viernes, 30 de noviembre de 2018
Se despide noviembre
Hoy finaliza noviembre y nos deja a las puertas del
invierno. Da el testigo a diciembre para que completemos el ciclo con el que
contabilizamos nuestra vida en años y en recuerdos de un pasado cada vez más cargado
de trastos viejos y rancias vivencias. Un noviembre con días benignos y, también,
aciagos, como esas jornadas soleadas que alternaron otras lluviosas y frías que
nos fueron habituando a las inclemencias que se avecinan. Cumplió su cometido
gris y anodino de mes cuya mayor significancia es honrar a los difuntos y
entristecer el ambiente, impregnando las horas de melancolía. Hoy se despide noviembre
del calendario, dejando la última página de un solitario diciembre como recordatorio
de la fugacidad del tiempo y lo baldío de cualquier empeño. Sin pena ni gloria
desaparece noviembre del mismo modo que una hoja a merced de la corriente, aunque
esa hoja seamos nosotros y el río, la vida. Por eso digo adiós a noviembre, para
no olvidar que también nosotros nos despedimos mientras flotamos.
miércoles, 28 de noviembre de 2018
Un susto
No es que fuera asustadizo, pero sí realista. Era consciente
que había alcanzado esa edad en la que, en cualquier momento, un quiebro en la
salud, más indeseado que improbable, podía cercenar su porvenir de esperanzas y
proyectos. Y aunque presumía de obstinado optimista por naturaleza, aquellas
toses recurrentes y la prueba que el especialista le había solicitado, lo
obligaron a adivinar nubarrones en su vida y prestar atención a las señales de
fatiga que su organismo comenzaba a enviar cada vez con más frecuencia. Salió
de la consulta con el susto nublando sus ojos, pero con el propósito de no
dejar que afectara a sus hábitos cotidianos y menos aún que lo percibieran su
familia y amistades. Se lo guardó en su mente como solía con las malas
noticias, hasta que no hubiera más remedio que reconocerlas. Ni siquiera su
mujer, que finalmente le acompañó a la prueba, tuvo posibilidad de descubrir en
sus palabras y comportamiento algún indicio del temor que anidaba en su
interior y que, a veces, lo desvelaba por las noches, cuando los pensamientos
vagan por la oscuridad sin que la
voluntad pueda sujetarlos.
Tuvo que aguardar dos meses para que el especialista le
informara del resultado de la prueba. Dos meses de un terror secreto que se
alimentaba de la espera y la incertidumbre del diagnóstico. Y como todas las
personas que se ven atormentadas por una enfermedad repentina, buscaba razones
para esa mala suerte que arbitrariamente pudiera golpearlo en la peor de las alternativas,
confirmando las sospechas del médico y los augurios que no podía ignorar. Aquel
optimismo innato con que afrontaba hasta entonces los contratiempos parecía
haber sido doblegado por la inevitable probabilidad de la fatalidad, justamente
cuando más lo necesitaba. Ninguna distracción lograba aliviar una pesadumbre
que lo devoraba por dentro sin borrarle la sonrisa de los labios. Era su manera
de ser: fuerte por fuera y débil por dentro, una careta de valentía que disfrazaba
a un tímido acobardado.
Por eso, cuando llegó el día de enfrentarse a la verdad, le
sudaban las manos y el corazón aporreaba su pecho. Llevaba el periódico
arrugado de amortiguar una intranquilidad que sólo él percibía y un móvil
cómplice en el bolsillo por si tenía que implorar esa ayuda que hasta entonces
creía innecesaria. Se sentó en el borde de la silla con la despavorida sensación
de un condenado que aguarda el castigo. Durante los minutos, que le parecieron eternos,
en los que el facultativo consultó en el ordenador su historial médico y el informe
de la prueba, él se entretuvo en observar el frío y desangelado habitáculo de
la consulta y la cara inexpresiva de la enfermera, indiferente a las angustias
de los pacientes que diariamente pasaban por allí.
Y en el preciso instante en que el médico le comunicó que
nada maligno se había detectado en la prueba, él recobró su tenaz optimismo.
Abandonó aquella habitación blanca e impersonal con la ligereza de quien ha
sido liberado de un peso enorme y con la impaciencia del que no quiere malgastar
más tiempo en temores inútiles que nada resuelven. Envió a su mujer un mensaje que
ella estaba acostumbrada a recibir: “no problem”. Y respiró tranquilo. Todo
había un susto. Un susto que él se había tomado demasiado en serio.
lunes, 26 de noviembre de 2018
Cookies ideológicos
Era cuestión de tiempo -y de cinismo- que la recopilación de
los perfiles ideológicos o políticos de los usuarios de internet acabara
realizándose con el mismo descaro con que se mapean nuestros gustos para
atiborrarnos de anuncios publicitarios cada vez que visitamos páginas on line o adquirimos cualquier producto
y utilizamos cualquier servicio por internet. Lo que ya venían haciendo de
manera encubierta desde hace mucho tiempo múltiples agencias de inteligencia de
todo el mundo -como NSA (Agencia Nacional de Seguridad de EE UU, que monitorizó
las comunicaciones de ciudadanos de todas las latitudes e interceptó más de 60
millones de llamadas telefónicas en España) y otras muchas dedicadas a la
vigilancia informática-, ahora también lo podrán hacer los partidos políticos españoles
para ofrecernos en la bandeja de la pantalla una “oferta” política afín a
nuestro perfil ideológico. Es lo que faltaba en el control de las personas para
que ningún resquicio de la intimidad individual, incluyendo el pensamiento y la
tendencia ideológica, quedara al margen de la explotación comercial y, desde ahora
y de manera legal, también política.
Tal es el peligro que se deriva de la nueva Ley de Protección de Datos y Garantía de los
Derechos Digitales aprobada recientemente por el Senado, al incluir un
artículo, el 58 bis, que permite que, por interés público, los partidos
políticos, coaliciones y agrupaciones electorales puedan recopilar y elaborar
bases de datos sobre la ideología de los internautas para la realización de
actividades de propaganda electoral a través de medios electrónicos. El único
límite establecido es que los datos se extraigan de “páginas web y fuentes de
acceso público”. Esta práctica, que estaba vetada a todo tipo de empresas y
organizaciones e impedía el envío de propaganda si no existía un consentimiento
previo, se consiente ahora sin ningún tipo de restricción a los partidos
políticos, los cuales podrán inundar a los usuarios de Internet de spam (basura propagandística) durante
las campañas electorales a partir de perfiles elaborados con “cookies”
ideológicos, y sin ningún consentimiento expreso.
Para la Plataforma en Defensa de la Libertad de información
(PDLI), resulta “escandaloso” que esta ley vaya a posibilitar en nuestro país
actividades, como las que desarrolla Cambridge Analytica (CA), basadas en el
envío masivo de propaganda electoral personalizada (microtargeting) sin
consentimiento de los usuarios, que convierten los datos personales en
mercancía electoral y, lo que es peor, en un arma de influencia esencial de la
opinión pública. Basta con recordar, para valorar el peligro al que nos
referimos, que esa consultora británica fue acusada de manipular los datos de
50 millones de usuarios de Facebook con mensajes personalizados para influir en
la campaña electoral de Donald Trump, en 2016. Y que la filial norteamericana
de la misma aseguró tener información de más de 230 millones de electores
estadounidenses, con la que elabora estrategias y útiles de comunicación que
ofrece a empresas y organizaciones políticas interesadas en sus servicios.
Esa capacidad de “perfilar” las tendencias e ideologías de
los ciudadanos se pone ahora a disposición de los partidos políticos de España
para que la utilicen en el diseño de sus campañas electorales, sin que los
usuarios de internet tengan conocimiento de que sus datos y opiniones son
recogidos y archivados sin su consentimiento. Y aunque la finalidad es
publicitaria, no es de extrañar que las posibilidades que brinda una
herramienta de vigilancia informática de esta naturaleza abarque otros objetivos
menos bondadosos. Porque, más allá de las “buenas intenciones” de las consultoras
especializadas en el “big data” con fines publicitarios, existen muchas agencias
dedicadas al spyware, es decir, a
elaborar software de vigilancia del espacio virtual que rastrean todo tipo de
información para prevenir, presuntamente, delitos. La NSA no es la única interesada en
recopilar datos de los internautas, aunque sí la más poderosa y conocida, que
se sepa, sin contar lo que hacen las rusas interfiriendo en los comicios de medio mundo.
Si cada formación política puede elaborar su propia base de
datos con el propósito de conocer el perfil ideológico de los usuarios de
internet, más que una Ley de Protección de Datos, lo que se está legalizando es
la manipulación de las tendencias ideológicas de los usuarios con fines
partidistas, permitiendo la proliferación de tantas NSA como partidos políticos
haya en España. Un peligro del que ya advirtió la ONU en 2014, cuando publicó un
informe para alertar de que la recopilación masiva de datos personales “elimina
cualquier consideración de proporcionalidad” y “genera interferencias” con el
derecho a la privacidad.
Sin embargo, en España todos los partidos con representación
parlamentaria votaron a favor de esta Ley en el Congreso de los Diputados, eximiéndose
a ellos mismos, mediante el artículo 58 bis, de las restricciones que
garantizan la protección de los datos personales y que, en todo caso, exigen el
consentimiento previo de sus titulares a la hora de elaborar perfiles
ideológicos basados en sus opiniones políticas. Y aunque la Agencia Española de
Protección de Datos ha salido al paso para recordar que no va a permitir el
tratamiento de datos personales con tal finalidad, se mantiene la incredulidad
de que, realmente, pueda impedir lo que la ley posibilita tan claramente, que
es, simple y llanamente, espiar a los ciudadanos para elaborar el perfil
ideológico de los votantes. Un aspecto de nuestra intimidad expuesto a ser
almacenado por cookies ideológicos y que ha pasado a ser legal con esta ley,
dejándonos completamente desnudos ante quienes nos escudriñan por internet.
viernes, 23 de noviembre de 2018
Despeñado por la obsolescencia
La vida, como expresó Dante, es un camino a mitad del cual el
poeta florentino emprendió la elaboración de La Divina Comedia, una joya de la
literatura universal que dejó boquiabiertos por su belleza a cuantos vinieron
detrás de él. No aclaró que ese camino era cuesta arriba en su mayor parte,
pero que superados dos tercios largos de su recorrido se produce un cambio de
rasante que nos hace descender, ir cuesta abajo. Tan ingrata es, para algunos,
esa bajada final del camino que, alterando el orden de los tramos versificados
por el poeta, los trechos a transitar nos conducen por el Paraíso, el Purgatorio
y el Infierno descritos por Dante, pero en orden inverso. Porque a partir del
último recodo nos despeñamos por una espiral de obsolescencia que nos hace sentir,
por la mengua de capacidades y la irrupción de molestias y complicaciones de todo tipo, un infierno aborrecible e indigno de una vida que apura el final
del trayecto con ansias de liberación y descanso. Y aunque cada caminante afronta
ese reto de distinta manera, serán la experiencia individual y las
expectativas de futuro las que determinen el orden de esos trayectos y las
vivencias que nos deparen. En cualquier caso, es inevitable pero conveniente que
la senectud sea la acompañante fiel en esas últimas vueltas y, con ella, los
obstáculos o las facilidades con que las abordaremos. Pero para muchas
personas, por no decir casi todas, esa compañía parecerá una pesada carga
que lastra la marcha con torpezas, olores y flaccideces que tanta repugnancia
nos provocaron en otros, aun familiares, restándole ilusión y fuerzas al empeño. Y es en tales
casos cuando apurar las vueltas finales del sendero supondrá una caída por el
despeñadero de la obsolescencia, del que Dante no nos previno en ninguno de sus
cantos. Algo así como tropezar con el infierno al final del camino.
*¡Oh insensata avidez de los mortales,/débiles son los silogismos esos/que os hacen aletear a ras de tierra! Canto XI, versos 1-3 del Paraíso de La Divina Comedia. Dante Alighieri.
Sin embargo, no podemos caer en el engaño. Sabíamos que la obsolescencia biológica es insoslayable
pero indeterminada en todo ser viviente. Que aparecerá sin anunciar cuándo ni
cómo. Y que a veces su presencia es imperceptible y discreta; y otras, violenta
y traicionera. En ocasiones, tardía, aunque también temprana. Que lo único
cierto es, en definitiva, que llega y nos envilece, arrebatándonos fuerzas y motivos
para ser leales a la vida y no traicionarnos a nosotros mismos ni a nuestra
propia memoria. Y que por mucho que aleteemos en la vida con insensata avidez de
mortales, lo hacemos a ras de suelo, al que acabaremos cayendo*. Es el destino
que nos tiene reservado la obsolescencia. Un despeñadero por el que podemos caer con la
elegancia de quien asume el precio de su existencia o con el patetismo del desagradecido
contrariado. Admitámoslo.
______________*¡Oh insensata avidez de los mortales,/débiles son los silogismos esos/que os hacen aletear a ras de tierra! Canto XI, versos 1-3 del Paraíso de La Divina Comedia. Dante Alighieri.
miércoles, 21 de noviembre de 2018
Elecciones: el test andaluz
Andalucía afronta, el próximo 2 de diciembre, unas
elecciones autonómicas que representan un test a la política nacional después
de un período caracterizado por la exacerbación de los conflictos territoriales
y la confrontación ideológica (aquel “no es no”), escenarios en los que han participado
las nuevas formaciones que decían aborrecer los viejos métodos del denostado
bipartidismo y querer limpiar los lastres de una democracia supuestamente cautiva
por lo que denominaban la “casta”, el establishment
surgido de la Transición.
Adelantadas escasos tres meses de su mandato cuatrienal, las
elecciones andaluzas han sido forzadas por la ruptura del acuerdo de investidura,
alcanzado entre el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) -eterno ganador en
Andalucía- y Ciudadanos (Cs) -la nueva formación conservadora de España-, que posibilitó
al PSOE, pilotado por Susana Díaz, formar el gobierno de la Junta de Andalucía.
Es evidente que estas elecciones han sido decididas cuando convenían a los dos
partidos que, durante toda la legislatura, han dado estabilidad al Gobierno
andaluz, aunque de cara a la galería quieran ahora exteriorizar diferencias teatrales
por supuestos incumplimientos en el programa pactado. La realidad es que gran
parte del pacto, un porcentaje superior al 80 por ciento de aquellas 70 medidas
que figuraban en el mismo, se ha materializado en iniciativas legislativas de
gran calado, como elevar el importe exento, hasta el millón de euros, del
impuesto de sucesiones, entre otras.
Pero próximas, en todo caso, las citas electorales previstas
para 2019 (autonómicas, municipales, europeas y, probablemente, generales),
ambos partidos han considerado oportuno diferenciarse de cara al electorado e
identificar sus respectivas propuestas, sin correr el riesgo de que se
confundan por su íntima colaboración gubernamental, siempre monopolizada a
favor del partido que gobierna. Tanto PSOE como Ciudadanos, en Andalucía,
comparten interés en aprovechar una coyuntura nacional que creen propicia para
sus objetivos, puesto que estiman
favorable el acceso al Gobierno Central del Partido Socialista y la
preponderancia que ello ofrece de dictar la agenda política del país, y la
debilidad y el rechazo que muestra el Partido Popular, tras ser derrotado por
una moción de censura, que instala en Ciudadanos el convencimiento de poder captar
el voto conservador desilusionado con los populares.
Era, por tanto, el momento idóneo en ambos partidos para
convocar a urnas en Andalucía: uno, para retener el timón de la Junta de
Andalucía; y otro, para convertirse en la segunda fuerza política de la región,
dando sorpasso al PP y acariciando la
posibilidad de liderar una coalición conservadora que pueda, incluso, propiciar
el relevo de los socialistas, tras casi cuarenta años, en los gobiernos de
Andalucía durante todo el período democrático. Y ambos objetivos, que ofrecen
una lectura nacional, tienen una enorme trascendencia de cara a las próximas citas
electorales, ya que de los resultados de estos comicios se podrá conocer, no
sólo las preferencias y expectativas de los andaluces, sino también las
tendencias políticas determinantes en el futuro inmediato del país.
Representan, en tal sentido, un test “in vivo” de la realidad política
nacional.
![]() |
Candidatos del PSOE, PP, Adelante Andalucía y Ciudadanos |
Para el Partido Socialista en primer lugar. Tanto Pedro
Sánchez (secretario general del PSOE federal y presidente del Gobierno de la
Nación) como Susana Díaz (secretaria general del PSOE andaluz y presidenta de
la Junta de Andalucía) encarnan actitudes y enfoques divergentes en la
formación en la que ambos militan. De hecho, fueron contrincantes en las primarias
para la elección del líder de la formación, que finalmente consiguió el
primero. Los dos se repelen, pero se necesitan. Con Sánchez en La Moncloa y sus
políticas de recuperación de derechos sociales y las medidas de alivio contra
la severa austeridad impulsadas por su gobierno, en Andalucía pueden presumir
de rescatar inversiones públicas, darle la vuelta a los recortes en Sanidad,
Educación y Dependencia, y favorecer la creación de empleo con estímulos
fiscales y legales. Los dos PSOE y sus dos almas (la pragmática y la utópica)
convergen en una ambición común: gobernar. Y al ser Andalucía la comunidad autónoma
más grande de España por número de habitantes, el granero andaluz, por votos y
diputados que sienta en las Cortes, se convierte en indispensable para
cualquier expectativa de gobierno en España. Y ello ha sido así desde aquellas
primeras elecciones autonómicas, de mayo de 1982, en las que el PSOE ganó 66
escaños en el Parlamento andaluz (mayoría absoluta), posibilitando, sin duda alguna,
el triunfo histórico del primer gobierno socialista de la democracia, en
octubre de ese mismo año. Por ello, Pedro no puede dejar caer a Susana y ésta recurre
a él como garantía del compromiso del Gobierno con Andalucía. Esta es una de
las claves del test de las elecciones andaluzas.
Sin embargo, aunque el PSOE andaluz gane las elecciones, no
lo hará en cuantía suficiente para gobernar en solitario. Incluso se estima que
Susana Díaz, aun siendo la candidata más votada, no podrá impedir ser la que
peores resultados obtenga de todos los que la precedieron en el cargo, según
las encuestas. Conseguirá una victoria complicada, con todos los demás partidos
en contra, deseando desalojarla de la Junta. Toda la campaña de su exsocio de
gobierno, Ciudadanos, ha girado en torno a poder relevar a los socialistas del
Gobierno andaluz, contando con el apoyo del Partido Popular (que será el gran
derrotado), si la aritmética parlamentaria se lo permite. Y la formación “afín”
(es un decir) en el espectro de la izquierda, Podemos (en Andalucía, Adelante Andalucía,
en coalición con los comunistas de Izquierda Unida), nunca ha sido un
interlocutor “amistoso” dispuesto a entenderse con los socialistas andaluces,
aunque sí lo haga en Madrid, apoyando a Pedro Sánchez. No se sabe si, llegada
la tesitura, preferiría un gobierno de la derecha en vez de izquierdas. Antecedentes
de “pinza” entre comunistas y conservadores para obstaculizar un gobierno
socialista se han dado, pero con consecuencias desastrosas para la pata
izquierda de la pinza, y ventajosas para la pata derecha. A pesar de todo, Andalucía
ha contado con gobiernos de coalición, formados por PSOE y PA (ocho años) y PSOE
e IU (tres años). Todas las alternativas que se abren tras los resultados de
las elecciones andaluzas forman parte del test en clave nacional.
En cuanto a la derecha, la extrapolación de los resultados
servirá también para medir, por un lado, el deterioro real del Partido Popular,
y, por otro, la cuantificación del crecimiento de Ciudadanos. Ambos partidos
luchan encarnizadamente en la región por ganarse la confianza del electorado
conservador, imprescindible no sólo para obtener posibilidades de gobernar en
Andalucía -lo que obliga a tener implantación también en el área rural del
interior-, sino para ganar músculo con vistas al ring estatal, donde la cuestión
catalana y la tirria hacia Pedro Sánchez dominan el debate. Tal es la razón por
la que los líderes nacionales de los dos partidos conservadores acompañen
continuamente a sus candidatos en la campaña andaluza. Pablo Casado, presidente
del PP tras la dimisión de Rajoy, se juega su liderazgo en Andalucía, donde pone
a prueba el giro ultranacionalista y radical que ha implementado en su
formación, con intención de atraer los votos fugados a Cs y disputar el espacio
que le roba VOX, un grupo de extrema derecha que aprovecha los vientos del
nacionalismo xenófobo que soplan en Europa, Estados Unidos y Brasil, por citar
algunos lugares. Por su parte, Albert Rivera, el líder de Cs, consciente de que
su partido experimenta un auge gracias a los votantes descontentos del PP y, en
menor medida, de los socialistas, pretende catapultarlo como la segunda fuerza
en Andalucía y convertirlo en líder de la oposición en el Parlamento andaluz, arrebatándole
ese puesto y “privilegio” al PP.
Parece que, con mucha probabilidad, Cs será el único partido
que consiga un incremento manifiesto, en votos y diputados, con respecto a las
elecciones de 2015. Y tantas resultan sus expectativas de crecimiento que no
descartan la posibilidad de gobernar en Andalucía si la bancada parlamentaria
de la derecha logra superar la de la izquierda. Ya son primera fuerza en
Cataluña, aunque continúan en la oposición, borrando casi totalmente la representación
del PP de aquella comunidad. En Andalucía, donde el PP se hunde pero no
desaparece, podría producirse una situación de bloqueo que impediría la
investidura de Susana Díaz y obligaría repetir las elecciones, si no logra más
síes que noes. Y la voluntad de Cs es intentarlo como sea, coincidiendo con los
objetivos del PP. Si lo consigue, podría alargarse la convocatoria de nuevas
elecciones hasta los primeros meses del año próximo, cuando se sospecha que se
celebrarían elecciones generales a las que estaría abocado el Gobierno de Pedro
Sánchez al no poder aprobar los Presupuestos Generales del Estado. Todos los líderes
andaluces, aparte de la gobernabilidad de la Comunidad Autónoma, tienen en cuenta
este horizonte y barajan sus posibilidades en función del mismo. Lo que suceda
en Andalucía va influir, en mucha medida, en el futuro inmediato de España. De
ahí que estas elecciones constituyan un auténtico test para la política
nacional. Lo que creo desafortunado porque nos distrae de los verdaderos problemas
que preocupan a los andaluces y que deberían ser el centro primordial del
debate, con son el paro, la falta de oportunidades, la delgadez de un sector
industrial potente, las limitaciones de una economía basada sólo en la
agricultura y los servicios, el abandono escolar y el oscuro futuro de los
universitarios recién graduados, la inmigración y emigración que llega y sale
de la región, las drogas y la delincuencia que atrapan a nuestros jóvenes, lo
violencia machista y la desigualdad social, la cohesión territorial y la corrupción
que anida en la política y las instituciones. ¿Servirán estas elecciones para intentar
resolver algunos de estos asuntos?
martes, 20 de noviembre de 2018
La razón y la fuerza
Hoy es el 43º aniversario de la muerte de Francisco Franco y, antier, los nostálgicos de la dictadura se congregaron en la Plaza de Oriente de Madrid, donde el dictador solía arengar brazo en alto a las masas, para conmemorar, me imagino, su sangrienta memoria. Como este es uno de los escasos países que todavía permite enaltecer a fascistas y dictadores que se caracterizaron por abominar de la democracia y pisotear derechos civiles, cuando no por ejecutar a sus oponentes, unas activistas de Femen ejercieron idéntica libertad de expresión que los franquistas para boicotear la manifestación mediante la exhibición de inscripciones en sus pechos desnudos con el lema “Fascismo legal, vergüenza nacional”, y luciendo en sus espaldas un escudo preconstitucional, tachado con una cruz roja, con el mensaje “Stop 20-N”. Los argumentos que movían a los participantes de ambas manifestaciones quedan explícitos en la imagen que reproducimos, en la que una mujer abofetea a una activista. Es evidente que, mientras unos recurren a la fuerza de la razón, aun con una performance provocativa, otros prefieren la razón de la fuerza, sin disimular su inclinación a la violencia. Como gustaba al dictador.
viernes, 16 de noviembre de 2018
¡Como sigan buscando, encontrarán!
Eso es lo que le decía un paciente cargado en años a su
médico cada vez que le comunicaba que iba a pedirle nuevas analíticas: que de
tanto buscar, algo encontrarán porque, a su edad, nada podía estar como cuando
se es joven. Y es lo que he pensado al leer la noticia de que los astrónomos
han descubierto un nuevo exoplaneta a ¡sólo! seis años luz de nosotros. Con la
de estrellas que hay en el cielo, como sigan rastreándolo, acabarán encontrando
no uno ni dos, sino innumerables planetas girando en torno a ellas, como hacen
los planetas de nuestro Sistema Solar. Y no es que no existan, es que no somos
capaces de detectarlos con la tecnología que actualmente poseemos. Cada vez que
afinamos los instrumentos que disponemos para ello, hallamos un nuevo cuerpo
celeste o exoplaneta que viene a plantearnos más preguntas que respuestas a
nuestros conocimientos sobre el Universo.
En esta ocasión, se trata del segundo exoplaneta más cercano
a la Tierra, ubicado en una órbita alrededor de la estrella Barnard, a seis
años luz de nosotros. El planeta, denominado con no mucha imaginación Barnard
b, aparenta tener un tamaño tres veces mayor que el nuestro, y no se sabe si es
rocoso o gaseoso como Júpiter, ya que se desconoce su composición. Un año en ese
exoplaneta dura 233 días y, por el tipo de estrella a la que orbita, su
temperatura es de unos 170 grados bajo cero. Y es que su estrella, de la
categoría de enana roja, es pequeña y de tenue actividad, por lo que la energía
que irradia hacia el planeta es sólo el 2 por ciento de la que recibe la
Tierra. Sin embargo, ese tipo de estrella son las más abundantes del Universo y
en las que se han encontrado los exoplanetas descubiertos hasta la fecha, como
el Próxima b, el más cercano a nosotros, a 4,5 años luz. De ahí que exista un
proyecto para estudiar otras enanas rojas próximas a la Tierra, en las que
se espera encontrar nuevos sistema solares en muchas de ellas, parecidos a los de
Próxima o Barnard.
Y, encontrarlos, los encontrarán si continúan buscando,
como decía aquel viejo paciente a su médico. Pero de ahí a hallar vida, como
desean los optimistas, falta un trecho, el trecho de la singularidad de la vida
en el Universo y de nuestras limitaciones para descubrirla. Aun así, no hay que
dejar de buscar.
miércoles, 14 de noviembre de 2018
Odio a la historia
De tanto propalar el odio o el rechazo al inmigrante, sin
reconocer que ello es consecuencia de una actitud xenófoba o abiertamente
racista, y la insistencia en destacar supuestas diferencias raciales,
culturales, religiosas o lingüísticas para convertirlas en señas de identidad
que nos distinguen o hacen superiores de otros, como pretende todo nacionalismo
excluyente que usurpa el nombre y la voz del pueblo, se acaba desembocando en la
tergiversación o la reinterpretación de la propia historia cuando ésta no
coincide con la idea de país, patria o identidad que habíamos imaginado o pretendían
imponernos los agitadores del populismo más insolidario y manipulador. Alcanzado
este punto de exaltación, no resulta extraño que los más interesados en
reescribir el relato histórico consideren que hechos o personajes que
transformaron el mundo, ensanchando sus límites y ampliando los conocimientos,
no merezcan el reconocimiento y la honra de quienes, en la actualidad, hablamos
o vivimos en los espacios y la cultura que nos legaron, para bien antes que
para mal.
Así, imbuidos en la cerrazón de la intolerancia y el fanatismo,
se puede llegar a derribar estatuas, como ha pasado con la de Cristóbal Colón, erigida
en 1973 en la ciudad de Los Ángeles, en el progresista estado de California de
Estados Unidos, debido a las “atrocidades” que representa el marinero español,
nacido en Génova. Aducen los impulsores municipales de la medida, como
justificación, que no desean que símbolos de la conquista española, al parecer
vergonzante, permanezcan en calles y plazas, ya que representan “la atrocidad del
mayor genocidio de la historia”. Vuelve a resurgir, así, si es que alguna vez se
había ido, la vieja “leyenda negra” que desató el descubrimiento de América por
parte de marinos del imperio español en el siglo XV. Y vuelve, con renovados
bríos revisionistas, a lomos de ese odio que se propala contra el diferente, el
foráneo, el otro. Odio, en esta ocasión y este tiempo, a todo lo que signifique
ser hispano en los Estados Unidos de Donald Trump, el presidente empeñado en
una batalla por la supremacía blanca, protestante y anglosajona, como señas de
identidad de su “América, primero”. Empeño extraño en un país forjado por
colonos llegados a esas tierras y que no dudaron en reprimir, aniquilar o aislar
a las comunidades indígenas que encontraron a su paso, durante su “invasión” de
este a oeste.
Habían sido políticos de ascendencia italiana, que no
españoles, los que impulsaron el “Columbus Day” en diversas ciudades
norteamericanas a finales del siglo pasado, efemérides que aprovechó una
asociación de esa nacionalidad, del sur de California, para regalar la estatua
del navegante que se ha retirado de un parque del centro de Los Ángeles. En
contra de tales actos y de las efigies y placas que hacen alusión al
“descubrimiento” de América, existe en EE UU un movimiento revisionista que
niega el hecho del descubrimiento por parte de conquistadores españoles, a los que
siguieron portugueses, británicos y holandeses, y que, en cualquier caso, consideran
a Colón como “el padre fundador del genocidio en el Nuevo Mundo”. Aunque la
inmensa mayoría de los historiadores no cuestiona la hazaña del almirante
genovés y lo que supuso, aun en la errónea creencia de alcanzar Asia, para la
conquista de nuevos espacios que agrandaron el mundo, ningún especialista en
Historia considera el descubrimiento de América como una campaña de exterminio
o genocidio planificado, a pesar de los destrozos, enfrentamientos y choques
culturales que se originaron entre los conquistadores españoles y las
poblaciones nativas a la hora de colonizar un vasto territorio que se extendía
desde California hasta la Tierra del Fuego.
Quienes persiguen modificar a su antojo la historia, además
de derribar estatuas, se verán obligados a cambiar el nombre de muchas de las ciudades
del sur de EE UU, incluida Los Ángeles, fundadas por esos conquistadores de los
que ahora reniegan, e inventarse un nuevo origen que sea ajeno a su pasado colonial
español. Desde San Francisco a San Agustín (la capital de la Florida española),
pasando por San Diego o Santa Fé, la huella histórica de la conquista española en
América es indeleble, incluso en la nominación de ocho de los 50 estados que
conforman el actual EE UU (Colorado, Florida, California, Montana, Texas
–Tejas-, etc.). Difícil cometido tienen, por tanto, estos impulsores del revisionismo
histórico para elaborar un nuevo relato del papel del antiguo imperio español
en América que encaje con su visión victimista de un nacionalismo enemigo de la
diversidad y la realidad histórica.
Incluso invocando torticeramente una supuesta intención exterminadora
o genocida en la gesta española, los revisionistas verán difícil tergiversar
unos hechos acreditados documentalmente por historiadores e investigadores rigurosos
en Ciencias Sociales. Entre otros motivos, porque el papel de los tópicos y las
leyendas interesadas, al servicio de intereses ideológicos del presente, han
sido suficientemente contestados desde la veracidad histórica y la
documentación científica. De hecho, la hispanofobia y las exageraciones sobre
las iniquidades en la conquista de América por los españoles han quedado
demostradas como productos de una propaganda tan antigua como el viejo imperio
español, que ya en su tiempo tuvo que enfrentarse, como cabeza del mundo
católico, al anglosajón y el mundo protestante. Una propaganda que oculta que mataron
más las epidemias, como la de viruela, que las espadas de los españoles. O que
el “genocida” imperio español fue pionero en reconocer derechos a los pueblos
indígenas y en “modernizar” sus sociedades con hospitales, colegios, iglesias,
vías de comunicación, ciudades y una lengua que hoy es patrimonio de más de 400
millones de personas en América, y segundo idioma entre los hablantes de
Norteamérica.
Además, llama la atención, en este resurgir de la
hispanofobia en EE UU, que la iniciativa para retirar la estatua de Colón de
Los Ángeles proceda de un concejal descendiente de una tribu de Oklahoma, un
representante de una comunidad indígena que no repara en las masacres de indios
causadas en la conquista del Oeste por colonos anglosajones. Ni en la práctica
desaparición de pueblos y su cultura, aislados en el mejor de los casos en
reservas de confinamiento, sin la oportunidad de fundirse con los
conquistadores, como hicieron los españoles a través del mestizaje,
incorporando así la cultura indígena a la suya propia y dando lugar a una nueva
realidad nacional que se manifiesta en la geografía de Hispanoamérica. No en vano
aquel “denostado” imperio español consiguió perdurar durante tres siglos, sin
que ningún otro fenómeno expansivo de Europa pueda comparársele, como explica
María Elvira Roca Barea en su muy recomendable obra Imperiofobia y Leyenda Negra.
Es lo que tiene dejarse llevar por el odio: que se acaba
odiando la propia historia cuando no concuerda con nuestros prejuicios o se la quiere
interpretar con los ojos e intereses del presente. Esa ofuscación odiosa no permite
comprender que los imperios existen, entre otras cosas, porque proporcionan
mejoras a la mayoría de la población en amplios territorios, y son superados
cuando éstas empeoran. Por eso, aunque el odio hacia lo hispano sea marca del
actual inquilino de la Casa Blanca y de los revisionistas que pretenden
reescribir la historia, la realidad es que en el sustrato de la identidad y la
cultura de América, incluido parte del territorio de EE UU, se hallan los genes
que, queramos o no, nos convierten en herederos de lo que, en palabras escritas
precisamente en Los Ángeles, en 1916, por Charles F. Lummis, “fue la más
grande, la más larga, la más maravillosa serie de valientes proezas que
registra la historia”, cuando se refiere a la exploración de las Américas por
los españoles, en su libro Los
descubridores españoles del siglo XVI (citado por Roca Barea, M. Elvira, Imperiofobia y Leyenda Negra, pág. 293). Conocer la historia
nos permite conocernos a nosotros mismos y evitar las manipulaciones.
lunes, 12 de noviembre de 2018
El tiro errado
Un vecino de la localidad de Tarrasa (Cataluña) ha sido
arrestado por difundir mensajes en las redes sociales en los que afirmaba
querer asesinar de un tiro al Presidente del Gobierno por promover la
exhumación de los restos de Franco del Valle de los Caídos. Decía estar
dispuesto a sacrificarse por España. Que la persona en cuestión sea un
introvertido, soltero, aficionado a las armas de fuego, deportista, vigilante
de seguridad y franquista nostálgico no es lo más llamativo del caso. Lo
sorprendente es que explique su intención de sacrificarse por España, no por la
ruptura del Estado que persigue el independentismo de la Comunidad en la que
habita, sino por la iniciativa del Gobierno de retirar la sepultura de un
dictador de un lugar público que posibilita su exaltación. Es el detalle que
revela una mente delirante que yerra el tiro de su argumentación, cuando
ninguna sirve para justificarlo, e imposibilita, afortunadamente, al
francotirador su propósito al publicitarlo sin disimulo en los foros de
internet.
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Arsenal del francotirador |
Demencias semejantes, que banalizan la violencia y la
muerte, abundan entre las personas que nos cruzamos por la calle sin que nos
causen alarma ni especial preocupación. Estamos inmunizados de tantas barbaridades
y desvaríos que los consideramos normales en los tiempos que corren. Desde levantar
muros en la frontera para impedir la inmigración, facilitando que muchos fallezcan
en el intento, hasta obligar que sean las víctimas las que paguen los efectos
de una crisis económica, condenándolas a la pobreza y la marginación, son
algunos de ellos. O que los tribunales fallen que los usuarios asuman los gravámenes
que corresponden a los especuladores financieros. Incluso que los
independentistas exijan disculpas al rey de España por recordarles el respeto que
deben a la Constitución que todos nos dimos.
Por eso, que ahora salga un loco anunciando su voluntad de
provocar un magnicidio por el traslado de una momia, apenas causa perplejidad,
salvo por el hecho de errar el tiro. El tiro de la justificación... y el de la
bala, gracias a Dios. sábado, 10 de noviembre de 2018
Pagaremos lo que nos eximen
E
Los usuarios y consumidores ya están acostumbrados a que se
les endose cualquier carga que en teoría debería corresponder al ofertante y no
al demandante de un bien o producto, sean bolsas de plástico en las tiendas
o el franqueo de un envío postal de los bancos. El socorrido epígrafe de
“gastos de gestión u otros gastos” ya se encarga de trasladar al comprador todo
gasto que genere una transacción comercial, aparte del precio. Será cuestión de
tiempo, en coherencia con lo fallado por el Supremo, que hasta el aire que respiramos, acondicionado
o no, será gravado adicionalmente en la proporción que corresponda con
cargo al adquirente de cualquier bien o servicio, bajo la etiqueta de preservar
la sostenibilidad atmosférica y combatir el cambio climático.
El Tribunal Supremo, con su espectáculo impropio e inaudito,
ha contribuido de manera determinante en tal sentido, dando pie que los
poderosos del sistema mercantil capitalista sigan dictando las normas y
condiciones que rigen su actividad, en detrimento siempre de los ciudadanos
consumidores. Una facultad que ejercían de manera velada y que ahora ha quedado
pública y legalmente clara. Y es que la ley, por si alguien lo ignoraba, nunca
ha dejado de avalar siempre al poderoso, que es quien la escribe, nunca al débil
e indefenso que la padece, diga lo que diga el Gobierno.
viernes, 9 de noviembre de 2018
De nuevo, Florencia
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Leonardo Da Vinci |
Se trata, pues, de una ocasión única para conocer las
preocupaciones “científicas” del genio del Renacimiento, más valorado por sus
obras gráficas que por su producción filosófica. Dicho manuscrito, en el que Da
Vinci plasma sus observaciones acerca de los movimientos del agua y se interrogaba
por la génesis de los fenómenos o las leyes que los gobiernan, escrito entre 1506 y
1508, es la pieza sobre la que gira la exposición El Código Leicester de Leonardo Da Vinci: agua, microscopio de la
naturaleza”, en conmemoración del quinto centenario de su muerte
(1452-1519) y que ya se puede contemplar en la Galería de los Uffizi, formando
parte de un espectacular montaje multimedia que, mediante seis pantallas
interactivas, permite rastrear en detalle las páginas del Código y, lo que es
mejor, acceder y entender su contenido. Cosa necesaria, ya que el Código forma parte de un tratado elaborado con una escritura diminuta y de forma especular
(escrito de derecha a izquierda y sólo legible con un espejo).
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Galería de los Uffizi |
En el mismo museo de la Galería de los Uffizi se exhiben, además,
piezas pictóricas que jamás se podrán ver fuera de Florencia, como el Bautismo de Cristo y La Anunciación y Adoración de los Reyes
Magos, pertenecientes asimismo a Da Vinci, lo que completa una visión
global de este genio renacentista que se interesó por la física, la arquitectura,
la biología, la botánica, la escultura, la filosofía y, naturalmente, la
pintura. Todo ello permite percibirlo como un artista en el que existe
relación entre sus estudios científicos, sus observaciones de la naturaleza y lo
que pintaba. Y tal comprensión llega a ser accesible gracias a exposiciones como
ésta, que nos muestran tesoros que, prácticamente desconocidos o ilegibles, revelan
al verdadero, complejo y completo Leonardo Da Vinci. Una ocasión más para
visitar Florencia, por si hiciera falta alguna excusa.
miércoles, 7 de noviembre de 2018
...y suspenso de Trump
Decíamos ayer que hoy sabríamos el resultado de las
elecciones legislativas celebradas en EE UU, y lo que sabemos es que Trump, que
las había asumido como una especie de reválida de su gestión a mitad de mandato,
ha suspendido. No ha aprobado el martes de reválida en que se renovaba la
Cámara de Representantes y un tercio del Senado, a pesar de que su nombre no
figuraba en las papeletas de voto. El Partido Demócrata ha logrado arrebatar a
los republicanos la mayoría en la Cámara Baja, aunque no ha podido repetir ese
triunfo en el Senado, donde el partido al que pertenece Trump reafirma el
control de la mayoría. Este triunfo parcial de los demócratas o derrota parcial
de los republicanos, obliga al presidente a negociar cualquier iniciativa
legislativa con el Congreso y permite a la oposición imponer limitaciones al
programa ultraliberal y proteccionista de la Casa Blanca. Y ello, para Donald
Trump, es un suspenso en toda regla, puesto que se había involucrado en estas
elecciones de manera directa y personal, como si su cargo estuviera en juego.
Los norteamericanos han decidido poner freno con su voto a
la alocada carrera de un presidente que divide al país y causa verdaderos estropicios
en la convivencia interna y en las relaciones internacionales. Han querido
frenar la abusiva y sectaria política de Trump, quien ya es considerado, aún
sin terminar su mandato, el peor mandatario de la historia de EE UU por su
imprevisibilidad, radicalismo, misoginia y xenofobia. La división de poderes y
unas elecciones por separado han devuelto la racionalidad democrática a la
política del país más poderoso del mundo, simplemente por posibilitar que la
oposición de los demócratas pueda impulsar leyes, controlar la labor del
Ejecutivo y abrir comisiones de investigación desde la Cámara de Representantes
sin las interferencias y manipulaciones que procedían de un Ejecutivo acostumbrado
a imponer su voluntad sin discusión. Definitivamente, Donald Trump ha
suspendido la reválida del martes.
martes, 6 de noviembre de 2018
Martes de reválida
La democracia norteamericana ofrece contrapesos que
equilibran el poder político para evitar toda tentación absolutista de su
sistema presidencialista. Por muy grande que sea la mayoría que consiga un
presidente, justo a la mitad de su mandato se renuevan más de la mitad las
cámaras del poder legislativo, lo que equivale a una especie de reválida que
podría acarrear la pérdida de los apoyos parlamentarios con que contaba el
presidente en su labor ejecutiva. De ahí que las elecciones legislativas que se
celebran hoy en Estados Unidos supongan una especie de examen a la presidencia
de Donald Trump y el motivo por el que se involucra directa y activamente en unos
comicios en los que, formalmente, no está en juego su sillón en la Casa Blanca.
Pero sí su capacidad de llevar a cabo, contando con el beneplácito del Congreso
y el Senado, su programa de Gobierno, por
lo demás altamente controvertido. Se comprende, por tanto, la ferocidad
incendiaria de una campaña electoral, tanto por parte republicana como de los
demócratas, que convierten a estas elecciones en un plebiscito del mandato de
Trump. Ambos partidos se juegan mucho: conservar la iniciativa legislativa del
Presidente o arrebatarle la mayoría parlamentaria en una o ambas cámaras, lo
que permitiría a la oposición de los demócratas influir en sus políticas.
Hasta hoy, los Republicanos tienen mayoría en
ambas cámaras del Congreso, en la de Representantes y en el Senado, y dos
terceras partes de los gobernadores estatales que han de renovar su mandato
también pertenecen a este partido. Este es el poder que permite a Donald Trump
impulsar medidas que causan asombro y sonrojo en otras latitudes, por estar
motivadas más en la xenofobia que por la seguridad, por la preservación de
privilegios de los ricos antes que por una política fiscal equilibrada o por el
proteccionismo económico más que por un intercambio comercial equitativo y
justo con el resto del mundo.
Es difícil hacer conjeturas sobre estos comicios en unos momentos y en una sociedad caracterizados por la crispación y la división. Máxime si la campaña que ha ejercido el presidente Trump ha pivotado sobre las obsesiones que polarizan su mandato: el peligro que achaca a la inmigración y los supuestos beneficios económicos que dice deparan su desregulación medioambiental, el desmantelamiento de la protección sanitaria y su proteccionismo comercial. Asume Trump, pues, estas elecciones como una reválida a su gestión y en defensa de la misma desarrolla una campaña de marcado carácter personal, lo que le permite desviar la atención de las cuestiones y los perfiles de los candidatos que en verdad están en juego: 35 de los 100 miembros del Senado, los 435 escaños de la Cámara de Representantes y 36 gobernadores y otros cargos estatales.
Aunque los resultados sólo pueden arrojar dos posibilidades, que los republicanos conserven la mayoría del Congreso o que los demócratas arrebaten esa mayoría en una o ambas Cámaras, lo cierto es que el presidente más polémico de la historia de EE UU se juega esa confortable mayoría que le permitía gobernar a su antojo, porque, si la perdiera, su capacidad legislativa quedaría limitada, aunque no anulada, y sus políticas irreflexivas y radicales serían discutidas y hasta rechazadas por los legisladores. Mañana lo sabremos.
Tradicionalmente, estas elecciones suponen un duro
revés, salvo contadas ocasiones, para el ganador de las presidenciales de sólo
dos años antes. Y justamente con tal fin fueron pensadas por los padres constitucionalistas.
Aquellos fundadores de la democracia de Estados Unidos estaban escarmentados de
los poderes casi omnímodos de la monarquía inglesa y diseñaron todo un sistema
de gobierno basado en contrapesos que equilibran el enorme poder que asume el
titular de la presidencia. Esta reválida a mitad de mandato tiene ese objetivo:
cuestionar el mandato presidencial, refrendando o castigando la gestión del
partido del presidente, y condicionar, al heredar la composición de las
Cámaras, la de su sucesor en el Despacho Oval. Por ello se eligen separadamente
ambos componentes del poder, tanto del legislativo como del ejecutivo, para que
se equilibren mutuamente.
Es difícil hacer conjeturas sobre estos comicios en unos momentos y en una sociedad caracterizados por la crispación y la división. Máxime si la campaña que ha ejercido el presidente Trump ha pivotado sobre las obsesiones que polarizan su mandato: el peligro que achaca a la inmigración y los supuestos beneficios económicos que dice deparan su desregulación medioambiental, el desmantelamiento de la protección sanitaria y su proteccionismo comercial. Asume Trump, pues, estas elecciones como una reválida a su gestión y en defensa de la misma desarrolla una campaña de marcado carácter personal, lo que le permite desviar la atención de las cuestiones y los perfiles de los candidatos que en verdad están en juego: 35 de los 100 miembros del Senado, los 435 escaños de la Cámara de Representantes y 36 gobernadores y otros cargos estatales.
Aunque los resultados sólo pueden arrojar dos posibilidades, que los republicanos conserven la mayoría del Congreso o que los demócratas arrebaten esa mayoría en una o ambas Cámaras, lo cierto es que el presidente más polémico de la historia de EE UU se juega esa confortable mayoría que le permitía gobernar a su antojo, porque, si la perdiera, su capacidad legislativa quedaría limitada, aunque no anulada, y sus políticas irreflexivas y radicales serían discutidas y hasta rechazadas por los legisladores. Mañana lo sabremos.
domingo, 4 de noviembre de 2018
Estos días azules…
Así podría iniciar este relato, con el último verso que
escribió Antonio Machado en su exilio en Coulliure poco antes de morir, para
plasmar las sensaciones que causan estas jornadas diáfanas de un otoño con
ínfulas invernales con que nos despertamos cada mañana. Un cielo limpio y
transparente en el que sólo un sol tímido rasga el lienzo azul con su perfecta redondez
amarillenta. Días de frescor matutino que invitan a solazarse por calles, plazas
y jardines para disfrutar del aire cristalino y los aromas de la vida. O para
aventurarse al campo a descubrir el encanto de una naturaleza salvaje o
domesticada por la mano del hombre, pero habitada por una flora y una fauna que
aún no renuncia a su hábitat. Cielos limpios y rayos de sol que se agradecen
en el rostro nos remiten, como al poeta, a aquellos tiempos infantiles en que este
ambiente nos empujaba al juego y la diversión, o movían a la inocencia a mirar
con ternura la limpieza de un aire que hacía brillar las hojas y los amigos. Por eso,
sólo con observar durante el paseo esos árboles que apuntan al celeste límpido,
vienen a la memoria los versos del poeta y la añoranza de una infancia lejana y feliz.
sábado, 3 de noviembre de 2018
Llueve sobre mojado en el PP
De un tiempo a esta parte, por señalar un plazo temporal
impreciso, al Partido Popular le llueven los problemas, unos problemas que él
mismo se ha buscado. Son de la especie que lo han conducido a perder el
Gobierno cuando, en otras circunstancias, podría estar en disposición de
retenerlo de manera indefinida, dado la ola de conservadurismo extremista que recorre
gran parte de países de Occidente, sin distingos entre democracias asentadas o naciones
inestables que acaban de superar regímenes poco respetuosos con esa forma de
gobierno. Este bandazo hacia el autoritarismo conservador no parece favorecer
al partido que en España ha representado en la historia reciente a toda la
ideología de derecha, en su más amplia y completa extensión, es decir, desde la
liberal y democristiana hasta la extrema derecha y el fascismo: toda se
aglutinaba bajo el Partido Popular, sin competencia.
Los ciudadanos, incluso los votantes tradicionales del PP,
se muestran actualmente reacios a volver a depositar su confianza en unas
siglas que no dejan de protagonizar los escándalos por los casos de corrupción
más descarados que se han conocido en nuestro país desde que se restauró la
democracia. Una corrupción política sistémica -partidaria e institucional-, con
descarado menosprecio de la legalidad y la moralidad, que determina que en el
PP, cuando aparecen nuevas revelaciones del proceder indigno de algunos de sus
dirigentes más relevantes llueva sobre mojado. A nadie le sorprende, a estas
alturas, lo que desvelan las últimas grabaciones del corrupto comisario
Villarejo, un personaje que está presente en todas las salsas escandalosas que
huelen a cloaca y que por méritos propios se halla en la cárcel, en prisión
incondicional a la espera de juicio.
![]() |
Villarejo, Cospedal y su marido. |
En estas últimas, las grabadoras dan conocer reuniones y
comentarios entre la secretaria general del partido, María Dolores de Cospedal,
acompañada de su marido, y el comisario en cuestión, en las que, en la sede
nacional del PP, tratan sobre las investigaciones que la policía lleva a cabo
sobre la trama Gürtel y que señalan al tesorero de la formación, Luis Bárcenas.
Los que hablan apuntan a la intención de destruir pruebas y limitar las
implicaciones en el tesorero, que acabaría siendo el cabeza de turco del escándalo.
Eran los tiempos, cuando se grabaron esas conversaciones, en que el PP se
rasgaba las vestiduras cada vez que se le acusaba de incubar la corrupción en
su seno sin hacer nada y estos altos dirigentes salían en tropel a denunciar
supuestas campañas de desprestigio e infamias de las que eran objeto. La misma
Cospedal no dudaba, ofendísima, en contraatacar a la oposición con “y tú más”,
asegurando, junto a Mariano Rajoy –presidente de la formación y del Gobierno-,
que no existía corrupción en el PP, sino contra el PP.
Desde entonces, la Justicia ya ha demostrado todo un sistema
de financiación ilegal en el partido y la utilización de las instituciones
para, a cambio de adjudicaciones públicas, conseguir comisiones que servían
para “engrasar” toda la maquinaria clientelar y que permitía a sus cabecillas y
dirigentes clave enriquecerse a costa del erario público. Y no fueron uno o dos casos
aislados, como al principio se intentó hacer ver, sino una conducta de
actuación que ha caracterizado al Partido Popular allí donde ha gobernado. Tan
generalizada era esa conducta que, al fallarse la sentencia que condenaba este
proceder, la oposición fragmentada del Parlamento olvidó por un instante sus
diferencias y desalojó al PP del Gobierno con la primera moción de censura
exitosa en la historia democrática reciente de este país.

Y todo ello confluye en unos momentos en que el PP se
enfrenta con un competidor en su nicho ideológico, cual es Ciudadanos, que
podría, si no comete ninguna torpeza ni se impacienta sobreactuando, arrebatarle
la confianza del electorado conservador. De ahí, el nerviosismo que muestra el
PP y la deriva hacia el radicalismo extremista con el que se pronuncia su nuevo
presidente, en un intento desesperado de no sólo retener a sus seguidores, sino
de aprovechar esa ola conservadora que parece dominar la política en la
actualidad. Pero lo tiene difícil porque su credibilidad es mínima.
Lo peor de estas revelaciones, siempre interesadas, no es
que lo que delatan de los personajes, que es mucho, sino la creencia de esos
interlocutores de actuar amparados por una impunidad debida a sus cargos y la
consideración que le merecen a su principal protagonista, la señora Cospedal,
quien afirma haber cumplido con su obligación. Tal justificación me recuerda el
argumento de los oficiales nazis cuando fueron juzgados: actuaron gaseando judíos
obligados por la obediencia que implica el cargo. Ni estos ni Cospedal tuvieron
en cuenta las responsabilidades morales y legales de actos criminales.
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