octubre como Día de la Hispanidad, que en la península se vive como
Día de España.
En unos momentos, como los actuales, de permanente revisión del
pasado y una creciente percepción de lo indígena como una Arcadia feliz a la
que volver, con derribo de estatuas y exigencias de reparación de hechos de los
que los contemporáneos no pueden ser responsables, parece aconsejable
aprovechar estas fechas tan significativas para dedicarlas a la reflexión
desapasionada y conjunta de aquel pasado común, en el que confluimos en la
historia, para comprender el presente de todos los pueblos implicados, sus
derechos y aspiraciones como sociedades modernas, la pluralidad cultural que florece
desde una misma lengua, los fenómenos migratorios que revierten la colonización
y el papel y lugar de Hispanoamérica en un mundo sin fronteras y globalizado.
Más que banderas y uniformes que se regocijan en lo que ya
no es ni como recuerdo, mejor sería celebrar la vocación de los pueblos iberoamericanos
por el reconocimiento de sus raíces y su identidad en el contexto de un pasado
histórico compartido, del que se parte para la construcción de sociedades
modernas que basan su dinamismo en la confluencia de intereses, visiones del
mundo y aprovechamiento de las sinergias de lo que los unen antes que en las
discusiones estériles de lo que los separan.
España haría bien en diferenciar una fiesta nacional de la
efeméride del nacimiento de lo que se conoce como hispanidad, ese mundo complejo
de pueblos y naciones condicionadas por una lengua compartida y un mestizaje
que caracteriza sin complejos a Iberoamérica, relegando añoranzas de un pretérito
de idealizado indigenismo virginal, del mismo modo que España no puede aspirar
a la época imperial ni a los tiempos de los reyes godos o los reinos
musulmanes. El pasado es pasado aquí como en América. Quienes promueven estas
diatribas con la Historia son populismos de ambos lados del Atlántico que persiguen
fines políticos particulares y no una exégesis de la historia ni una
antropología de sus pueblos. Aquí y allá.
No hay comentarios:
Publicar un comentario