martes, 28 de febrero de 2012

Cuadernos de Roldán, 73

Días transparentes y temperaturas moderadas, excepcionales en el febrerillo demente de este año, hicieron de la visita a la ciudad de Mérida un acontecimiento sumamente agradable para las cerca de 60 personas que acudíamos fieles a una nueva convocatoria de Cuadernos de Roldán. Se trataba de la presentación del librito número 73, dedicado a la vieja y bella capital de la provincia romana de Lusitania, a orillas del Guadiana. Era difícil abstraerse de los encantos que asoman por doquier como muestras arqueológicas del pasado esplendor de Emérita Augusta, aunque los siglos pretendan reducirlo todo a ruinas y olvido. Y a eso fuimos la roldanesca de Cuadernos, a declamar con imágenes y sentimientos hechos palabras el pellizco que se siente al admirar un Teatro romano que yergue su elegancia hacia el olimpo que habitan los dioses que protegen aquellas piedras, o el Anfiteatro de los juegos gladiatorios y luchas a muerte que tanto gustaban a un público amante del circo y la sangre, en cuyo foro, inundado con las aguas traídas desde el embalse de Proserpina a través del Acueducto de Los Milagros, celebraban Naumaquias, representaciones de batallas navales.

En el sobrio marco del Parador de Mérida, Pepe Aguilar y Carlos Becerra, junto a autoridades locales, hicieron la presentación del poemario, recordando brevemente la historia y el bagaje cultural de una tertulia con muchos lustros de existencia, tras lo cual se procedió a la proyección de los cuadros que se reproducen en sus páginas y a la lectura de los poemas por parte de sus autores. En la mente de todos –como dijo alguien-, una taxonomía de las ciudades: las que figuran en Cuadernos y las que no. Mérida era ya, también, un título de Cuadernos de Roldán, que acudía allí a rendir tributo a una ciudad que fue construida a medida del hombre cansado, del guerrero que se retira a dar satisfacción a sus sentidos. Sigue siendo una ciudad plácida y hermosa que cautiva al visitante, y esa plástica, en una síntesis cromática, fue la que consiguió transmitir para la portada del librito el pintor Justo Girón. Nuestra admiración por Mérida queda resumida en los versos de José María Bedoya:

 EMERITA

Octavio te funda,
el Guadiana te baña,
una vía de Plata te circunda
y la diosa Ceres sedente te ampara;
desde el Foro municipal
los clípeos augústeos
de la Gorgona Medusa y Júpiter Ammón
te protegen y salvan;
en el Museo Nacional,
sobre sus basas,
retratos togatos y toracatos
te ennoblecen y guardan,
y en los paseos
por tus calles y plazas
mil voces anónimas
te admiran y cantan.
¡Ah hermosa ciudad
dos veces milenaria!

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