Acaba de fallecer (el día 19 a causa de un infarto), a la pronta edad de 69 años, el doctor Luis Montes, conocido anestesista del Hospital Severo Ochoa de Leganés (Madrid) que fue injustamente acusado, tras una denuncia anónima, de causar la muerte a enfermos terminales del centro hospitalario mediante sedaciones irregulares. La persona que soportó con dignidad y firmeza aquella carnicería mediática y judicial de la derecha madrileña hasta conseguir, años después, salir absuelto de todas las imputaciones, fue el doctor Montes, por aquel entonces coordinador de Urgencias del hospital madrileño.
Hoy muere la persona, pero su memoria y el recuerdo de su
inquebrantable lucha por la
Sanidad pública, el derecho a una muerte digna y contra los
embates privatizadores en la Sanidad ,
perdurarán en el tiempo mucho más que las ofensas y el nombre de quienes
intentaron desprestigiarlo, con una campaña de linchamiento moral e injurias,
para derribar a través de su persona un modelo público sanitario.
Luis Montes, un médico sensible y coherente, era la cabeza
visible de un grupo de facultativos madrileños que perseguía una práctica
médica de servicio público y carácter progresista. En los cargos de
responsabilidad que ocupó durante su trayectoria profesional, apostó porque los
hospitales asumieran la realización de abortos, que en aquellos tiempos de ilegalidad
se relegaba a clínicas privadas o centros poco fiables, facilitaran el derecho de
una muerte digna a los pacientes terminales que así lo dejaran establecido y
combatió con denuedo la privatización de hospitales que promovía el Gobierno
conservador de Madrid.
Ante la altura moral y profesional del doctor Montes, la
expresidenta Esperanza Aguirre (apartada de todo cargo por sus relaciones con
la corrupción) y su mamporrero Manuel Lamela, exconsejero de Sanidad, (en
empresas privadas como premio por laminar lo público) quedarán en esta
infamante historia como autores materiales de unas acusaciones falsas y la cacería
de brujas que tuvo que padecer el Jefe de Urgencias del Hospital Severo Ochoa
por oponerse, desde sus convicciones y su dignidad, a los arrebatos
neoliberales de unos gobernantes sin escrúpulos para privatizar los servicios y
prestaciones públicos, como la
Sanidad.
Descanse en paz este médico leal que ejerció al servicio de
los ciudadanos y al que la
Justicia reconoció, demasiado tarde como siempre, que no
había actuado mal.
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