miércoles, 31 de julio de 2013

Placer efímero

Retornamos con la sensación de no haber salido siquiera. El tiempo se escurre como el agua entre los dedos, se diluye sin posibilidad de detenerlo y su halo queda suspendido en el recuerdo de lo que se volatizó como un suspiro. Las manecillas del reloj no se detienen por mucho que uno se empecine en sujetar un tiempo inaprensible que nos atropella en su marcha. Acabamos de llegar y parece que fueron un sueño los días disfrutados de unas vacaciones, por espontáneas y agradables, inolvidables. Una voluntad común materializó un deseo inconfesado que todos albergábamos, el de compartir el ocio en familia sin más obligación que la que imponen los compromisos que nos atan irremediablemente. Así transcurrieron quince días entre playas, bosques de pinos y apetitos saciados de felicidad, belleza, tranquilidad, compañía y afectos que hicieron que una quincena de julio se esfumara como por encanto. Lo efímero de lo que se anhela es lo que nos impele, precisamente, a no claudicar en su búsqueda año tras año. Estas fotografías atestiguan la existencia de ese paraíso, para no olvidarlo.
















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