martes, 4 de octubre de 2011

La zorra y el asno

Antier, un juez sentencia en un auto que calificar de “zorra” a una esposa, en medio de una discusión y con amenazas previas, no es un insulto por cuanto se trata de la alusión a un animal listo y astuto, razón por la que anula la condena a un maltratador. Puestos a destacar cualidades de los animales como símbolos para expresar dichos y refranes, podríamos tildar al susodicho magistrado de asno, pues el équido, de naturaleza pacífico, es tozudo y rudo, como cualquier juez empeñado en no apreciar desprecio o  menosprecio a la dignidad de la mujer en las manifestaciones de quien querría ver a su esposa “en una caja de pino”, si tomara la justicia por su mano.

Porque hay que ser muy burro, otro mamífero noble y terco, para no contemplar en esas expresiones la actitud que caracteriza una violencia machista que no se detiene en el mero insulto, sino que asesina cuando no logra reducir a la mujer a simple objeto de su pertenencia. La muerte de mujeres a manos de la pareja sigue siendo uno de los cánceres que corroe la sociedad moderna. En lo que llevamos de año, 45 mujeres han sido asesinadas en España como fruto de una violencia de género que las leyes y mecanismos de prevención son incapaces de erradicar.

Ninguna medida, como las órdenes de alejamiento que se aplican en nuestro país y que últimamente ha validado el Tribunal de Justicia de la Unión Europea, sirven de nada si los mismos encargados de determinar la existencia de una violencia que se incuba en el ámbito doméstico no son capaces de detectarla en esas actitudes y expresiones que la delatan y anteceden su manifestación más luctuosa: el asesinato.

Es un juego floral dedicarse a buscar el significado prosaico de los términos cuando se juzga una presunta acción de violencia -física o verbal- en el seno de la pareja, si de ello no se derivase, como ha sucedido en más de una ocasión, la indefensión y desprotección de la futura víctima. Lo grave no es que un borrico, en expresión cariñosa, se empecine en una cuestión semántica, sino el componente ideológico que rezume el no observar amenazas machistas e insultos gravemente ofensivos hacia la mujer por parte de un maltratador, entendiendo por tal, de palabra u obra, a quien falta el respeto o pega y mata a su mujer. Se trata de una actitud que cuenta desgraciadamente con jurisprudencia al existir sentencias similares en las que se afirma que “no toda acción de violencia física en el seno de la pareja (…), debe considerarse necesaria y automáticamente como violencia de género” y que “para que se aplique la ley de violencia de género tiene que haber un componente machista” (Audiencia de Murcia, 2009).

Causa estupor que, con tantos asnos en la judicatura, las zorras no sean una especie en extinción.

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