martes, 27 de agosto de 2013

¿Qué se gana con los recortes?


Voy a hablar de lo que conozco y de las consecuencias que observo de unas políticas de recortes que afectan a muchos otros sectores, pero que limitaré a la sanidad, donde trabajo. Tampoco voy a referirme, a pesar de experimentarlo personalmente, del "atraco" cometido contra unos empleados públicos por el mero hecho de obtener una plaza abierta a concurso de méritos y capacidad a todo aquel que lo hubiera deseado. Simplemente voy a destacar a lo que conduce, cuando se prioriza la cuenta de resultados sobre los servicios prestados, esas políticas de austeridad y reducción del gasto en el ámbito trascendente de la salud pública. De lo que repercute en la población en general que confía en una sanidad de calidad, universal y pública.

El Gobierno del Partido Popular ha afrontado la crisis financiera recortando las partidas de gasto, sin apenas modificar las de ingresos, y lo ha justificado fundamentalmente con la desmesura de un gasto, en el caso sanitario, insostenible y despilfarrador. Sólo con esa excusa era factible aplicar unos recortes a todas luces impopulares que se argumentaban debido a la presión de los mercados y por las recomendaciones de la “troika” comunitaria (Banco Central Europeo, Comisión Europea –vía Merkel- y Fondo Monetario Internacional). Y esa justificación ha tenido fortuna en vista del débil rechazo que ha generado en la sociedad española e, incluso, entre los profesionales sanitarios que han soportado una disminución en sus retribuciones de cerca de un 30 por ciento, un aumento de su carga de trabajo por ampliación del horario laboral y una reducción de plantillas, al no sustituir jubilaciones, vacaciones y bajas, que influye en el rendimiento y la calidad general de la atención sanitaria a que estábamos acostumbrados.

Ni siquiera pretendo, a estas alturas, rebatir la mentira de una sanidad insostenible que, en realidad, está profundamente subfinanciada en España, siendo incluso la menos financiada entre los quince países más desarrollados de la Unión Europea, ya que se invierte en ella menos de lo que debido en relación a nuestro Producto Interior Bruto, comparado con el gasto sanitario público promedio de la UE-15, como demuestra el profesor Vicenc Navarro en uno de sus análisis.

Lo que voy a señalar y subrayar son las consecuencias de esta política ciega del recorte de gasto en la sanidad pública, y lo haré relacionando hechos que han trascendido a los medios de comunicación.

Siempre puede haber casos de contaminación en áreas expuestas a infecciones, si no se aplican medidas preventivas para evitarlo. Pero que aparezca una rata muerta y gusanos en una Unidad de Cuidados Intensivos en un hospital sevillano es el colmo de la falta de mantenimiento higiénico en lo que se supone es lo más controlado y riguroso de la atención médica. Sin embargo, se produjeron estos hechos y se tuvo que cerrar la zona hasta que una empresa especializada la desinfectara.    

En otro hospital cordobés se han encendido las alarmas por la muerte de un bebé prematuro a causa de una infección por Klepsiella pneumonía, una bacteria que se transmite por vía aérea y que se ha detectado en nueves niños más, aunque sólo uno de ellos está infectado y en tratamiento. La resistencia a los antibióticos es la razón más frecuente de estos brotes infecciosos, pero también la escasa vigilancia epidemiológica de los riesgos a que están sometidos pacientes intubados con respiración asistida y portadores de sondas y catéteres.

A la deficiente atención sanitaria se une el empeoramiento de las listas de espera. Ya se ha constatado el incremento del número de pacientes que aguardan algún tratamiento quirúrgico, en el que los plazos medios para una intervención han pasado de los 76 días a los 100, incumpliéndose así el tiempo máximo fijado en muchas patologías. Si a ello sumamos los copagos de determinados servicios y prestaciones, como el transporte no urgente en ambulancia, el repago farmacéutico de muchas medicinas de generalizada prescripción que han dejado de estar financiadas por la seguridad social, los cierres camuflados de centros de atención primaria en determinados horarios y épocas y las contrataciones al 75 por ciento de jornada de los pocos sustitutos con los que se pretende amortiguar una precariedad personal ya lacerante, no puede extrañar que surjan noticias tan lamentables como las que leemos en la prensa.

Pero es que, desde la experiencia del que está inmerso en el interior de esos hospitales, lo milagroso es que esta situación no haya estallado en mil pedazos por la inseguridad y la inestabilidad con las que han de desarrollar su actividad los profesionales sanitarios de todas las categorías y el evidente descenso de una calidad sanitaria que hace aflorar los sucesos comentados y genera la desconfianza de los usuarios, quienes valoran el esfuerzo personal con que son atendidos, pero deploran las carencias cada vez más abultadas que hallan en las prestaciones sanitarias.

Es evidente que estamos llegando a una situación límite a la que nos aboca esa política de recortes que carece de sentido. A menos que lo que se persiga con la pobreza de la pública sea la preferencia de una sanidad privada. Si esa es la intención, no cabe duda de que, entonces, estos recortes cumplen sus objetivos. Frente a ello, lo único que podemos hacer entre todos, usuarios y trabajadores, es denunciar el chantaje al que estamos sometidos antes de que nos coman los gusanos o acaben privatizando hasta el último hospital. ¿Es eso lo que se gana con los recortes?

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