viernes, 16 de septiembre de 2011

Maravilloso fue soñarlo

Los sueños a veces se materializan y se convierten en realidad, haciendo posible lo que parecía una utopía. Yo he perseguido muchos sueños en mi vida, que se volatizaban en cuanto intentaba atraparlos, unas veces por inalcanzables y otras por falta de voluntad o desánimo. Sin embargo, un sueño ha permanecido latente ocupando el rincón donde se generan las ambiciones y las aficiones hasta que se convierten en metas de un destino inesquivable.

Hoy tengo ese sueño atrapado en una cartulina de la Facultad de Comunicación que acredita la naturaleza académica con la que se sustancia mi deseo de ser periodista. Quedan algunos flecos burocráticos para la expedición de un título que jamás usaré para el ejercicio profesional de lo que siempre fue una afición: escribir.


Y al sentir el sueño convertido en realidad no he podido evitar recordar al adolescente que recomponía con una vieja máquina de escribir los reportajes sobre astronomía que leía en el suplemento dominical del periódico que compraba su padre. O al que adquiría nociones de gramática y estilo gracias a la lectura de una literatura abigarrada y dispersa, sin ningún criterio más que el dictado por el gusto personal.

Atrás han quedado compis que compartieron pupitres con las angustias de las prácticas y los exámenes, pero también la camaradería de una juventud desinhibida y generosa que no hacía ascos en aceptar como colega a quien podría ser su padre. Juan Diego Vidal, Gregorio Verdugo, Juan Pablo Bellido o Antonio Martín forman parte de ese núcleo en el que prevaleció la amistad. Un recuerdo en el que habitan profesores que no sólo nos obsequiaron su sabiduría y magisterio, sino también el aprecio y el ejemplo de su calidad humana, como Ismael Roldán, Juan Carlos Rodríguez y la adorable Concha Pérez.

Pero los sueños no se materializan sólo por el esfuerzo de la persona que los persigue. Además existe el concurso imprescindible de muchas otras que contribuyen con su ayuda a que el sueño sea atrapado. Ana García, Ana Lerma y Petri Zapata, junto a Loli Martín y Beatriz Boza, son compañeras del trabajo que soportaron mis escapadas a clase, y Francisco de Paula que las consintió.

Y especialmente mi familia, mi mujer y mis hijos, que confiaron en un empeño tardío que les restaba tiempo y espacio para disfrutar de alegrías y obligaciones en compañía. Por ello, no es ningún mérito lograr la licenciatura de Periodismo que forjaba mi anhelo, sino que sería incomprensible que con la colaboración de tantos no hubiera sido posible la captura de cualquier sueño, por elevado y esquivo que este sea. El reconocimiento de tamaña deuda de gratitud hace que lo verdaderamente maravilloso haya sido soñarlo, gracias a ellos. Quede aquí mi agradecimiento.

2 comentarios:

Gregorio Verdugo dijo...

Enhorabuena y bienvenido al club, Dani. Las grandes arquitecturas de la historia de la humanidad están construidas a base de sueños y de gente como tú, que habita tras de ellos y los empujan hasta que aterrizan en las inmensas llanuras de la realidad. Gracias por permitirme soñar contigo y por regalarme un bien incalculable y que no tiene precio; tu hermosa amistad.
Un abrazo amigo.

Juan Pablo Bellido dijo...

Enhorabuena, amigo Daniel. Los que te queremos estamos muy orgullosos de lo conseguido y, sobre todo, de poder disfrutar cada día de tu amistad y de tu generosidad.
Un abrazo fuerte.