sábado, 2 de enero de 2010

La convención de contar el tiempo

¿Qué será el tiempo? ¿Existe o es un truco de nuestra mente? Miramos una estrella y nos maravillamos del brillo que bien podría haberse extinguido hece miles de millones de años; es decir, miramos el rastro de lo que fue, su pasado. Einstein afirma que, dependiendo de la velocidad, el tiempo no es igual para todos: para quien aguarde en la Tierra puede que pase toda una vida, pero para el que viaje a velocidad de la luz, sólo envejecerá un par de años. ¿Qué es esto que celebramos como 2010? Una convención para no volvernos locos. Algo simbólico para encuadrar la realidad entre parámetros comprensibles. Incluso así, no nos aclaramos. Para algunas culturas estamos en 2010, para otras en otra fecha. Cuando yo celebro las doce campanadas, en Canarias todavía tienen que esperar una hora para hacerlo. En ese momento me entero por la tele de que en Japón hace horas que lo han celebrado, mientras mi hermana en California aún le falta medio día para gritar ¡feliz año nuevo! Sea lo que sea lo que celebremos, cada año parece igual. Miras a tu alrededor y apenas percibes cambio alguno en la naturaleza, como no sea los provocados por el hombre. El único cambio constatable está en nosotros mismos, en esa oxidación que va quemando nuestro cuerpo y deteriorando sus funciones fisiológicas. Es decir, envejecemos. ¿Por culpa del tiempo? Si fuera así, nos hemos inventado algo a quien echarle la culpa. Es la única muestra que disponemos para sospechar de la existencia del tiempo en seres cuya vida, comparados con los tiempos geológicos y siderales, es de una brevedad que espanta pensarlo. Mejor será atenerse a los convencionalismo y no marearse en conjeturas interminables. A todos, pues, ¡enhorabuena: hemos alcanzado el 2010! ¡Sea lo que sea, aprovechadlo! ¡Salud!

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