De cada
Afortunadamente, no disfrutaremos
de esa oportunidad porque Francisco de la Torre se ha apresurado a admitir que sólo
recurría a una broma para concienciar a los ciudadanos sobre la necesidad de
ahorrar agua y justificar, de paso, la política de precios que su Ayuntamiento desea
aplicar. Pero lo que él llama “broma” se denomina, en realidad, demagogia, el
recurso más fácil y extendido entre nuestros políticos cuando carecen de
argumentos rigurosos y demostrables a la hora de tomar cualquier medida que, a
la postre, perjudica a la ciudadanía. Y al carecer de razones, acuden al
subterfugio de una justificación que pretende ser conmiserativa, ecológica o
emocional, pero siempre falsa y engañosa, como esos 11 litros de los que
presume el alcalde de Málaga o el “vivir
por encima de nuestras posibilidades” que arguye Rajoy para hacernos pagar el
rescate de los bancos.
Llenar las piscinas, lavar los coches en las estaciones de
lavado, regar por inundación los cultivos, transformar en regadío lo que era de
secano, mojar con agua los vasos antes de tirar una cerveza, regar campos de
fútbol, plazas, jardines y parques urbanos, los spa de los hoteles, los campos de
golf, las pérdidas de la red de abastecimiento, los pozos ilegales, etc., nada
de ello es lo que provoca el “despilfarro” de agua, sino el simple ciudadano
cuando se baña y tira de la cisterna. Tal acusación es pura demagogia, barata y
burda, señor Alcalde, pero sobre todo es patética cuando recurre a la amenaza
ante notario para luego desdecirse. Si no fuera una tomadura de pelo y una
afrenta a la inteligencia de las personas, nos partiríamos de risa con la
ocurrencia.
Hubiera sido más eficaz y fácil decir la verdad: decir que
la recaudación municipal se ha hundido y que es necesario mantener los ingresos
para garantizar la prestación de servicios. Sólo así se podría discutir una
propuesta de tasas que haga pagar más a quien más tiene, no sólo al que más agua
gasta, no vaya a ser que castiguemos a las familias para proteger el consumo en
las residencias y negocios de los acomodados. Y que tenga en cuenta la
utilización del agua, en su totalidad, para evitar que quienes representan el 10
por ciento del consumo asuman unas penalizaciones que corresponden a otros
sectores.
En política siempre es preferible la sensatez y la honestidad que hacer
el ridículo, si lo que se desea de verdad es el bien general. La demagogia es
para los que buscan mantenerse en el machito a costa de lo que sea, señor Alcalde. Y usted ha
evidenciado lo que prefiere.
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