sábado, 21 de abril de 2018

Doctor Luis Montes, in memoriam


Acaba de fallecer (el día 19 a causa de un infarto), a la pronta edad de 69 años, el doctor Luis Montes, conocido anestesista del Hospital Severo Ochoa de Leganés (Madrid) que fue injustamente acusado, tras una denuncia anónima, de causar la muerte a enfermos terminales del centro hospitalario mediante sedaciones irregulares. La persona que soportó con dignidad y firmeza aquella carnicería mediática y judicial de la derecha madrileña hasta conseguir, años después, salir absuelto de todas las imputaciones, fue el doctor Montes, por aquel entonces coordinador de Urgencias del hospital madrileño.

Hoy muere la persona, pero su memoria y el recuerdo de su inquebrantable lucha por la Sanidad pública, el derecho a una muerte digna y contra los embates privatizadores en la Sanidad, perdurarán en el tiempo mucho más que las ofensas y el nombre de quienes intentaron desprestigiarlo, con una campaña de linchamiento moral e injurias, para derribar a través de su persona un modelo público sanitario.

Luis Montes, un médico sensible y coherente, era la cabeza visible de un grupo de facultativos madrileños que perseguía una práctica médica de servicio público y carácter progresista. En los cargos de responsabilidad que ocupó durante su trayectoria profesional, apostó porque los hospitales asumieran la realización de abortos, que en aquellos tiempos de ilegalidad se relegaba a clínicas privadas o centros poco fiables, facilitaran el derecho de una muerte digna a los pacientes terminales que así lo dejaran establecido y combatió con denuedo la privatización de hospitales que promovía el Gobierno conservador de Madrid.

Ante la altura moral y profesional del doctor Montes, la expresidenta Esperanza Aguirre (apartada de todo cargo por sus relaciones con la corrupción) y su mamporrero Manuel Lamela, exconsejero de Sanidad, (en empresas privadas como premio por laminar lo público) quedarán en esta infamante historia como autores materiales de unas acusaciones falsas y la cacería de brujas que tuvo que padecer el Jefe de Urgencias del Hospital Severo Ochoa por oponerse, desde sus convicciones y su dignidad, a los arrebatos neoliberales de unos gobernantes sin escrúpulos para privatizar los servicios y prestaciones públicos, como la Sanidad.

Descanse en paz este médico leal que ejerció al servicio de los ciudadanos y al que la Justicia reconoció, demasiado tarde como siempre, que no había actuado mal.

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