jueves, 26 de septiembre de 2013

Bajarse lo que sea...

Aun cuando están rolando imperceptiblemente los vientos (nuevos delitos que penalizan el quebranto de los derechos de autor), todavía estamos acostumbrados a bajarnos de Internet lo que sea, a condición de que sea gratuito. No queremos pagar por ningún producto cultural -sea disco, libro o película-, aunque ello condene la creación artística a la extinción por inanición. Renegamos de doblarla si no es previo acuerdo de remuneración “digna”, pero exigimos que los creadores trabajen altruistamente porque nos conviene. No reconocer méritos ajenos ni valorar la dedicación de escritores, músicos o actores, entre otros profesionales, es marca de estos comportamientos suscritos al gratis total. Aquí, en este país, somos más listos que nadie en el mundo y buscamos resquicios para colarnos por la cara y conseguir de “pescua” cualquier capricho que se nos antoje. Eso sí, pagamos religiosamente los espectáculos del divertimiento patrio (fútbol, toros, etc.) y aceptamos que los bares no regalen el alcohol. Establecemos unas prioridades donde la cultura queda reducida, en nuestra apreciación social, al nivel en que no merece la pena pagar por ella. Creemos que no es importante, no sirve para nada y, si despierta algún interés, nos la bajamos gratis de Internet. Por eso, el Gobierno, con la intención de apuntillar a un sector tan despreciado, lo grava con un 21 % en el IVA, casi como si fuera artículo de lujo, con lo que hace menos asequible su consumo y disfrute. Entre unos y otros están consiguiendo lo que no pudo la dictadura en cuarenta años: callar las voces de los que interpretan y dan a conocer nuestras vicisitudes colectivas y los difíciles tiempos que nos ha tocado vivir. No queremos testimonios de nuestra Historia porque preferimos ser protagonistas sumamente gorrones. Total, ya alguien en el futuro se la podrá bajar de donde sea.  

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