domingo, 2 de diciembre de 2018

¿A mejor o peor?

Las elecciones que acaban de celebrarse en Andalucía ofrecen unos resultados que ninguna encuesta había vaticinado. Más allá de esos grandes rasgos que apuntaban al triunfo en minoría del PSOE y el batacazo del PP, con claro ascenso de Ciudadanos, como tendencia general, los sondeos no aclaraban con detalle el panorama político en la región más poblada de España. Sin embargo, con el 97 por ciento del recuento escrutado de estas elecciones, resulta que irrumpe la ultraderecha, sin presencia previa, como variable que no había sido considerada determinante por nadie, tan determinante que se convertirá en la llave que posibilite la formación de Gobierno y, por consiguiente, la que permita el reclamado “cambio” en Andalucía, tras 36 años de gobiernos socialistas.

De 105 escaños del Parlamento Andaluz, la derecha ocupará 59, gracias a los 12 diputados que han resultado elegidos para representar la ultraderecha en la región. El Partido Popular pierde siete y se queda con 26 diputados, lo que lo convierte en el virtual vencedor de estas elecciones, con posibilidad de gobernar si consigue el apoyo de Ciudadanos -21 escaños- y de Vox -12 diputados-. PSOE, con 33 diputados, será el gran derrotado, pasando a la oposición por primera vez en cerca de 40 años en Andalucía.
Si las formaciones “constitucionalistas” no impiden que un partido xenófobo, antieuropeo y abiertamente contrario al Estado Autonómico consagrado en  la Constitución sea quien lo decida, Andalucía se embarcará por una senda del “cambio” que nadie sabe si será a mejor o a peor, aunque sí equiparable a las veleidades que se suceden en otras latitudes, donde han aupado al poder a populismos ultranacionalistas con capacidad de atraer el descontento y la frustración de la gente. Si estas elecciones andaluzas suponían un test de la política nacional, queda demostrado que España no se quedará al margen de los “cambios” que acontecen en el mundo y se sumará a los Trump, Salvini y Bolsonaro, por citar algunos, que surgen a nuestro alrededor sin estar previstos ni ser deseados.
La derecha española, y la andaluza en particular, celebra poder desalojar a los socialistas del poder aunque sea con la ayuda de una extrema derecha que cuestiona el propio sistema constitucional que posibilita su existencia. Tal probabilidad ha dejado de ser una mera posibilidad para materializarse en un factor crucial de la realidad política de España, como Andalucía acaba de evidenciar. Que ello, además, signifique un verdadero revolcón en el Gobierno de la Junta de Andalucía, con un cambio de rumbo drástico en un territorio de arraigado voto de izquierdas, parece un asunto de segundo nivel. El vuelco que nadie creía posible se ha producido y las sedes nacionales de todos los partidos están desde hoy teniéndolo en cuenta en clave, justamente, nacional.

Andalucía ha sido, en verdad, un test y ha sido sorprendente. Queda por ver si será para mejor o peor.     

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