lunes, 1 de diciembre de 2014

Nicolás, pequeño Nicolás

Es fuente de cotilleos a todos los niveles, desde la Zarzuela hasta El Vacie, la historia  engordada con cada desmentido del “pequeño Nicolás”, un pánfilo que se ha metido en un berenjenal que le viene grande y le ha permitido creerse el “James Bond” español, con licencia para arreglar cualquier entuerto nacional y, de paso, codearse con personalidades de las que ni sus chóferes se dignarían dirigirnos la mirada. La trama de lo que cuenta este jovenzuelo avispado no tendría verosimilitud ni acapararía tanta atención si no se produjera en España, país dado a los esperpentos y las extravagancias. Es en ese contexto castizo –entre la envidia y la admiración- de emulación y fanfarronería donde  “Nicolás, pequeño Nicolás” bien podría ser la respuesta de un espía al servicio de la Inteligencia nacional, dicho sea con todas las salvedades por lo de espía e inteligencia.

Todo hubiera quedado en anécdota si no fuera por los desmentidos y algunos hechos. La historia de Francisco Nicolás Gómez saltó a los periódicos hace unas semanas, cuando se supo que “Fran”, como suele ser llamado, había sido detenido por la Unidad de Asuntos Internos de la Policía. La pregunta fue inmediata: ¿Cómo un adolescente con cara aniñada, que ni es policía ni funcionario de ningún Cuerpo o Fuerza de Seguridad, es arrestado por una unidad que sólo investiga casos de corrupción y anomalías dentro de la Policía? La respuesta que dio el ministro de Interior, en declaraciones posteriores, fue insatisfactoria y poco convincente. A partir de ahí se sucedieron las especulaciones con las que dar pábulo a la fábula del “pequeño Nicolás”, a la que el propio protagonista contribuye con manifestaciones y entrevistas en unos medios de comunicación que alargan el “filón” informativo, por rocambolesco que parezca.

Es así como nos enteramos de que el dicharachero “agente” Nicolás había asegurado que trabajaba como “charlie” en el CNI (Servicio Secreto español), además de colaborar con la Zarzuela y la Moncloa, y que había mediado en la imputación de la infanta Cristina en el caso Noor e, incluso, en la consulta catalana del 9 N. También que había revelado detalles del protocolo para acceder a las instalaciones del CNI y presumido de tener relaciones con personalidades que, aunque algunas las han desmentido, otras muy significativas se han visto obligadas a confirmarlas, no sin antes precisar que habían sido por simple cortesía. Así, se descubrieron contactos con Carlos García Revenga (secretario personal de la infanta Cristina), Miguel Bernad (secretario general de Manos Limpias), Cristóbal Martel (abogado de los Pujol), Jorge Cosmen (presidente de la compañía de autobuses ALSA), Miguel Ángel Moratinos (exministro de Exteriores del PSOE) y Jaime García Legaz (secretario de Estado de Comercio), entre otros.

Se ha sabido, igualmente, que el “pequeño Nicolás” había utilizado coches oficiales del Ayuntamiento de Madrid, acudido con invitación al acto de proclamación del rey Felipe VI, subido a la sede del Partido Popular de Madrid en la noche del triunfo de las pasadas elecciones generales, visitado numerosos empresarios y despachado con altos cargos de varias administraciones. Evidentemente, todas las instituciones del Estado citadas han negado estas relaciones o las han matizado, hasta el punto de que la propia  vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, para quien el lenguaraz Nicolás decía haber trabajado, ha tenido que desmentir en dos ocasiones cualquier tipo de relación con el joven ambicioso y fantasmón.

Ante tal cúmulo de medias verdades y grandes mentiras, lo sensato sería una actitud de desconfianza e incredulidad. Porque lo cierto es que Francisco Nicolás es un chaval de 20 años, con cara de recibir muchas collejas en el colegio, procedente de una familia de clase media afín al PP, en cuyos círculos juveniles pronto se integró, desde que tenía 15 años, como pez en el agua. Su “pinta” de niño bien y su “oratoria”, con la que podía “enrollarse” fácilmente, le sirvieron para, desde la agrupación local de los populares de Chamartín, estar siempre cerca y a disposición de los cargos y personajes de la política en cuántos actos, charlas y reuniones se organizasen. Es probable que de ahí surgieran los primeros nombres y contactos de su agenda de teléfonos, y también las ínfulas de ser un “halcón” (o pollo de rapaz) para la política y los negocios. Es lo que veía y lo que aprendía con innegable provecho, ya que es muy fácil, desde dentro, conseguir invitaciones, acompañar a autoridades y ser parte del “decorado” en las actividades e iniciativas del partido. Sin embargo, ello no explica ni el conjunto de sus supuestas “relaciones” ni, mucho menos, los hechos más delicados de su historia, por muy fantaseada que haya sido elaborada.

Lo más inaudito de este asunto es la implicación del CNI, por los detalles que revela el “pequeño Nicolás”, y la intervención de la Unidad de Asuntos Internos de la Policía. Ni uno ni otra se preocupan por las andanzas de un zagalón con delirios megalómanos para medrar. En este aspecto, al menos, resulta sospechoso que, a pesar de las desautorizaciones y amenazas de querellas a instancia de la Moncloa, exista evidencia de “granos” entre tanta paja como contiene este enredo. Da para pensar que, efectivamente, algo hay de cierto en las afirmaciones de “colaborar como agente charlie” del joven militante del PP y en algunos de sus encuentros con altas personalidades. Y hasta cierto punto no son descabelladas.

No todos los agentes secretos son esbeltos “james bond” con irresistibles encantos físicos y sorprendentes habilidades, en cuanto a inteligencia, adiestramiento militar y recursos técnicos. También hay simples soplones que, por su apariencia, sirven para infiltrarse en colectivos estudiantiles, siempre tan heréticos con el poder, ambientes juveniles en barrios, asociaciones, entidades y mil lugares similares, incluidas las propias formaciones políticas. Un “espía” en formación de esta naturaleza, con pájaros en la cabeza, puede “desvariar” y pretender “saltar el escalafón” al creerse más listo que nadie, ser invulnerable y tener la tentación de lucrarse con sus conocimientos, relaciones y contactos. Tener sólo 20 años y haber saludado al rey, estrechado la mano de exministros, secretarios de Estado, alcaldes, empresarios, expresidentes del Gobierno y otros altos personajes hacen que más de uno pierda la prudencia y, lo que es peor, pretenda ignorar su insignificancia. Pero si, encima, “colaboras” como agente secreto de nuevas generaciones, no resulta extraño que te presentes como “Nicolás, pequeño Nicolás”, querida.

Naturalmente, el CNI no dirá ni pío. Y Soraya de Santamaría lo negará. Como en las películas.

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