Aplastado por el tiempo, dejo de perseguir los sueños que
alimentaban mis fantasías. Sucumbo a una incredulidad que ahoga todas las utopías.
Dejo que la pasión se consuma como una llama sin combustible y que la monotonía
asfixie cualquier aliento de expectativa y futuro. En la soledad de las noches
busco a escondidas el rastro de aquella luna que era capaz de ejercer un
hechizo misterioso en el ánimo de quien pretendía ahuyentar con su brillo los espantos
de las tinieblas, pero la desesperanza acaba venciendo a una mano que no consigue
atraparla. Entonces garabateo mi desazón por no poder ver una luna llena que me
esquiva tan alto, tan lejos, tan pronto. Como tú.
viernes, 30 de agosto de 2013
jueves, 29 de agosto de 2013
Postal de otoño
El otoño ha enviado una postal para avisarnos que
está de vuelta. No ha querido esperar a que finalice agosto para recordarnos
que pronto las hojas cubrirán los senderos y los días amanecerán envueltos en
brumas. Una brisa fresca nos sorprenderá entonces tras las esquinas y alborotará unos
pensamientos adormecidos por el calor. Ya los días comienzan a marchitarse para cubrirse
de una luz gris que apacigua las pupilas y humedece los atardeceres y
amaneceres de rocío. Todavía queda mucho para llegue, pero la esperanza que nos brinda esta postal
es suficiente para que el otoño comience a apoderarse de nuestro ánimo, impaciente por recibirlo.
martes, 27 de agosto de 2013
El declive del socialismo en Andalucía
Desde hace más de 30 años, el Partido Socialista Obrero
Español (PSOE) ha estado dirigiendo los destinos de la Comunidad , sentando a cuatro
presidentes en la mesa del Consejo de Gobierno de la Junta de Andalucía: Rafael
Escudero, José Rodríguez de la
Borbolla , Manuel Chaves y José Antonio Griñán. Ninguno de
ellos ha tenido una salida del cargo de forma “voluntaria” y tranquila.
Escudero dimite por diferencias con su propio partido acerca del tipo de
autonomía que Andalucía podría alcanzar y las transferencias que debía asumir.
De la Borbolla ,
que imprime un fuerte impulso al Gobierno autónomo, también se enfrenta al
aparato de su partido, dominado por los “guerristas”, que finalmente lo
desplazan de la secretaría general del PSOE de Andalucía. Y Chaves, que
sustituye en el cartel electoral al anterior por decisión de Felipe González,
es el político que más tiempo ha estado vistiendo el traje institucional de
Presidente de Andalucía, nada menos que 19 años. Su marcha obedeció a un
“lavado de cara” (restyling) de un PSOE trufado de viejos barones que apenas
atraían a un electorado harto de “momias” históricas. Le sucede Griñan, gestor
gris y sin carisma, que pronto se rebela contra el “padrino” que lo designa para
controlar el poder del partido en la región. Sin embargo, es un feo asunto de
corrupción, conocido como caso de los ERE, el que lo aparta precipitadamente
del cargo, aunque la investigación judicial en curso todavía no lo implica
entre los acusados.
Desde que en 1977 fuera legalizado, el socialismo que
representa el PSOE ha sido la fuerza representativa de Andalucía y el único
partido que la ha gobernado. Durante más de 20 años lo ha hecho con mayoría
absoluta y, en varias legislaturas, en minoría con apoyo parlamentario de otras
formaciones. En la actualidad, contra todo pronóstico, gobierna en coalición
con los comunistas de Izquierda Unida, dejando en la oposición a los
conservadores del Partido Popular, que ya adelantaban un “cambio” en la Junta de Andalucía que los
ciudadanos le negaron al no confiarles la mayoría absoluta.
El socialismo del PSOE ha modernizado las estructuras de la
región, pero no ha conseguido alejarla de los estigmas que la caracterizaban
como región subdesarrollada, carente de una industrialización que combata los
índices de un paro que secularmente alberga. Tampoco ha conseguido culminar ninguna
reforma agraria, a pesar de varios intentos, que pusiera en producción y en
manos de los campesinos los latifundios que aun ocupan gran parte del territorio
rural, cuya propiedad pertenece a apellidos de una nobleza de terratenientes de
rancio abolengo.
Ni siquiera la iglesia católica, en esta tierra de María
Santísima, ha podido ser desplazada al ámbito de las creencias íntimas de las
personas, por lo que ha conservado privilegios a la hora de “educar en la fe” a
los niños en colegios concertados, pero con financiación pública, y su personal
continúa siendo sostenido con cargo a los Presupuestos del Estado.
El escándalo de la corrupción de los ERE, como otros casos
de irregularidades en partidos con responsabilidad de gobierno, adoba esta
desafección ciudadana de la política, insatisfecha con lo conseguido,
desilusionada con las promesas incumplidas y desconfiada con una “casta” de
servidores públicos que acaba siempre defraudando. Aun sin imputar, el
presidente Griñán era objeto de las sospechas de una malversación de fondos
públicos que, si no de forma activa, si de forma pasiva debía haber conocido
por su condición de exconsejero de Hacienda, competente para vigilar la
administración de tales recursos, y por lo que se había convertido en el blanco
permanente de una oposición que no cejaba en el empeño de implicarle. Con 67
años cumplidos y con un carácter voluble, José Antonio Griñán ha preferido quitarse
de en medio, dejando el relevo de la
Junta de Andalucía a una mujer que, con 39 años, no tiene que
dar cuentas de ningún pasado oscuro y sospechoso.
Tras tres décadas protagonizando el sentir mayoritario del
pueblo andaluz, el socialismo vive sus horas más bajas y difíciles, el declive
de un proyecto que consume sus días sin capacidad de insuflar alguna esperanza en
un futuro de solidaridad y justicia. La dimisión de José Antonio Griñán
oficializa ese declive del socialismo andaluz, por mucho que se quiera revertir
de “cambio histórico”.
¿Qué se gana con los recortes?
Voy a hablar de lo que conozco y de las consecuencias que observo de unas políticas de recortes que afectan a muchos otros sectores, pero que limitaré a la sanidad, donde trabajo. Tampoco voy a referirme, a pesar de experimentarlo personalmente, del "atraco" cometido contra unos empleados públicos por el mero hecho de obtener una plaza abierta a concurso de méritos y capacidad a todo aquel que lo hubiera deseado. Simplemente voy a destacar a lo que conduce, cuando se prioriza la cuenta de resultados sobre los servicios prestados, esas políticas de austeridad y reducción del gasto en el ámbito trascendente de la salud pública. De lo que repercute en la población en general que confía en una sanidad de calidad, universal y pública.
El Gobierno del Partido Popular ha afrontado la crisis
financiera recortando las partidas de gasto, sin apenas modificar las de
ingresos, y lo ha justificado fundamentalmente con la desmesura de un gasto, en
el caso sanitario, insostenible y despilfarrador. Sólo con esa excusa era
factible aplicar unos recortes a todas luces impopulares que se argumentaban
debido a la presión de los mercados y por las recomendaciones de la “troika”
comunitaria (Banco Central Europeo, Comisión Europea –vía Merkel- y Fondo
Monetario Internacional). Y esa justificación ha tenido fortuna en vista del débil
rechazo que ha generado en la sociedad española e, incluso, entre los
profesionales sanitarios que han soportado una disminución en sus retribuciones
de cerca de un 30 por ciento, un aumento de su carga de trabajo por ampliación
del horario laboral y una reducción de plantillas, al no sustituir
jubilaciones, vacaciones y bajas, que influye en el rendimiento y la calidad
general de la atención sanitaria a que estábamos acostumbrados.
Ni siquiera pretendo, a estas alturas, rebatir la mentira de
una sanidad insostenible que, en realidad, está profundamente subfinanciada en
España, siendo incluso la menos financiada entre los quince países más
desarrollados de la Unión Europea ,
ya que se invierte en ella menos de lo que debido en relación a nuestro
Producto Interior Bruto, comparado con el gasto sanitario público promedio de la UE-15 , como demuestra el
profesor Vicenc Navarro en uno de sus análisis.
Lo que voy a señalar y subrayar son las consecuencias de esta política
ciega del recorte de gasto en la sanidad pública, y lo haré relacionando hechos
que han trascendido a los medios de comunicación.
Siempre puede haber casos de contaminación en áreas
expuestas a infecciones, si no se aplican medidas preventivas para evitarlo. Pero
que aparezca una rata muerta y gusanos en una Unidad de Cuidados Intensivos en
un hospital sevillano es el colmo de la falta de mantenimiento higiénico en lo
que se supone es lo más controlado y riguroso de la atención médica. Sin
embargo, se produjeron estos hechos y se tuvo que cerrar la zona hasta que una
empresa especializada la desinfectara.
En otro hospital cordobés se han encendido las alarmas por
la muerte de un bebé prematuro a causa de una infección por Klepsiella pneumonía, una bacteria que
se transmite por vía aérea y que se ha detectado en nueves niños más, aunque sólo
uno de ellos está infectado y en tratamiento. La resistencia a los antibióticos es la
razón más frecuente de estos brotes infecciosos, pero también la escasa
vigilancia epidemiológica de los riesgos a que están sometidos pacientes
intubados con respiración asistida y portadores de sondas y catéteres.
A la deficiente atención sanitaria se une el empeoramiento
de las listas de espera. Ya se ha constatado el incremento del número de
pacientes que aguardan algún tratamiento quirúrgico, en el que los plazos medios
para una intervención han pasado de los 76 días a los 100, incumpliéndose así
el tiempo máximo fijado en muchas patologías. Si a ello sumamos los copagos de
determinados servicios y prestaciones, como el transporte no urgente en
ambulancia, el repago farmacéutico de muchas medicinas de generalizada
prescripción que han dejado de estar financiadas por la seguridad social, los
cierres camuflados de centros de atención primaria en determinados horarios y épocas
y las contrataciones al 75 por ciento de jornada de los pocos sustitutos con
los que se pretende amortiguar una precariedad personal ya lacerante, no puede
extrañar que surjan noticias tan lamentables como las que leemos en la prensa.
Pero es que, desde la experiencia del que está inmerso en el
interior de esos hospitales, lo milagroso es que esta situación no haya estallado en
mil pedazos por la inseguridad y la inestabilidad con las que han de desarrollar
su actividad los profesionales sanitarios de todas las categorías y el evidente
descenso de una calidad sanitaria que hace aflorar los sucesos comentados y genera
la desconfianza de los usuarios, quienes valoran el esfuerzo personal con que
son atendidos, pero deploran las carencias cada vez más abultadas que hallan en
las prestaciones sanitarias.
Es evidente que estamos llegando a una situación límite a la
que nos aboca esa política de recortes que carece de sentido. A menos que lo
que se persiga con la pobreza de la pública sea la preferencia de una sanidad
privada. Si esa es la intención, no cabe duda de que, entonces, estos recortes
cumplen sus objetivos. Frente a ello, lo único que podemos hacer entre todos,
usuarios y trabajadores, es denunciar el chantaje al que estamos sometidos antes
de que nos coman los gusanos o acaben privatizando hasta el último hospital. ¿Es
eso lo que se gana con los recortes?
domingo, 25 de agosto de 2013
¡Pobrecito patrón!
Ayer comentábamos las indignantes propuestas del
jefe de la patronal para seguir desnudando de derechos al trabajador de este país.
Están contentos los empresarios porque consiguen casi todo lo que desean y
ajustan la presente situación coyuntural a su completa conveniencia, de tal manera
que jamás antes en la historia de España, en democracia, tuvo la empresa tamaña
capacidad y voracidad para, de manera unilateral, hacer y deshacer, dictar normas
y condiciones y, en definitiva, imponer su único criterio, menospreciando al
del trabajador, en la relación laboral. Han conseguido, gracias a
reformas laborales elaboradas a medida, moldear toda la arquitectura legal que pretendía
equilibrar una relación tan desequilibrada como la del capital y el trabajo,
para afianzar su poder lucrativo a cambio de no reconocer ningún derecho a quien
contribuye con su simple aportación física, su trabajo. Están exultantes porque
jamás antes fue tan fácil la codicia y la avaricia camuflados bajo la
sacrosanta rentabilidad que constituye el objetivo declarado de cualquier empresa, el crecimiento
exponencial de los beneficios en cada balance.
Pero es que, además, consiguen arrebatar al sector público aquellas parcelas susceptibles de ser rentables para el negocio en manos privadas, contando con la ayuda de sus cuates ideológicos en el Gobierno. Las más jugosas empresas públicas ya están cedidas a la titularidad privada, pero quedan áreas todavía en manos públicas que se están preparando para ser traspasadas a la gestión privada, supuestamente más eficaz y capaz. La educación, la sanidad y todo lo que conformaba el andamio del Estado de Bienestar está siendo derruido para que la iniciativa privada sustituya sus servicios y sus prestaciones, a cambio, evidentemente, de un precio infinitamente mayor que aquellos impuestos que hasta ahora los sostenían. Se frotan las manos y debido a la borrachera mercantil se le escapan esos comentarios tan despreciativos y vejatorios hacia el trabajador, al que confían aplastar completamente dentro de poco mientras critican supuestos privilegios en los contratos. Piensan que los pobrecitos somos nosotros y ellos los listos, sin tener en cuenta la catadura moral y la dignidad de las personas. Y tienen razón: con honradez y dignidad es difícil ser como ellos porque no son valores apropiados para el enriquecimiento, la avaricia y la opresión. Su mundo está dominado por el dinero, único dios al que idolatran. Los demás nos dejamos vencer por la compasión, la amistad o el amor. Y así nos va.
Pero es que, además, consiguen arrebatar al sector público aquellas parcelas susceptibles de ser rentables para el negocio en manos privadas, contando con la ayuda de sus cuates ideológicos en el Gobierno. Las más jugosas empresas públicas ya están cedidas a la titularidad privada, pero quedan áreas todavía en manos públicas que se están preparando para ser traspasadas a la gestión privada, supuestamente más eficaz y capaz. La educación, la sanidad y todo lo que conformaba el andamio del Estado de Bienestar está siendo derruido para que la iniciativa privada sustituya sus servicios y sus prestaciones, a cambio, evidentemente, de un precio infinitamente mayor que aquellos impuestos que hasta ahora los sostenían. Se frotan las manos y debido a la borrachera mercantil se le escapan esos comentarios tan despreciativos y vejatorios hacia el trabajador, al que confían aplastar completamente dentro de poco mientras critican supuestos privilegios en los contratos. Piensan que los pobrecitos somos nosotros y ellos los listos, sin tener en cuenta la catadura moral y la dignidad de las personas. Y tienen razón: con honradez y dignidad es difícil ser como ellos porque no son valores apropiados para el enriquecimiento, la avaricia y la opresión. Su mundo está dominado por el dinero, único dios al que idolatran. Los demás nos dejamos vencer por la compasión, la amistad o el amor. Y así nos va.
sábado, 24 de agosto de 2013
Privilegios charlatanes
Es sumamente cansado tener que rebatir cada boutade que se le ocurra parir a cualquier impresentable -del Gobierno o de la patronal- que aspira a despojar al trabajador de todos sus derechos y de tener que remunerar su trabajo con un salario digno. Es cansino porque es repetitivo el número de paridas que constantemente lanzan estos buitres contra la organización legal del trabajo que se había trabado en España, a pesar de no ser ningún paraíso que beneficie especialmente a la fuerza del trabajo ni los gastos salariales sean los más altos del mundo occidental, al que se supone pertenecemos.
Agota responder a tantas estupideces si no constituyeran
ataques intencionados para amilanar a unas clases trabajadoras ya lo
suficientemente atemorizadas como para aceptar cualquier propuesta, por
envilecedora que sea, que les permita mantener un sustento aún mísero. Y es lo
que propugna el presidente de la Confederación de Empresarios, Juan Rosell, al abogar
por retirar “algunos privilegios” de los contratos indefinidos y aumentarlos en
los temporales.
Aquellas esquilmadas garantías que protegían el trabajo
indefinido le parecen al patrón “privilegios” excesivos que impiden contratar
temporales, aún cuando sólo uno de cada diez contratos son, precisamente, indefinidos.
Pero le molesta al patrón de patronos que esa minoría que disfruta de contrato indefinido (no
precisa cómo se accede a él) mantenga el “privilegio” de ser más cara a la hora
de despedir, tenga que justificar ese despido de manera procedente y que reúna
una serie de derechos laborales a vacaciones, permisos y formación que los
temporales no tienen. ¿Por qué no los concede directamente a los temporales, en
vez de suprimirlos a los indefinidos?
Aspira a esquilmar el mercado laboral para sustituirlo por
una oferta de mano de obra barata, gratis de despedir y sumisa al antojo
empresarial por obtener las máximas ganancias con el mínimo gasto. Algo muy lógico
desde el punto de vista económico y liberal, pero inmoral desde el social y el
legal, que establecen el trabajo como un derecho reconocido en la Constitución. Y así
siguen lanzando boutades amenazantes
que hay que contestar, aunque sea por afán de permanecer en alerta para ver
por dónde te la cuelan.
Claro que esta proclama contra los “privilegios” del
trabajador indefinido la dice el que preside una organización cuyo anterior
titular está en la cárcel por defraudar con sus empresas y tiene un vicepresidente
que causa vergüenza ajena cuando se atreve a someterse a una entrevista en la
tele, como la que hizo Ana Pastor a Arturo Fernández, bocazas de los
empresarios madrileños, condenado por modificar las condiciones de sus
trabajadores injustificadamente.
Les parecerá poco a estos charlatanes sinvergüenzas que el
trabajador sea quien con mayor dureza esté soportando el peso de la crisis económica
que nos asuela, les parecerá poco que los trabajadores carguen con la losa del
paro cada vez que una empresa alegue dificultades en mantener beneficios, no
por sufrir pérdidas, para reducir plantillas con ERTES, ERES o despidos
colectivos; les parecerá poco toda la “reforma” laboral que el Gobierno le ha
regalado con plenos poderes al empresariado para hacer y deshacer a su antojo,
como despedir prácticamente gratis y volver a contratar en peores condiciones y
sueldos más reducidos a la mitad de esos despedidos; les parecerá poco que ya no
exista estabilidad laboral, ni protección efectiva ni tutelada judicialmente
del trabajador, ni que se hayan suprimido derechos que combatían abusos; todo
eso les parecerá poco a estos carroñeros del obrero. Y pretenden más.
Hablan de austeridad y de apretarse el cinturón, pero esta élite
millonaria que, entre otras cosas dirige empresas, no consiente que se aumenten
los impuestos que gravan las grandes fortunas, incluso aplaude que se elimine
el impuesto al patrimonio o se reduzca el de sucesiones porque, en definitiva,
goza de grandes privilegios (estos sí que son privilegios) fiscales para amasar
tranquilamente sus astronómicas rentas. Si lo hubieran querido y les preocupara
de verdad la situación del país, con seis millones de personas en paro, no
hubiera hecho falta hacer ningún recorte en gasto social para sortear la crisis
económica, pues con una pequeña subida de estos impuestos a los pudientes se
podría haber logrado mejores resultados y mayores recursos para financiar el
Estado de Bienestar. Pero ellos no quieren.
Estos sectores privilegiados gozan de una enorme influencia
política (a veces son los mismos actores) e imponen lo que les conviene: que el
esfuerzo y los sacrificios los soporten los desfavorecidos, es decir, los
trabajadores. E insisten en su afán por arrasar toda la red legal de auxilio y
protección que contaba la fuerza del trabajo. Aspiran a tener masas indefensas y
muy necesitadas que, cual esclavos, aguarden en la plaza del pueblo la llamada
del amo para trabajar en sus posesiones a cambio de pan para hoy, nada de
contratos y derechos para mañana.
Y esto hay que denunciarlo en cada ocasión porque no se les
puede permitir ninguna ofensa más. No sólo por dignidad, sino por justicia y
porque nuestros hijos se merecen, al menos, un mercado del trabajo que les
ofrezca aquellas garantías que sus padres han gozado, ya ni siquiera que vivan
mejor.
viernes, 23 de agosto de 2013
Epitafio del viernes
Hay veces que somos pesimistas por lo negro que lo vemos todo. Hoy, por ejemplo. Es viernes, fin de semana, casi fin de mes, con el fin del verano a la vuelta de la esquina y faltando menos para que finalice este 2013 tan infame en demasiados aspectos. Todo se dirige hacia un final que los apesadumbrados siempre oteamos en el horizonte, sobre todo cuando creemos recorrer los últimos tramos de un proyecto vital tan particular e insignificante como el propio, el de uno mismo. Y en vez de sopesar toda la fortuna que hayas podido conseguir y disfrutar, te obsesionas con las pequeñeces que te han hecho tropezar, equivocarte o perder oportunidades, para abandonarte en los augurios imaginarios que alimentan cuántas coincidencias quieras fabricar. Como estos finales concatenados de semana, mes, época, año y vida. Futilidades de un pensamiento que se divierte, cuando no tiene otra cosa a que dedicarse, con lo pésimo y fatalista de una existencia consciente de su existir temporal. Pero incluso en estos momentos de flojera puede encontrarse una melodía que, no sólo expresa lo que altera al ánimo, sino que es capaz además de rescatarlo del borde del abismo. Y para un melómano aficionado es fácil hallar tales piezas magistrales que, cómo no, forman parte del registro sonoro de nuestras vidas. Por eso hoy, y para dar compañía al desasosiego que nos vence, nada mejor que las notas de un epitafio, esas que lo instalan en el futuro, donde radica todo epitafio, también el mío, como advierte el Rey Crimson. Claro que con canciones así es un gustazo sentirse pesimista.
miércoles, 21 de agosto de 2013
Gibraltar: excrecencias imperialistas
El Peñón de Gibraltar, ese apéndice continental que apunta hacia África, es un grano en el culo de España y un vestigio de los pulsos que las monarquías europeas entablaron en el siglo XVIII para subyugar hegemonías imperialistas del adversario y afianzar las propias. Salimos perdiendo de aquella lid entre imperios por incapacidades propias y fortalezas ajenas, aliadas a una esterilidad real. El resultado de todas aquellas circunstancias es la excrecencia colonial de Gibraltar, una incongruencia que perdura desde hace tres siglos y que desencadena periódicamente las provocaciones de unos y las reacciones de otros, más por agitar las emociones de la parroquia que por un interés genuino en solventar un problema que, en última instancia, afecta a los 30.000 habitantes aquel peñasco lleno de monos.
Y todo por culpa de Carlos II de Austria, que al morir sin descendencia, el 1 de noviembre de 1700, enciende una Guerra de Sucesión entre las monarquías europeas, empeñadas en situar a un candidato afín en el reino de España, antiguo imperio en decadencia, pero aún suficientemente importante como para ser apetecido. En su testamento, el rey español designa como sucesor al nieto de Luis XIV de Francia, Felipe de Anjou, quien se convierte en el primer rey de la Casa de Borbón en España, con el nombre de Felipe V. Intenta contrarrestar, así, el peligro que acecha a España con la alianza de Francia, Holanda, Gran Bretaña y Austria para repartirse las posesiones hispanas. Aunque a Francia se le exige no unir España a su corona y mantener la integridad territorial española, los ingleses y holandeses desconfían de la fortaleza y hegemonía que adquiría con Felipe V la influencia francesas a ambos lados del los Pirineos. Y toman partido de forma activa por el archiduque Carlos de Habsburgo frente al pretendiente Borbón, declarando su hostilidad a la entente formada por Francia y España y dando lugar a la Guerra de Sucesión española, que se extendió durante 12 años.
Una de las batallas que formaron parte de aquel pulso estratégico fue la que protagonizó una flota conjunta de holandeses e ingleses, que recorrió el Mediterráneo atacando posiciones españolas para sublevar a la población a favor del pretendiente Carlos. El más indefenso de los puertos atacados (Barcelona, Menorca, Cádiz) fue el saliente de Gibraltar, apenas defendido por 470 hombres, entre soldados y voluntarios, que no pudieron repeler la fuerza del desembarco de 10.000 infantes de marina angloholandeses al mando del almirante George Rooke.
El 4 de agosto hubo capitulación y la plaza fue apropiada por los ingleses en contra de lo establecido en el Convenio de Carbona, que prohibía anexionarse territorio alguno, sino apoyar al pretendiente Carlos. Tras múltiples avatares militares, intentos de reconquista incluidos, España firma el Tratado de Utrech al amparo de los acuerdos que alcanzan las potencias europeas para preservar el equilibrio de poder en el continente, conocido como la Convención de Fontainebleau. Es decir, se reconocía a Felipe V como rey de España, pero repartían el pastel español de Flandes, Milán y demás posesiones en Europa, junto al monopolio del codiciado comercio con las Indias de América. España pierde el prestigio de potencia internacional que hasta entonces ostentaba.
Desde aquel momento, Gran Bretaña ha ido progresivamente usurpando trocitos de tierra y mar al limitado botín de guerra que había conquistado, a pesar de las resoluciones de la ONU , las envalentonadas presiones del dictador Franco de cerrar la verja de la frontera y de lo que ahora la Unión Europea estime oportuno al mediar en un conflicto anacrónico que enfrenta a dos países miembros y aliados en Europa por la última colonia imperialista del continente.
Y de un problema sucesorio, aquello ha devenido en una historia de bandoleros, contrabandistas, traficantes de diverso pelaje y de “llanitos” que sacan réditos a unos y a otros, dejándose pretender por ambas partes mientras gastan y se divierten aquí, pero tributan y se declaran nacionales de allí. De la política de mano dura hemos pasado a la de mano blanda que le vende arena para que aquilaten el mar, les facilita más líneas de teléfono que habitantes censan la roca, hace la vista gorda con las gasolineras flotantes que contaminan las aguas tanto como las refinerías de Palmones, no impide que tiren cubos de granito con pinchos que espantan la pesca, a ellos que no pescan, y hasta autoriza que la Royal Navy exhiba su poderío frente a nuestras narices.
Sin saber por qué, tras tres siglos de tolerar esa excrecencia colonial de los antiguos imperialismos monárquicos, aquello no hay forma de arreglarlo con diálogo, diplomacia y relaciones internacionales, como cualquier conflicto que enfrenta a naciones del mundo. Aquello es una pelea de familia, que cronifica odios e inquinas irreconciliables. Y menos aun se puede resolver desde una España mansa con los poderosos que introducen sus fragatas de guerra en la misma Bahía de Algeciras o la Base de Rota, pero sumamente severa con los débiles que cruzan en patera el estrecho para no morirse de hambre.
Cuando más graves son los problemas que tenemos los españoles para sobrevivir a una crisis que nos aplasta, parece que cruzar con tabaco desde Gibraltar prioriza la atención de nuestras autoridades gubernamentales hasta el extremo de provocar atascos kilométricos con registros minuciosos en La Línea de la Concepción , no en los Pirineos o Barajas, desde donde se evaden ingentes fortunas a Suiza.
Gibraltar, para los ciudadanos de a pie, será lo que quieran sus graciosas majestades gibraltareñas mientras vivan mejor que en España, así de claro. Todo lo demás, un espectáculo para desviar la atención de los parroquianos, aquí y allí. Of course.
lunes, 19 de agosto de 2013
Only you
Hay melodías que se incorporan a la sustancia con la que se
forjan las emociones. Al recordar unas afloran las otras, inseparablemente
unidas, como las cerezas, en ramilletes. Pasan a formar parte, así, de esa
memoria indeleble que permanece latente en lo más íntimo del ser para hacernos
revivir un pasado que nos impregna cuando nos dejamos vencer por la nostalgia y
que determina de alguna manera el devenir de nuestra existencia. Poseemos
recuerdos que nos poseen con la fuerza evocadora de lo sublime y mágico. Ningún
acto de nuestras conductas está exento de alguna emoción que hunda sus raíces
en lo que fuimos, sentimos o padecimos. Como esta canción de Yazoo, música
electrónica de una época en la que fuimos jóvenes y queríamos doblegar al mundo. Al rememorarla surge, invariablemente, la misma emoción que despertó escucharla
por primera vez, trayendo consigo, en ramillete, el deseo de un joven que
miraba la vida a través de la ventana del amor. Parece que fuera otra persona y,
sin embargo, Only you despierta el recuerdo adormecido de lo que sólo
tú sentiste.
domingo, 18 de agosto de 2013
Ecuador del verano
Sé que es prematuro y que el calor tardará mucho aun por irse, pero
superar la festividad del 15 de agosto, que este fin de semana dejamos atrás,
es cruzar el ecuador del verano. Nos desesperamos los que deseamos vestirnos
con algo más de ropa y no estar el santo día refugiados en locales climatizados
para evitar estar empapados en sudor. Tantas horas de sol inclemente agotan al más
furibundo amante de los bronceados y las playas. A partir de esta segunda
quincena se empieza a percibir el acortamiento de los días y una tenue
esperanza otoñal invade el ánimo, aunque el bochorno septembrino la siegue. La espera puede
ser eterna, pero las nubes volverán a surgir en el horizonte y el
fresco de las mañanas tonificará nuestros rostros. La mitad del verano ya está
vencido, sólo queda la cuenta atrás para que el clima se adapte a nuestros
anhelos. Ya casi lo siento, y lo deseo. Soy un sentimental.
sábado, 17 de agosto de 2013
Una luz poco clara: el timo de la electricidad

El las últimas semanas se han adoptado importantes decisiones que afectan al sector de la energía eléctrica, tanto convencional como renovables, que inciden invariablemente en el bolsillo del consumidor. Y todas ellas apuntan a una sola dirección: satisfacer las pretensiones de un nunca reconocido lobby eléctrico nacional, formado por las grandes compañías generadoras de electricidad.
Así, por un lado, mientras el Gobierno decide dejar de
primar la producción de electricidad generada a través de tecnologías
renovables -como la fotovoltaica y la termosolar-, aplicando "peajes" (tasas) por
el autoconsumo y uso de la red de distribución, además de suprimir las ayudas que
incentivaban la instalación y explotación de este tipo de energía limpia, por
otro lado pretende liquidar el "déficit de tarifa" (la diferencia entre el coste
de producción y el precio que abonan los consumidores), cuyo importe lastra
desde hace años a las eléctricas y causa una deuda millonaria al Estado, que es
quien abona, con cargo a los Presupuestos, esa diferencia.
Parece incongruente que, en una situación de crisis como la
que atravesamos, el Gobierno esté volcado en recaudar y recortar donde pueda y
como pueda, también en el sector eléctrico, para lo cual ha ultimado otra
“reforma” -esta vez energética- con la cual espera conseguir unos 4.000
millones de euros adicionales, que se destinarían a paliar parte de esa deuda tarifaria.
Se trata del Real Decreto-Ley que el ministro de Industria, Energía y Turismo,
José Manuel Soria, ha elaborado para modificar la retribución de las renovables
y dejar de regular la distribución y el transporte de energía eléctrica. Cuando se publique la nueva
ley en el Boletín Oficial del Estado, se habrá conseguido una mayor
liberalización del sector que favorece a las grandes productoras en detrimento
de las renovables y, en última instancia, perjudica al consumidor, a quien trasladan vía
tarifas esta poco diáfana “reforma” energética.
Son, en cualquier caso, cambios importantes en el sistema energético nacional, si
se considera que la energía es fundamental para el desarrollo económico, social
y cultural del país, de cualquier país. Procurar garantizar las fuentes de
producción constituye una prioridad estratégica, pues la generación o
suministro de energía –vital para el latido de las naciones- está condicionado
por los recursos, yacimientos o centros de transformación existentes en el
territorio.
En España, la producción de energía eléctrica está en manos
de muy pocos grupos (véase mapa), que actúan en régimen casi de monopolio. Son
empresas que se reparten el territorio y las dos más importantes cuentan con
cuantiosas inversiones de capital extranjero en su accionariado. Todas, sin
embargo, muestran un gran interés por conservar la posición de privilegio que disfrutan
y aspiran a una "liberalización" (que, en teoría, favorece la libre competencia)
pues, al no depender de un Estado que fije las tarifas y tener repartido el
mercado, aumentarían enormemente sus beneficios, gracias al incremento automático
del recibo de la luz. La supuesta liberalización exigía la separación de las
actividades de generación, transporte y distribución, pero éstas están
integradas en sociedades que son filiales de la matriz productora. Es decir, se
sigue manteniendo un monopolio de facto que no se erradica con estos planes
liberalizadores. Antes al contrario, refuerzan su existencia en virtud de leyes
y normas dictadas a su favor, como ésta que comentamos.
Porque estas empresas, en realidad, nunca han tenido
pérdidas a la hora de generar electricidad, como ellas aducen y el Estado
reconoce. El llamado “déficit de tarifa” es una deuda artificial (regulatoria,
no económica) que nada tiene que ver con el coste real de producir energía, ya
que este es inferior al que la regulación estima como tal. Tanto es así que,
hasta el pasado junio (antes incluso de que se aplique la reforma), los
beneficios de las compañías Iberdrola, Endesa, Gas Natural Fenosa y EDP sumaron
4.225 millones de euros. Y ello en un contexto de crisis económica que
arrincona a los consumidores contra la pared de la pobreza. Resulta incongruente,
por tanto, que sean los ciudadanos, los más afectados por la crisis, los que
paguen unas supuestas deudas y desequilibrios del mercado energético, del que
nada tienen que ver, como ya hicieron con la crisis de los bancos. Se repite la
jugada y se vuelve a meter mano en el bolsillo de la ciudadanía para enjugar
trapicheos de sectores muy poderosos y que cuentan con la connivencia del
Gobierno de turno.
España es ya uno de los países europeos donde más caro es el
recibo de la luz. Desde el inicio de la crisis (¿será casual esta relación temporal?),
la luz ha acumulado una subida del 70 por ciento. Y en este mes de agosto se
encarecerá otro 3,2 % para amortizar esa supuesta deuda tarifaria con las
empresas. Unas empresas que, durante 2012, doblaron prácticamente sus
beneficios en comparación con sus equivalentes europeas: un 6,8 % de media
frente al 2,6 de las europeas.
Pero, siendo grave este afán recaudatorio del Gobierno, que
favorece a poderosos intereses empresariales del sector de la energía convencional
en detrimento de los ciudadanos, no es lo peor. Lo peor es que se obstaculiza,
e incluso se penaliza, la inversión y el uso de energías alternativas que
podrían, no sólo ser sostenibles desde el punto de vista medioambiental, sino
también de situar a nuestro país exento de una dependencia energética a
fuentes o recursos ajenos, e incluso posicionarlo como líder al frente de un modelo
innovador de enorme capacidad en el inmediato futuro.
Sólo así se entiende que, a finales de enero, el ministro
Soria suprimiera por decreto-ley las primas a las nuevas instalaciones de
energías renovables, aquellas a las que las empresas tradicionales acusan de
competencia desleal. ¿Miedo a perder el monopolio? La tecnología más
perjudicada, y de la que España es líder mundial, es la termosolar, por su excelente
ubicación geográfica para la exposición de la radiación del sol y por el fuerte
impulso que la ingeniería nacional (Abengoa) está dedicando a esta tecnología,
capaz de exportarla a terceros países donde valoran su “limpieza” e importancia.
Según datos de la CNE ,
las centrales solares acumulan el 41 % de las primas al régimen especial y
aportan el 10 % de la energía vendida. En su conjunto, las renovables representan la primera alternativa a la energía convencional, delante de la nuclear. ¿No sería más lógico potenciarla? Otras
fuentes perjudicadas son la fotovoltaica, a la que se le impondrá un “peaje” de
acceso a la red, y la eólica, que tendrá que hacerse cargo de pagar por el
respaldo que recibe de los ciclos combinados cuando desciende su capacidad de
producción. Es verdad que hay que integrar a todas en el sistema energético nacional, pero sin favorecer unas sobre otras por intereses ajenos a su eficacia y rentabilidad. Y sin hacer cargar el peso de cualquier reforma sobre el contribuyente.
Toda la reforma actual se fundamenta en un afán meramente recaudatorio, que
posibilita continuos incrementos para los consumidores, y en liquidar el déficit
de tarifa mediante ingresos adicionales procedentes de la supresión de
subvenciones y ayudas a las energías renovables, únicas con posibilidades de
futuro. Para su elaboración, el Gobierno sólo ha dialogado con las grandes compañías
eléctricas, sin recabar la opinión de los consumidores, que serán una vez más los
verdaderamente perjudicados. Se consumará así, si se aplica esta ley, otro timo en un
sector que debería ser claro como la luz. ¿Cuántos van?
lunes, 12 de agosto de 2013
La marca España no tiene bandera
Iberia era esa
bandera, la compañía aérea española que llevaba los colores patrios por todo el
mundo y unía, como un cordón umbilical, a las naciones sudamericanas con España.
Durante décadas mantuvo el monopolio de unas rutas que partían desde la madre
patria (Madrid o Barcelona) hacia aquellas antiguas colonias que conservan el
legado del idioma y las costumbres españolas. No en balde fue la primera
compañía en volar desde Europa a América del Sur, desde que en 1946 inaugurara
el trayecto entre Madrid y Buenos Aires. Mucho ha volado desde entonces. Y
muchas vicisitudes han soportado sus alas.
Es difícil que una empresa privada pueda abanderar a un país, máxime si sus propietarios no son nacionales. Independientemente del destino mercantil de Iberia, cuya historia está ligada a la memoria sentimental de los españoles, parece claro que la compañía aérea hace tiempo que dejó de ser española y, por tanto, perdió su capacidad para servir de enseña de la marca España. Desgraciadamente
No se puede negar que fue la aerolínea hispana más
importante del plantea, consiguiendo un puesto destacado entre las grandes del
mundo. Su crecimiento estuvo ligado al auge del turismo y a la consolidación
económica del país. De ser una empresa de titularidad estatal, controlada por
el antiguo Instituto Nacional de Industria, pasó a cotizar en bolsa en 2001,
culminando así un proceso de privatización que no fue efectivo hasta que el
Gobierno derogó, en 2005, tras ultimátum de la Comisión Europea ,
el sistema de control y blindaje que se reservaba sobre algunas empresas
privatizadas, conocido como “acción de oro”. Había comenzado a desteñirse la
bandera española.
Mucho antes, Iberia
había decidido sumarse a la alianza Oneworld, junto con British Airways y
American Airlines, para compartir sinergias empresariales y estrategias
comerciales, y constituir uno de los grupos más potentes del mercado
aeronáutico mundial, donde la competencia es feroz.
Pero como todo en la vida, aún más en los negocios, su
futuro viene determinado por las circunstancias y el desafío permanente de
poder adaptarse a ellas. Y aunque Iberia
es una empresa poderosa, que realiza más de 1000 vuelos diarios, no ha podido
evitar ser engullida por el “pez gordo” de British Airways, quien impulsa una
fusión entre ambas para constituir una nueva sociedad, IAG, que desde 2010
explota de manera conjunta las rutas aéreas de las participadas. Desde
entonces, Iberia ha ido perdiendo
destinos, rutas y pasajeros, además de sufrir un “ajuste” de su estructura que
no ha dejado de ser traumático.
Es evidente que la marca España ya no dispone de la bandera
de Iberia. Como en las fusiones bancarias,
al final prevalece el más grande y poderoso, como el Santander, que ha ido
eliminando cuántos bancos ha absorbido en sus múltiples fusiones: el Central, el Hispano y, próximamente, el Banesto,
etc. Controlada por los británicos, IAG parece favorecer a la compañía inglesa
en detrimento de la española, que lentamente reduce su cuota de mercado en favor
de aquella. Y lo que era una compañía que blandía los colores patrios por los
cielos del mundo, ha devenido en una empresa privada que está siendo deglutida
por otra que busca así aumentar su tamaño y su capacidad para continuar en el
negocio del transporte aéreo de pasajeros y mercancías.
Es difícil que una empresa privada pueda abanderar a un país, máxime si sus propietarios no son nacionales. Independientemente del destino mercantil de Iberia, cuya historia está ligada a la memoria sentimental de los españoles, parece claro que la compañía aérea hace tiempo que dejó de ser española y, por tanto, perdió su capacidad para servir de enseña de la marca España. Desgraciadamente
sábado, 10 de agosto de 2013
Agosto sevillano
Agosto vacía la ciudad, donde sólo permanecen los que deben trabajar o
no disponen de ninguna escapatoria en sus bolsillos. La inmensa mayoría de la
población huye buscando el fresco, aunque parece más bien que buscan la
aglomeración que se ha desplazado a la costa o a las cabañas rurales. Otros
retornan a los pueblos donde nacieron, pero ya no conocen a nadie pues los
conocidos, familiares incluidos, también han emigrado a ciudades enormes y
congestionadas. No pueden vivir solos, disfrutando de la tranquilidad sin
ruidos de ser el único vecino que enciende las luces de su vivienda en el
edificio. Aprecian, eso sí, el poder aparcar donde plazca, pero escogen no
poder mover el coche en las playas porque no volverían encontrar aparcamiento. Y
cuando regresan te saludan bronceados y amables por saber cómo has soportado
una ciudad muerta. No se creen que hayas preferido el aislamiento al vocerío de
la bulla, el trabajo sin prisas a la rutina endemoniada y los parques solitarios
a última hora de la tarde a las playas atiborradas. Pero envidian que te vayas
cuando ellos regresan. Así transcurre el agosto sevillano, con placidez para
combatir el calor. Y sin que nadie te moleste.
viernes, 9 de agosto de 2013
Pobres y chivatos
Así nos quieren: empobrecidos y delatores. No se conforman con cargarnos el muerto de una crisis de la que no tenemos culpa, sino que pretenden que salgamos de ella con una mano delante y otra detrás y espiando lo que hace el infeliz del vecino para no sucumbir a la miseria a la que nos condenan los listos y desalmados de este mundo. Porque hay que ser muy cínico y carecer de alma para que, encima de rapiñar una riqueza inimaginable burlando al personal, unos especuladores y los gobiernos que los amparan culpen del estropicio al resto de los mortales, cuanto más ignorantes del “negocio” mejor, obligándolos a restituir con sus ahorros, sus trabajos y sus derechos todo el daño material y de “fiabilidad” cometido con tamaña estafa. Y se quedan tan panchos. Porque, para colmo, nos lo creemos y pensamos que, efectivamente, es lo mejor que podemos hacer.
Estos brujos del neoliberalismo son contumaces en su
avaricia de un mundo regido sólo por la lógica del capital. Siguen exigiendo el
empobrecimiento de los trabajadores como única alternativa para combatir,
presuntamente, el paro y la parálisis de la actividad económica en la que nos
ha sumido una crisis financiera provocada por los mismos pirómanos que ahora
nos aconsejan la forma de apagar el fuego. E insisten en “soluciones” basadas
en una austeridad suicida que provoca la depauperación de la población. Tras
años de “reformas” y “ajustes” que conducen a la población a una situación de
auténtica emergencia social, el FMI y Bruselas vuelven a pedir que los salarios
se reduzcan otro 10 por ciento para que las empresas, que ya cuentan con toda
clase de ventajas para maniobrar a su antojo, puedan crear empleo. En resumen,
nuevas promesas para endurecer el sacrificio de los damnificados por las dentelladas
del capitalismo más salvaje y desregulado.
No se sacian ni se detienen ante nada. Países enteros
atrapados por una deuda que esos desalmados provocan al encarecer las condiciones y los
intereses de los créditos soberanos; el retroceso de un sector público
vilipendiado y tachado de despilfarrador; una fuerza del trabajo desprotegida y
empujada prácticamente hacia la opresión y la semiesclavitud; prestaciones,
servicios sociales y derechos ciudadanos reducidos o negados y, como
consecuencia de todo ello, un declive del consumo y una atonía social que
instala el pesimismo, el miedo y la vulnerabilidad en la sociedad y ahoga
cualquier esperanza o ilusión de progreso en el futuro. Esta es la “cosecha”
neoliberal que estamos recogiendo. Y es intencionada. Vamos para atrás en una
evolución en sentido inverso al esperado y deseado, hasta convencernos de que nuestros hijos no podrán vivir
mejor que nosotros, sino que les aguarda una existencia menos estable y más
difícil. Nos secuestran el porvenir para que nos rindamos y aceptemos sus
propuestas empobrecedoras.
Todo lo que estamos padeciendo, desde la crisis hasta la derrumbe
del Estado de Bienestar, es consecuencia
de haber confiado ingenuamente, como si fuera una verdad revelada, en un
sistema dominado por la lógica del capital, en el que la rentabilidad es la
única medida. Hemos sustituido al hombre por el dinero y a la sociedad humana
por la del consumo, donde el mercado se convierte en suma autoridad y un valor indiscutido,
superior incluso a la política. En ese nuevo sistema, en esa nueva sociedad, lo
que dicte el mercado es palabra de dios, un dios que idolatramos porque
transforma en dinero cada transacción y dota de valor añadido cualquier
necesidad susceptible de ser rentable. Así, nos hemos entregado a regímenes de
libre mercado que establecen sus propias normas y dictan sus reglas,
independientemente de cualquier prioridad o necesidad humana. Lo importante era
el negocio, no el hombre, y lo asumimos ciegamente.
Por eso ahora pagamos las consecuencias. La sanidad, la
educación, las pensiones, las becas, las ayudas a la dependencia o a la
protección de la mujer maltratada, las inversiones en arte, ciencia o cultura,
el acceso a la justicia y cualquier servicio o prestación públicos han de ser,
sobre todo, “sostenibles”. No importa que se sufraguen gracias a los impuestos
que entre todos pagamos ni que el objetivo con el que se constituyeron fuera
erigir sociedades equitativas y justas, que combatan las desigualdades de los
ciudadanos y velen por brindar oportunidades a todos, independientemente de sus
condicionamientos de origen. Nada de ello importa, ahora lo prevalente es que
sean rentables, sean atractivos para la iniciativa privada. En definitiva, sean
susceptibles de negocio y capaces de rendir beneficios.
Pero no están satisfechos y quieren más. Tras el
empobrecimiento que nos han causado, tras la caquexia inducida al estado
provisor de servicios y prestaciones públicos, tras la derogación de derechos individuales
y sociales, tras arramplar con normas y garantías laborales que protegían a los
más débiles -los trabajadores- frente al poder del capital y de los
empresarios, y tras la destrucción de todas las redes que nos protegían de los
abusos de los poderosos, ahora vuelven a prescribir otra vuelta de tuerca para
ver si consiguen que nos parezcamos a esas masas pakistaníes o chinas que
trabajan sin convenios colectivos, por un sueldo de mierda y sin derechos ni
para ir al retrete, quedarse embarazadas o enfermar. Ese parece ser el modelo
de “competitividad” al que nos empujan, donde la carga de la fuerza del trabajo
sea tan escuálida que cualquier inversión sólo pueda generar astronómicos
beneficios de inmediato.
No tienen en cuenta que en España la masa salarial es de las
más bajas de Europa y que el salario medio ni siquiera llega a los mil euros.
Ya ni siquiera se aspira a ser “mileurista” en este país, sino que nos
conformamos con menos. A la bandada de buitres que “carroñean” al trabajador se
suma entusiasmada la
Confederación de Empresarios para, aprovechando el frenesí
predador, exigir poder cambiar los contratos de jornada completa a tiempo
parcial cuando así le convenga al empresario. También propugna que no haya
límite de edad para ofrecer contratos de formación y aprendizaje. Pretende
tener plantillas de “quita y pon” y gente de cincuenta años con contratos en
prácticas para abaratar hasta lo indecente el precio del trabajador. Ya estamos
tan atemorizados que nos no asustan estas afrentas ni la posibilidad de que se
lleven a afecto.
Pero lo más vergonzoso ha sido la última ocurrencia de la
ministra de Trabajo, Fátima Báñez, de crear un buzón en Internet donde
denunciar anónimamente a quienes fraudulentamente se buscan la vida. Al
parecer, ni toda la maraña de leyes y normas, ni el cuerpo de inspectores del
trabajo, ni la policía, ni los detectives de las compañías de seguros, ni
siquiera Hacienda y toda la maquinaria del Estado son suficientes para
controlar y vigilar al trabajador que completa un sueldo indigno e insuficiente.
Ella, que sabe que los desfalcos y la corrupción anidan en los humildes
trabajadores, está dispuesta a descubrirlos y castigarlos. Podía convocar a la Confederación de Patronos
para recomendarle que exija a sus asociados que estén al día en las cuotas a la Seguridad Social
de las empresas, que no encubran las horas extras y aumenten las plantillas, que
limiten las retribuciones de sus altos directivos y las indemnizaciones
blindadas cuando cesan en el puesto, que declaren con trasparencia sus
beneficios reales y no realicen “ingenierías financieras” para eludir al fisco,
que asuman la responsabilidad social de sus empresas y que se abstengan de
mantener una contabilidad B y de tener trabajadores sin contratos. Seguro que
la bolsa de fraude que encontrará en las empresas es comparativamente mayor que
la que pudiera existir con el trabajador. Y, eso, sin implicar a los sectores
financieros y políticos, donde podríamos recuperar recursos para obtener
superávits y reírnos de la crisis y de las agencias de calificación, incluso
para mandar a la prima de riesgo y a Bruselas allí dónde las quieran.
Lo triste es que, si después de todo el peso que está
soportando el trabajador para afrontar una crisis de la que no tiene
responsabilidad, con seis millones de ellos en paro y un empobrecimiento
generalizado de la población, a las lumbreras neoliberales sólo se les ocurre,
además de la pobreza, la delación, es que realmente estamos atravesando una
crisis descomunal: la de dirigentes dignos que no insulten la inteligencia de
los pobres, sí, pero no chivatos. ¡Qué vergüenza!
martes, 6 de agosto de 2013
Aprietos en la Conferencia Episcopal
Para un agnóstico, como yo, la religión es como la petanca: querencias de la gente. Respeto por igual a unos y otros, tanto si les da por asistir a misas como a jugar con pelotas metálicas en el albero. Mientras se dediquen a lo suyo y me dejen dedicarme a lo mío, la convivencia entre creyentes, petanqueros y demás colectivos sociales está asegurada y será pacífica y tolerante. Lo malo es cuando algún grupo intenta que abraces sus preferencias, incluso mediante la connivencia de los poderes públicos. Entonces me soliviantan y de la indiferencia paso a la reacción defensiva, defensiva de mi libertad, con el rechazo y un activo enfrentamiento contra cualquier expresión de fanatismo, ya sea religioso, deportivo, cultural o social. No tolero a los dogmáticos que se creen en posesión de la verdad, menos aun si la consideran absoluta y, por tanto, excluyente. Es una actitud incómoda que te obliga a estar en permanente alerta pues abundan los fanáticos y su peligro de propender a ahormar la vida de los demás conforme sus particulares criterios, considerando al disiente como alguien sumido en un error del que hay que librar. Parecen mansos, pero son sumamente sectarios y despóticos: su visión del mundo es la única posible y legal. Restringen tu libertad.
Acostumbrados a hábitos, tradiciones y fidelidades
gregarias, el cuestionamiento de supuestas evidencias obliga a una constante
pedagogía. Así, debes comparar que pretender que todos los españoles han de
jugar a la petanca por imperativo histórico, por ejemplo, y que la población en
su conjunto, practique o no ese deporte, financie la organización que regula
dicho juego y al personal de su estructura, es tan peregrino e injusto como aceptar
que el Estado, incluso declarándose aconfesional, esté obligado a legislar usos
y costumbres de acuerdo a una determinada moral y deba asignar parte de su
Presupuesto a sufragar las necesidades de la confesión religiosa que lo exige.
Cuesta creerlo, pero es lo que sucede en España, donde un Estado
constitucionalmente aconfesional elabora leyes tuteladas por la Conferencia Episcopal
española, como la última reforma del aborto: un auténtico retroceso en el
reconocimiento del derecho de la mujer a decidir sobre su maternidad, según
parámetros científicos, que son discutidos por sectores minoritarios
ultraconservadores, amparados y amplificados por la Iglesia católica.
Esta postura de absoluta intransigencia monolítica de la
jerarquía católica de España queda en entredicho con la actitud amable, serena,
sencilla y humilde del nuevo Pontífice de Roma, el jesuita Jorge Mario
Bergoglio. Y aunque no se desvía ni un milímetro de la doctrina y los dogmas de
la iglesia que representa, pone el acento en los graves problemas que preocupan
seriamente a las personas, sean feligreses o no, como esa “globalización de la
indiferencia” que orilla en la pobreza a la mayor parte de la población del
mundo para que la brecha con la minoría rica se ensanche. Aplicar el sentido
común y focalizar en los pobres la atención eclesial ha hecho enmudecer a los
primados de España, encabezados por monseñor Rouco Varela, arzobispo de Madrid
y presidente de la
Conferencia Episcopal. Y atrae la curiosidad de los que
observan estos comportamientos sin sentirse concernidos por ninguna disciplina ni
voto que le obligue a ello, sino para defender la libertad y la pluralidad de
la sociedad.
El papa Francisco, como ha elegido llamarse este arzobispo
de Buenos Aires al sentarse en la silla de San Pedro, sorprende al manifestar
su acuerdo con la “laicidad del Estado”, hecho que demonizan los prelados
españoles, quienes denuncian en cada pastoral el “pecado” del laicismo por el
que se despeña la sociedad, si la política en la que influye la curia no lo impide. Por eso,
aunque sólo un 20 % de la población comulgue con los preceptos de la Iglesia , el Estado
“aconfesional” español corre con los salarios de los sacerdotes y la jerarquía católica,
retribuye a los profesores de catolicismo (que no de religión) en la educación
pública obligatoria, reintroduce la asignatura de religión con valor académico y
mantiene un tropel de capellanes en cárceles, cuarteles, cementerios y demás
lugares públicos que, a pesar de lo que diga la Constitución ,
convierten a España en un Estado nacionalcatólico de recia raigambre, sin que
el Gobierno se digne a valorar la idoneidad y sostenibilidad de esta
servidumbre tan inconstitucional como privilegiada.
Y es que este papa, con ocasión de la Jornada Mundial de
la Juventud
en Río de Janeiro, declara, además, no ser nadie para juzgar a los homosexuales, no considerando que ello represente
ningún problema para acercarse a la iglesia, con lo que desacredita la obsesión
clerical española por los asuntos sexuales y esas desviaciones diabólicas que,
en opinión de los purpurados patrios, como el de Alcalá de Henares, sólo sirven
para corromper y prostituir almas que “piensan ya desde niños que tienen esa
atracción hacia las parejas del mismo sexo”.
Sólo por poner en aprietos a los inmovilistas de
La inquietud trascendental es consustancial de la esencia
humana e interroga a la parte inefable de la vida, al buscar sentido a una
existencia que está envuelta en silencio y vacío. No es fruto más que de la
inteligencia humana que elucubra sobre su lugar en el mundo y crea
cosmovisiones que se convierten en dogmas y se intentan imponer por los
administradores “profesionales” de la fe, sin respetar la discrepancia y el
disenso, como suele hacer la Conferencia Episcopal española.
Por ello este papa es tan atractivo, al menos de momento. Hace hincapié en otros asuntos menos conflictivos, pero más preocupantes, para la mayoría de los ciudadanos de cualquier querencia, como es la pobreza, la austeridad, la comprensión y la misericordia, en una economía globalizada que genera indiferencia, explotación y miseria, impropias de la dignidad humana. Son las maneras de este jesuita argentino, tan suaves como su acento, lo que llama la atención en los mensajes iniciales del nuevo primado de Roma y de sus iniciativas de no amparar a los pedófilos con sotana, señalar lo podrido en los escándalos sexuales del cardenal Ricca, empezar a limpiar la corrupción del banco vaticano y, sobre todo, de poner en aprietos a
lunes, 5 de agosto de 2013
El retorno
Todo el año despotricando del trabajo, de maldecir la
rutina que cada día te hace madrugar para cumplir con unas obligaciones
laborales y de desear perder de vista todo cuanto suponga el ejercicio de la
profesión que has querido o podido adquirir, para que, cuando llevas un mes de
vacaciones, ya eches de menos aquella tensión que al menos te hacía enrabietar
al sentirte utilizado pero vivo, minusvalorado pero útil y mal recompensado
pero con posibilidad de mantener una cierta estabilidad que incluso te permite,
en estos tiempos de dificultades, disfrutar de vacaciones. Me incorporo hoy al
trabajo sin ningún síndrome postvacacional, sino deseando saludar a los
compañeros, recuperar mis hábitos cotidianos y volver a la “normalidad” de una
vida en la que se alterna la satisfacción con el asco, la alegría con la
tristeza y la preocupación con la felicidad. Al rato, una vez comprobado que
todos seguimos igual y cada cosa en su sitio, hasta la ciudad y sus calles,
retomo la propensión de despotricar de una rutina que me estimula como la adrenalina.
Y es que no estamos conforme con nada, maldita sea.
sábado, 3 de agosto de 2013
Sueños valientes
Todos hemos soñado con hacer cosas increíbles, con
experimentar lo que otros no se atreven por temores que nos limitan
a lo ordinario de una existencia no exenta, en cualquier caso, de peligros incluso
mayores. Saltar en paracaídas no supone más riesgo que conducir un auto si se
afronta con las debidas garantías. Sin embargo, la sensación que se experimenta
es infinitamente más placentera que la de viajar por una autopista. Y pretender
sentirla no es un empeño descabellado cuando la edad, los medios y la técnica
lo permiten. En medio del cielo, con el mundo a tus pies, flotando con esa
libertad indescriptible que parece ingrávida como en los sueños más
maravillosos, es lo que mi hijo más arrojado ha querido sentir por sí mismo. Ha
cumplido un sueño que yo mismo he perseguido muchas veces y nunca me he atrevido realizar. Véanlo cómo disfruta de su espíritu aventurero, de una energía
rebosante de vitalidad y de una juventud sana y responsable también para lo más
valiente: soñar. ¡Maravilloso, vamos. Repito, seguro!
viernes, 2 de agosto de 2013
´Yiyicaleando` en la sensibilidad
Hoy puede ser un buen día para recordar cómo nos balanceábamos
al son de melodías susurrantes hace ya demasiados lustros. Aquella agilidad y
aquel músico ya han desaparecido, pero queda esa sensibilidad que hoy electriza
un viernes más de nuestras vidas. En memoria de lo que fuimos y de lo que supuso para
nuestros paladares musicales, quede este emocionado homenaje a J. J. Cale,
recientemente fallecido: su toque de sensibilidad.
jueves, 1 de agosto de 2013
Días en ebullición
La última quincena de julio ha sido vertiginosa. Y no me refiero a la velocidad con la que se diluyen las vacaciones, sino a la densidad mediática de tales días. Pocos períodos estivales han acaparado tanta expectación como los que estamos viviendo. Se presumía un verano “calentito”, pero ha entrado en franca ebullición.
Hoy, la olla en la que se cuecen los días de la canícula explotará
o aliviará presión en virtud de la comparecencia forzada –formalmente, a
petición propia tras la amenaza de una moción de censura- de Mariano Rajoy, presidente del Gobierno,
en el Congreso para que explique, si puede o quiere, su implicación en el caso Bárcenas, un asunto derivado del caso Gürtel, en el que el extesorero del
Partido Popular, ya en prisión, Luis Bárcenas, sintiéndose abandonado por los
suyos, “tira de la manta” y desvela la financiación irregular del partido y el
hábito de distribuir sobresueldos entre los máximos dirigentes del mismo, Rajoy
incluido. Estos asuntos dan a conocer a la opinión pública una trama de
corrupción y conductas inmorales que utilizan sobresueldos para “engrasar” a personajes
públicos, donaciones de poderosos, dinero público que manejan políticos a su
antojo, tráfico de influencias, intereses compartidos entre empresas privadas y
administraciones del Estado y, en definitiva, toda una red de confabulaciones
inconfensables que, al parecer, forma parte de la ciénaga en la que se
desenvuelve el ejercicio de la política en este país. Un asco. Pero no ha sido
único. Los tribunales provocan náuseas por diversos motivos.
Otro partido político es condenado por financiación ilegal y
nadie dimite, salvo el peón instrumental que se utilizó para derivar el flujo
del dinero: se trata del caso Palau de la Música , aquel en que la
sentencia resuelve que Convergència Democrática de Cataluña se había embolsado
5,1 millones de euros procedentes de las subvenciones concedidas a la
institución musical. Artur Mas,
presidente de la
Generalitat y líder de la formación nacionalista, actúa de
manera calcada a Rajoy: acusa y limita las responsabilidades en el extesorero
de CDC, Daniel Osácar, ya dimitido y condenado, y promete devolver el dinero. En
todos estos casos, quien debía controlar y estar al tanto del desempeño de las
personas designadas para dirigir la organización, suele expresar la misma
excusa: no sabía nada y lo sucedido es muestra de un abuso de confianza. Se
pide perdón y basta. Más asco.
Vomitiva es también la última sorpresa surgida con el
presidente del Tribunal Constitucional, Francisco
Pérez de los Cobos, de quien se demuestra que ocultó al Congreso su
condición de afiliado –no simpatizante, que ya se sabía por su ideología- del
Partido Popular, al día en sus cuotas y, por tanto, sometido a lo que mandan
los estatutos del mismo, que debe respetar y cumplir. Sin embargo, en un
comunicado indignante, el TC intenta justificar lo injustificable de esa
elección, despreciando la evidente incompatibilidad del candidato a concurrir
al cargo sin desprenderse, como se le exige a cualquier magistrado en activo,
de su militancia política. Por su parte, Rajoy el pitoniso, que ya no sabe por dónde le surgirá un nuevo problema,
defiende su nombramiento porque “se hizo
bien, en tiempo y forma”, aunque la renovación del Constitucional se
hiciera con tres años de retraso, saltándose la ética y la estética de la
neutralidad de un candidato sometido a la disciplina del PP. Claro que Rajoy
como adivino es nefasto: ya lo evidenció cuando vaticinó aquello de que “nadie podrá demostrar jamás que Bárcenas no
era inocente”. Y mira en lo que ha acabado: en verse obligado a explicar en
el Congresos sus turbias relaciones y sus reveladores mensajitos con el
delincuente, con toda la oposición exigiendo su dimisión a coro.
Provoca arcadas que una persona, capaz de ocultar su
vinculación con el partido que lo encumbra, no tenga reparos en optar a un
puesto desde el que debe interpretar las leyes que emanan del Poder
Legislativo, pudiendo enmendarlas para amoldarlas a la ideología e intereses
del partido al que guarda obediencia y fidelidad. Es una desfachatez que puede acarrear
graves consecuencias. Por lo pronto, cualquier sentencia de un juez que se
demuestre “contaminada” de parcialidad puede ser recurrida ante órganos
superiores. Y eso es, precisamente, lo que amenaza con hacer el exjuez Baltasar
Garzón con su anuncio de llevar ante el Tribunal de Derechos Humanos de
Estrasburgo la resolución que lo apartó de la judicatura y en la que intervino
el ínclito Pérez de los Cobos. También Andalucía y Cataluña, de momento, han
avisado de elevar los recursos que sean pertinentes de todas aquellas
resoluciones judiciales en las que este magistrado haya intervenido por si,
conocida su militancia activa, pudiera apelarse la falta de imparcialidad. Y
todo porque no desveló su señoría, como hubiera sido honesto, su condición de
afiliado del PP. Pero prefirió ser sectario.
La fiscalía, por su parte, arremete contra el juez que metió
en la cárcel al banquero que Esperanza Aguirre puso al frente de Caja Madrid,
el remilgado Miguel Blesa. El Consejo General del Poder Judicial suspende por
cuatro meses y siete días, más multa de 600 euros, al juez Elpidio José Silva por considerar que ha cometido faltas muy graves
durante la instrucción del sumario y la resolución que adoptó para dictar orden
de ingreso en la cárcel del banquero. Muchas vueltas está dando este caso para
acabar con otro magistrado amonestado por incordiar a los acaudalados. Sin
embargo, el banco surgido de la caja de ahorros para ganar “solvencia” y
“músculo” financiero, Bankia, sigue siendo la entidad que mayores recursos
públicos ha necesitado para “reflotarse”. Ya se sabe que más de 30.000 millones
de euros no se podrán recuperar, por eso se hacen “ajustes” y “reformas” en la
sanidad, la educación, la dependencia y las pensiones: hay que sacar dinero de
donde sea. Pero en vez de juzgar a los autores de la quiebra y las estafas bancarias,
Rodrigo Rato incluido, se arremete contra el iluso que pretendía juzgar a un
banquero. ¡Mundo al revés!
No obstante, a veces la justicia brilla como debiera. En
estos días también hemos visto cómo la expresidenta del Consell de Mallorca y
del Parlament balear, María Antonia
Munar, ingresaba en prisión por las dos condenas que pesan sobre ella y que
acumulan más de 11 años de cárcel por, ¡cómo no!, corrupción.
Malversación, fraude y otros delitos presentaban un horizonte muy negro para
una señora que tiene dinero oculto con el que podría emprender la huida. Y ante
la duda, las rejas. Como con Bárcenas y la fianza a su mujer. Con un poder
inmenso como bisagra para conformar mayorías de izquierdas o derechas, según el
mejor postor, en aquella Comunidad, esta política de la extinta Unión
Mallorquina ha comprobado que todo lo que parecía sólido –como advierte en su
ensayo Muñoz Molina- comienza a derretirse para mostrar su verdadera
consistencia: latrocinio, desvergüenza, chorizos que abusaban de la buena fe de
la gente para amasar fortunas, pelotazos inmobiliarios, mediocridad política,
esa moral “light” que todo lo impregnaba en los años dorados de esplendor para
prevaricadores y ladronzuelos. Todo empieza a derrumbarse, pero lo pagan siempre
los mismos -la gente llana y humilde a la que se desahucia de derechos y
servicios-, salvo contadas excepciones, como ésta de Munar.
Una justicia que también brilla al resarcir afrentas e infundios
que la política tiende a manejar como arma arrojadiza. Porque no todas las
imputaciones acaban confirmando los indicios de culpabilidad, sino la
absolución de los cargos. Es lo que en julio ha llevado la alegría, que no la
recuperación del suplicio padecido, al exministro José Blanco, que acaba de liberarse de la inquina de unas
acusaciones que ya se presentían exageradas, manipuladas e imaginarias en
promotores interesados en manchar la reputación del ministro socialista. Miguel
Roca, en La Vanguardia
(martes, 24/7/2013) señalaba que “la
justicia no existe hasta que ha pronunciado la última palabra”. Y esa, en
boca del Tribunal Supremo, es la que ha absuelto al político gallego.
En Andalucía, para no ser menos, las cosas no andan mejor.
En julio se procedió a hacer un “paripé” de elección democrática del candidato para
sustituir, ante su renuncia, a José
Griñán de la presidencia de la
Junta , y la “teledirigida” por el aparato del PSOE, Susana Díaz, ganó impúdicamente a la
hora de obtener los avales necesarios para unas primarias que se tornaron, así,
innecesarias. La designada-no-elegida se presta a coronarse como la primera
mujer que detenta el cargo de presidente -¿o presidenta?- del Gobierno andaluz.
En Septiembre deberá renovar el Consejo de Gobierno, formado en coalición con
Izquierda Unida, y configurar los Presupuestos de la Comunidad para 2014, en
complicada negociación con un Ministerio de Hacienda que establecerá el techo
de déficit permitido. Ardua tarea en la que deberá atender a sus socios de
gobierno, dispuestos a hacer prevalecer en las cuentas regionales los gastos
más significativos de una política de izquierdas que contraste con las iniciativas de austeridad de Madrid y Bruselas. Y sin la amenaza de los ERE, que mantenían al Ejecutivo andaluz pendiente de las resoluciones de la juez Mercedes Alaya y a Griñán negando toda
posibilidad de imputación por una trama de la que tuvo que tener conocimiento
durante su época de consejero de Economía y Hacienda de Andalucía. Ello quizá
explique estas prisas por la renovación.
Julio también ha hecho aflorar “brotes verdes”. El ministro
de Economía, Luis De Guindos,
anunciaba ufano que la recesión había tocado fondo y que el paro empezaba a
reducirse, pues se había creado empleo no estacional. Pues bien, tal euforia
duró lo que una gota de agua en el recalentado asfalto veraniego. A los pocos
días, el Gobierno reconocía que aquellas alzas en la contratación obedecían al
“efecto verano” y que, si se descontara –como se descontará en septiembre-
resultaría que en el segundo trimestre del año, según la encuesta del INE,
todavía se estaría destruyendo empleo, a pesar de las reformas y las rogativas
de la ministra del ramo, Fátima Báñez.
Y es que, como con la religión, la economía es cuestión de fe, esperanza y…, lo
que prometía Rajoy, confianza, porque para caridad no hay recursos: es un gasto
insostenible.
Y una catástrofe: 79 muertos en el mayor y más trágico
accidente producido en los ferrocarriles españoles, justo a las puertas de
Santiago de Compostela y en vísperas de la festividad del apóstol. Un exceso de
velocidad y unas negligencias compartidas entre el maquinista, el revisor y quienes
mantienen unas infraestructuras poco idóneas para la alta velocidad de los
trenes AVE que circularán por esas vías. Familias destrozadas por el dolor de
sus seres queridos fallecidos y morbo en las informaciones que cubrieron la
noticia durante demasiados días.
Encima, para colmo de estos días en ebullición, se nos muere
J.J. Cale, ese huraño y tímido
guitarrista, de voz susurrante y sonido diferente, compositor de canciones
memorables en versiones de otros artistas, como la famosa Cocaine que popularizó Eric Clapton. Así se ganaba la vida, gracias
a unos derechos de autor que le permitían vivir apartado de los escenarios y de
los exhibicionismos de la fama. Su muerte es la puntilla de unos días de
vértigo para quienes, alguna vez, fingiéndose melómanos, nos adormecíamos con
su música. Nos aguarda un mes de agosto y un inicio de curso infernales.
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