domingo, 17 de julio de 2011

Una paradita

Este blog se toma una semanita de vacaciones. Hasta él tiene que reparar sus circuitos con una desconexión breve para no recalentarse. Y su dueño –es decir, quien esto escribe-, también precisa tomarse un respiro para reponer fuerzas y motivaciones. Hay que parar para huir de la rutina y la monotonía que te avocan a la repetición. Es únicamente una semana en busca de tranquilidad y sosiego antes de volver a comenzar otra temporada. Ambos lo necesitábamos, el blog y yo, pues nos encontrábamos cansados con estos calores del verano y los acontecimientos que han sacudido la realidad los últimos meses.

Asistimos a momentos de cambio, aparte de la crisis económica, que han de transformar nuestros hábitos colectivos. Se suceden las revueltas, se anuncian vuelcos políticos, se desinfla la burbuja especulativa de la construcción, en la que los nuevos ricos que se lucraron con ella se hallan de pronto en la pobreza por unas deudas impagables, como individuos y como país. El trabajo debe ser peor remunerado y el consumo no puede disminuir si se quiere mantener la actividad económica, como si paro y gasto fueran compatibles. Y, para colmo, a los bancos ha debido ayudárseles con dinero público para que continúen concediendo préstamos a quienes ya sufragan impuestos y todo tipo de gravámenes. La Iglesia sigue en contra del divorcio y el aborto a la plebe, no a las princesas, mientras bendice al sistema que la sustenta, y los jóvenes se indignan en plazas y calles contra tanta contradicción, exigiendo una democracia real ya, en vez de participar con su fuerza numérica en la toma de decisiones que en democracia es válida, a través del voto. El último transbordador surca el espacio como símbolo de una nueva era en que la rentabilidad ha de prevalecer a la aventura y el romanticismo en la conquista del Universo.

Todo se vuelve pequeño y costoso, los valores y los gastos sociales, en un mundo que sigue en conflicto con la prepotencia del hombre que creía domeñarlo con centrales nucleares que son barridas por el oleaje del mar. El mercado es la dictadura que nos somete y, antes de sucumbir, mejor es detenerse y tomar aliento, intentar alejarse y soñar con amaneceres en una playa no hoyada por quien intenta cuestionar esta frenética realidad que nos desborda. Por eso la necesidad de unas vacaciones. Por mí, por el blog y por los babilonios invisibles que nos visitan. Que descanséis antes de volver a padecer el desasosiego de la consciencia, que es vivir. Felices vacaciones y buenas vibraciones, amigos.

1 comentario:

Gregorio Verdugo dijo...

Que disfrutes, Dani para que luego vengas con el verbo recargado, amigo.