viernes, 8 de enero de 2010

8 de enero, dos mujeres asesinadas

Las relaciones entre los seres humanos no escapan de los instintos viscerales que en demasiadas ocasiones nos conducen. Aunque el espíritu humano busca elevarse sobre la condición animal, ésta a veces se impone sobre cualquier elemento de razón y de los intentos desesperados de la educación, la moral y las normas sociales por controlar y subliminar tales tendencias. A pesar de ser capaz de crear obras de una belleza sublime, en cualquier campo de la cultura, también somos capaces de las más horrendas de las atrocidades, inimaginables en cualquier animal irracional. Estudiar la historia del hombre es, además de admirar sus cotas de humanidad, es sentirse paralelamente horrorizado por la maldad a la que es capaz de entregarse. No hay generación que no haya convivido con su terror, ya sea de guerras, hambrunas, opresión y crueldad de cualquier tipo. Matamos no sólo por defensa o necesidad, muchas veces discutible, sino incluso por placer, ambición o complejo. Si no es por ese sentimiento de inferioridad que parece sentir quien pierde una relación sentimental, incapaz de superarlo, no se entiende la lacra que caracteriza los tiempos actuales, donde el asesinato de la esposa, la novia o la compañera parece ser la consecuencia a la que están destinadas esas mujeres que deciden separarse de sus parejas, la mayoría de ellas hartas de aguantar unas condiciones de sometimiento machista, que incluye la violencia, que en cualquier otro tipo de relación que no fuera la sentimental o matrimonial estaría ya definitivamente erradicado. La violencia del hombre sobre la mujer, con leyes incluso que intentan combatirla, continúa batiendo sus propios récord macabros. Acaba de comenzar el año y ya hay dos mujeres muertas a manos de sus parejas. Son muertes insoportables porque se producen sobre víctimas a las que el verdugo, cuando no ha podido aplastar la dignidad de quien busca escapatoria, acaba con sus vidas. Triste balance de 2010. Ojala sean las últimas.

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