sábado, 28 de octubre de 2017

Santa Cruz de la Salceda

Guiados por el afán indeclinable de adentrarnos por la España profunda, recorriendo los rincones más recónditos de nuestra geografía, alejados de las rutas del bullicio embrutecedor del turismo de masas, recalamos en un minúsculo pero hermoso pueblo, de algo menos de 200 habitantes, ubicado en plena comarca de la Ribera del Duero burgalesa, a medio camino entre Madrid y Burgos. Se trata de la aldeana localidad de Santa Cruz de la Salceda que, aparte de su sobrio encanto natural, vitivinícolo y gastronómico, alberga el primer y único museo de España dedicado a los aromas y olores. Quienes visitan esta curiosidad museística, en un receso del frenesí por conocer algunas de las innumerables bodegas de la zona, tienen la oportunidad de poner a prueba su destreza olfativa para distinguir y reconocer, en una sorprendente experiencia lúdica, los olores del vino, las fragancias de los perfumes y los aromas relacionados con la naturaleza, las especies, los alimentos y hasta los recuerdos que se conservan, aunque lo ignoremos, de la infancia o del colegio. Aromas asociados a imágenes o recuerdos que nos transportan a épocas que creíamos olvidadas, pero que siguen ahí, enterradas en nuestra memoria.

Santa Cruz de la Salceda es uno de esos pueblos perdidos entre los surcos de España, en el que uno puede sumergirse en el paisaje austero y silencioso de la vieja Castilla, como la describiera Miguel Delibes en sus obras, con esa palabra precisa que le caracterizaba y su respeto insobornable a la naturaleza y a los seres humanos. Este pueblo es un simple bosquejo de localidad, con su cruz de piedra vigilando desde lo alto de una loma, donde uno puede entregarse a la seducción contemplativa de lo rural y, por ello mismo, de lo auténtico no contaminado con la artificialidad superflua de lo destinado al consumo inmediato. A un tiro de piedra de Aranda de Duero, Santa Cruz de la Salceda se recuesta sobre la falda de una de las colinas por donde discurre suavemente el río Duero, rodeado de pequeñas plantaciones de viñedos y de algunos chopos que se elevan esparcidos por el paisaje. Forma parte de una comarca con Denominación de Origen en la que, desde Valladolid a Soria y de Segovia a Burgos, más de 100 pueblos, repartidos en una franja de unos 115 kilómetros, siguen empeñados en sacar provecho de unas condiciones medioambientales excepcionales para el cultivo de la vid y obtener de su zumo un vino igualmente excepcional.

Vale la pena, pues, desviarse de la autopista y acercarse a pueblos como Santa Cruz de la Salceda, aunque sólo sea para descubrir los placeres de una tierra de vinos míticos y platos insuperables de la cocina castellana. Es una experiencia para los sentidos que nos reconcilia con la humildad –y la hermosura- de lo sencillo y puro.
 
 


(Fotos: D.G.Bonet)

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