sábado, 10 de agosto de 2013

Agosto sevillano

Agosto vacía la ciudad, donde sólo permanecen los que deben trabajar o no disponen de ninguna escapatoria en sus bolsillos. La inmensa mayoría de la población huye buscando el fresco, aunque parece más bien que buscan la aglomeración que se ha desplazado a la costa o a las cabañas rurales. Otros retornan a los pueblos donde nacieron, pero ya no conocen a nadie pues los conocidos, familiares incluidos, también han emigrado a ciudades enormes y congestionadas. No pueden vivir solos, disfrutando de la tranquilidad sin ruidos de ser el único vecino que enciende las luces de su vivienda en el edificio. Aprecian, eso sí, el poder aparcar donde plazca, pero escogen no poder mover el coche en las playas porque no volverían encontrar aparcamiento. Y cuando regresan te saludan bronceados y amables por saber cómo has soportado una ciudad muerta. No se creen que hayas preferido el aislamiento al vocerío de la bulla, el trabajo sin prisas a la rutina endemoniada y los parques solitarios a última hora de la tarde a las playas atiborradas. Pero envidian que te vayas cuando ellos regresan. Así transcurre el agosto sevillano, con placidez para combatir el calor. Y sin que nadie te moleste.

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