viernes, 11 de enero de 2019

Frío y memoria

El invierno, fiel a su condición, nos obsequia con una muestra de su helado aliento que deja los campos cubiertos de escarcha y la piel tiritando bajo los abrigos y las mantas. Un aire polar recorre el continente para visitar lo que se esconde a resguardo de los Pirineos y mira de frente a África y sus costas cálidas, de las que, sin embargo, huyen quienes prefieren el frío a la miseria. Ese soplo gélido pero seco congela ríos y estanques, propiciando días de inmaculados cielos azules hacia los que asciende, como un garabato, la vaharada de la respiración. Nada es excepcional ni extraño, salvo los lamentos de los desmemoriados que olvidan que en invierno hace frío y que de la muerte y el hambre siempre se intenta escapar aunque se pague con la vida. Los inmigrantes y refugiados son los que en verdad sufren las consecuencias de este clima inhumano que nos azota, más terrible aún que el aire polar que hiela nuestros corazones.

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