domingo, 15 de mayo de 2016

Días de lluvia

 
Una semana ha estado lloviendo prácticamente sin parar sobre una tierra acostumbrada al sol y las sequías, una semana de días grises y charcos que embarran el alma y estropean zapatos y planes. Los pantanos no daban abasto a acumular tanta agua y comenzaron a desembalsar contradiciendo aquellas campañas de ahorro en los grifos caseros que permitían despilfarrar en la industria y la agricultura. Era una lluvia persistente durante siete días que bañaba la ciudad con arrebatos de cólera, agitando las ramas de los árboles y formando cascadas en los desagües y los tejados. Una semana con las calles convertidas en lagunas que los coches hacían saltar y riachuelos por las aceras que sólo los más aventureros se atrevían sortear con ánimo humedecido. Días de tender la ropa en el interior de las viviendas y de mirar por las ventanas oteando un sol cobarde, oculto tras unos nubarrones que se empeñaron en cubrir los cielos y ahogar la tierra. Cuando al fin se alejaron empujadas por el viento de poniente, las nubes dejaron que el azul volviera a aparecer sobre el horizonte y que una atmósfera límpida hiciera brillar el aire. La ciudad recobraba, entonces, el ímpetu de un niño recién duchado.

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