domingo, 19 de agosto de 2018

Respeto

La música ha perdido a una de sus grandes figuras con la muerte, hace pocas fechas, de Aretha Franklin. Era una cantante que contaba con ese don que la naturaleza concede con cuenta gotas a unos pocos privilegiados, haciéndola única e irrepetible. Así era Aretha, una artista que, después de cantarnos durante gran parte de nuestras vidas, ha fallecido sin que exista nadie que pueda sustituirla. Su voz, curtida con el góspel de las iglesias en su infancia, destacó entre todas por su calidad y proverbiales facultades. Ya desde los catorce años, cuando grabó un sencillo religioso, demostraba que había nacido para cantar.

Aretha Franklin poseía sobrada energía para desarrollar todo el potencial de su voz, interpretando soul y aquella "nueva" música que Otis Redding, Ray Charles o Sam Cooke estaban transitando, pero sin imitarlos, sino imponiendo su propia personalidad y su especial sensibilidad musical, derivada de su formación pianística. Por eso, Aretha cautivaba, te dejaba hechizado al escuchar las frases susurradas o los gritos agudos que era capaz de entonar cuando lo requería la melodía. El respeto como artista y como persona lo tiene más que merecido. Era única. Recordémosla en esta coreografía con los Blues Brothers.

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