Todavía hoy, derrotado el franquismo ideológico en las urnas
y recuperada la democracia formal, la espesa niebla de la desmemoria y el miedo
a la verdad impiden que una Ley de Memoria Histórica rinda tributo a las víctimas
que defendieron la legalidad republicana y aquella democracia, siendo
sacrificadas, enterradas en fosas comunes, despojadas de su dignidad,
represaliadas y condenadas al olvido por los vencedores de una guerra fraticida
que tildan de venganza a simples actos de justicia y reconciliación.
Hasta el presente, más de ocho décadas después, la República como forma de
Estado, en un país de ciudadanos libres, comprometidos mediante su voto a
gobernarse pacífica y democráticamente, sin tutelas de ningún tipo, ni
religiosas ni monárquicas, sigue siendo víctima de los herederos de quienes la
derrocaron y la amordazaron con pretensión eterna. Por eso hoy es un día para
el recuerdo y el homenaje, siquiera individual, de aquella República de valores
cívicos que cimientan nuestra democracia.
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