jueves, 13 de marzo de 2014

Una tarde con Glenn Miller

Asistir a un concierto es domeñar algunos prejuicios y satisfacer muchas expectativas. Escuchar  la Glenn Miller Orchestra, en directo y sobre las tablas de un escenario operístico como el de La Maestranza de Sevilla, es presenciar un espectáculo único del que no cuesta trabajo reconocer que no te arrepientes, aunque la música que interpretan responda a la banda sonora con la que identificas el imperialismo cultural en tu rincón sentimental del mundo y la que se animaba a las tropas que lo extendían a la fuerza, si era preciso.

Olvidas pronto los recelos culturales con los que accedes al teatro para admirar la impresionante profesionalidad de unos músicos que no se limitan a interpretar conocidas melodías mil veces oídas en discos, radios o películas, con el particular swing que les caracteriza, sino también a disfrutar del espectáculo con que acompañan sus actuaciones. Quedas subyugado por la habilidad de unos artistas que no permanecen hieráticos tras los atriles donde apoyan las partituras, sino que buscan un dinamismo expresivo con el espectador, mediante movimientos simétricos entre ellos e, incluso, paseándose entre el público, sin dejar de tocar sus instrumentos. Demuestran una elevada calidad como músicos y una innegable capacidad para el show, en el sentido artístico de la palabra.

Aunque no formen parte de las preferencias personales, la Glenn Miller Orchestra no defrauda a quienes no tienen empacho en reconocer la calidad de aquellos estilos ajenos a los gustos de cada cual, siempre que se sepa valorar la música. Y estos músicos interpretan magistralmente buena música, guste o no guste.

 
 
 

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