viernes, 26 de febrero de 2010

Compañeros de viaje

Jamás las aventuras han sido más fascinantes que cuando puedes contemplarlas desde cierta perspectiva vital. Y lo que creías era una arrebatada excentricidad de quien intenta apurar el tiempo sentimental de lo desaprovechado, resulta que es compartido por otros que padecen semejante agobio. Que un compañero reciente de estudios, pero antiguo de querencias, haya expresado con acierto lo que siente de este viaje en el que muchos le acompañamos en vagones quejumbrosos de ilusiones, es una de las satisfacciones más gratas que obtienes por intentarlo. Gregorio Verdugo es el amigo que se sienta delante y convierte el viaje en un gozo en sí mismo. Si al final alcanzamos los sueños que nos esperan en la estación, las medias tintas serían lo de menos. Así lo cuenta en su "Jack Daniels Blog":

Viajo en un tren de vagones enlazados por una fina costura de tiempo. Un expreso a veces vertiginoso, otras perezoso, a través de cuyas ventanas de cristales traslúcidos se contempla no sin cierto recelo el alocado devenir del mundo. Un convoy con un destino incierto y enigmático que ninguno de sus pasajeros es capaz de imaginar siquiera.


Un tren que arrancó hace ya cinco años del andén de una facultad de comunicación cualquiera de la ancha y sufrida piel de toro. El rápido de contar las cosas que pasan, el expreso de las medias tintas. Ése del que sólo se conoce el punto de partida y en el que la única y permanente certeza radica en la materialización del viaje en sí, sin ningún otro objetivo complementario.

Para mis compañeros de aventura, tal que para mí, nada existe más allá de la locomotora asmática que tira con su exhausto suspiro de los vagones alineados que arrastra. Paseamos los pasillos desorientados y tropezando los unos con los otros, con la mirada perdida y esquiva, limitándonos a contemplar cómo explosiona la vida allende los cristales, sin saber muy bien qué hacer ante tal vendaval de voces y colores, y roídos de manera inmisericorde por la angustiosa necesidad de encontrar las palabras para contarlo.

Al final del trayecto se supone que debemos hacerlo a toda costa, aunque pueda costarnos la propia vida, pero yo me pregunto, no sin cierta tristeza, si no deberíamos haber empezado ya hace bastante tiempo, cuando todavía la vocación era más intensa que el escozor de la necesidad y la urgencia.

Después de todo, puede que este viaje acabe por llevarnos a ninguna parte y, si nos lleva a alguna, tal vez allí no nos dejen contar las cosas sino con medias tintas.

domingo, 21 de febrero de 2010

Soledad bajo la lluvia (Haikus)

Cielo plomizo,
carretera solitaria.
Mi alma conduce.

Fría luz gris
acaricia los cristales.
Mi alma viaja.

Silencio helado
de gotas resbaladizas.
Mi alma siente.

Cristales rotos,
latido lejano.
Mi alma busca.

Árboles llorosos,
asientos vacíos.
Mi alma huye.

Cicatriz de luz
atraviesa la lluvia.
Mi alma recuerda.

sábado, 20 de febrero de 2010

El egoismo del individuo

Tener consciencia de la propia existencia nos convierte en individuos y nos permite escapar de la especie para elevarnos como seres únicos en medio de la vida. Al ser únicos, nos distinguimos de los "otros" gracias a la identidad. Así, construimos la identidad desde el mismo momento que aprendemos a decir "mío, mío". Pero pronto nos embarga la angustia por un futuro que sin embargo la especie ha resuelto. Tememos a la desaparición personal a pesar de que nuestros hijos continuarán todo lo que hemos heredado de nuestros padres. Surge ese miedo a la muerte que nos hipoteca el presente. Un egoismo del individuo que se resiste a contemplarse como sujeto prescindible. Es un rasgo de la identidad con que la consciencia nos dota para alcanzar la racionalidad. Por eso lloramos también a quienes nos abandonan, porque no queremos desprendernos de su compañía, no por su muerte. El egoismo es necesario para forjarnos como personas, pero hay que dominarlo, encauzarlo para que no determine nuestra voluntad. Se sublima con la solidaridad generosa de quien se sabe partícipe de un proyecto más amplio y más duradero: el ser humano. Entonces aflora la humildad que te hace sentir la vida en su plenitud y abrazas a tus hijos como simientes de la esperanza. La mayor satisfacción.

viernes, 19 de febrero de 2010

Desgraciadamente, ayer teníamos razón

Una imagen que hoy publican los medios confirma lo escrito ayer.

Fotografía reproducida de Público
Un personaje controvertido que no tolera la controversia y exhibe sus modales de la forma más grosera, dando lecciones de educación y respeto.
¿Hasta dónde nos hundiremos en el barrizal?

jueves, 18 de febrero de 2010

Política de barrizal

El noble arte de la política, aquella dedicación por lo común, por organizar las cosas que tenemos que compartir obligatoriamente al vivir en sociedad, ha perdido en los últimos tiempos el romanticismo tal vez ingenuo de la generosa entrega a lo colectivo aún a costa del sacrificio individual, el estrechamiento de miras hacia horizontes de inmediata rentabilidad electoral y el abandono de las formas cultivadas, respetuosas y elegantes en las relaciones entre adversarios, jamás enemigos. La virtud de parlamentar, de confrontar ideas y proyectos, discutir con argumentos y convencer con razones ha caido en desuso, enfangándose en la diatriba pandillera del vocerío, insulto y desprecio personal. Del filibusterismo barroco, que nos impulsaba a los diccionarios, pasamos a imprecaciones como "arrepiéntase", "rectifique", "váyase", "cobarde", "si tiene coraje" y otras, carentes de contenido racional, pero sobradas de connotación emocional, de bajos instintos.

Cada época tiene los actores que la molduran, por lo que causa desasosiego pertenecer a una que cultiva el abandono de la educación, la falta de respeto y la chabacanería. Porque, no nos engañemos, el objetivo de los debates parlamentarios no es discutir propuestas inteligentes, sino impresionar a la población y crear una opinión pública favorable a los intereses partidistas, por lo que tales modales acaban imponiéndose en el comportamiento social, previamente abonado a la falta de criterio por el pensamiento único dominante, un sistema educativo fallido y unos medios de comunicación aborregantes.

Lo más grave de todo ello es que, a pesar de la náusea que provoca tal situación, no es posible el abandono pesimista. La necesidad de gestionar la "res pública" hace inviable todo abandono, a menos que la intención de quienes promueven esta huida sea precisamente la de que no existan deseos de controlar sus "tejemanejes". Duele pensarlo.

viernes, 12 de febrero de 2010

Aldous Huxley, ¿poeta?

Un mundo feliz fue un libro que leí siendo adolescente. Buscaba entonces las respuestas que me permitieran comprender el mundo y dieran satisfacción a los interrogantes que me planteaba. Eran ensayos, a los que sigo habituado, que generaban más preguntas que soluciones. Tal vez en eso radicara su encanto, en avivar permanentemente el misterio, la incognita que el conocimiento no alcanza a resolver, el afán por saber. Hesse, Freud, Chardin, Morris, Lorenz, Fromm, Garaudy, Engels, Marcuse y tantos otros han continuado alimentando ese interés insatisfecho que no sólo no se consume, sino que se acrecienta con cada peldaño que te abre a nuevos horizontes desconocidos. Surgen, así, precisiones, curiosidades, otras vías de exploración.

Como descubrir que Aldous Huxley fue también poeta. Un dato desconocido de su biografía que lo hace más atractivo para este lector, ya fascinado por lo que María Zambrano llamaba la razón poética. Filosofía y poesía como vías de acceso al "saber del alma". Resulta que la creación poética de Huxley es anterior incluso a la ensayística y literaria, y en ella brinda una "mirada caleidoscópica hacia el individuo y hacia el curso de la humanidad". No existía en España una traducción de su poesía hasta la publicación del libro que la Editorial de la Universidad de Almería, bajo la edición de J.Isaías Gómez López, hace de su poesía completa, en 2008. Un nuevo tesoro que pasa a engrosar ese placer solitario de zambullirse en lo inabarcable. En palabras de otro poeta:

Ni tú ni yo creemos
en la inmortalidad. Pero hay momentos
-oscuros, de penunbra o luz abierta-
donde se roza el mundo de los libros
y las ventajas de la eternidad.
Luis García Montero

jueves, 11 de febrero de 2010

Soledad

La soledad es una compañía que añoramos en bastantes ocasiones. Aunque somos gregarios como especie, el pensamiento fluye con más facilidad cuando oimos en soledad su rumor, sin que otras voces lo ahoguen. Convivir con otros es mantener con tensión una representación de nuestra propia personalidad, intentando proyectar lo adecuado en cada circunstancia. Sólo al desprendernos de las corbatas o las medias de seda recuperamos nuestro verdadero ser. En el silencio de la habitación nos cuesta reconocer la imagen que nos devuelve el espejo, acostumbrados al actor que diariamente paseamos por la calle. Un actor que encarna los valores que la sociedad admite como naturales, meras convecciones para dominar al individuo que permanentemente busca escapar de la normalidad colectiva. Aun reconociendo la validez de tales normas socializadoras, me reconozco con más autenticidad cuando me desprendo de las ataduras. Por eso añoro la soledad. Sólo a ella soy fiel en este inútil anhelo. 

miércoles, 10 de febrero de 2010

¿Valores globales?

Nuestro patrón cultural no es universal, aunque se extienda transnacionalmente imponiendo algunas modas en casi todo el mundo. McDonald, la gorrita de béisbol o el rock/pop son ejemplos evidentes de cómo el imperio (Negri) hace de la cultura de masas su arma más eficaz para el control y dominación de sus súbditos. Nos conduce a través de unos cánones en los que tolera cierto incorformismo, más estético que político, que rápidamente queda integrado en el sistema. La discrepancia de las formas, que no de fondo, es un atractivo más para vender las bondades de un modelo de sociedad que impone en cualquier caso sus patrones de conducta. Quien no se integre, no existe. Un artista occidental puede vender su obra en cualquier parte, pero un suawilli, si no acepta y se entrega a nuestro modo de "producción" (si no se occidentaliza), jamás distribuirá una copia de su trabajo más allá de su familia. Es más probable verlo tomar una cocacola en su aldea remota de África, que colgando sus cuadros en Londres.

Con los valores no pasa lo mismo. Hace 50 años que la ONU proclamó los Derechos Humanos en los que la dignidad era algo consustancial a la persona, con independencia de la raza, la religión, la cultura o cualquier otra consideración. Sin embargo, los intereses de todo tipo supeditan estas proclamas a estrategias geopolíticas. La mujer, sin ir más lejos, sufre en determinadas regiones del mundo el oprobio de no ver reconocida su dignidad personal. No sólo se le niega la igualdad con el varón, sino que incluso se le inculca su sometimiento a él, único capaz de discernir entre lo bueno y lo malo, lo correcto o no y, por lo tanto, quien dicta la moral. Los talibanes, que las obligan a vestir un burka que les cubre enteramente el cuerpo, son un ejemplo de ello. Y para sigan haciéndolo, occidente está dispuesto a devolverles (con la ayuda económica correspondiente) el gobierno de su país, en el que se aplican semejantes normas de conducta, con tal que dejen de pegar tiros en una guerra de la que no sabemos cómo salir. ¿No lo entiendes? Es la economía, estúpido.

jueves, 4 de febrero de 2010

Globalización de la anomia

La cultura de masas en la que nos movemos, esa archicultura pop nacida para entretener y conmover, no para reflexionar y liberar, ha conseguido que la globalización del pensamiento único y superficial, basado en los medios de comunicación, homologue nuestros pensamientos, valores y costumbres. La gorrita yanki se ha extendido como símbolo universal de nuestra cultura, logotipo de discutible estética que el imperio ha impuesto sobre cualquier otra tradición local. Si la cuestión fuera artística no dejaría de ser un fenómeno que enriquecería la creación y la imaginación, lo triste es que el problema radica en los valores e ideologías que subyacen en esa cultura de masas que aplasta cualquier otra visión del mundo, en la que el arquetipo y el tópico son la base de argumentación con la que se afronta cualquier discusión. Sociedades mansas que fácilmente son conducidas por simples titulares periodísticos, incapaces de situar el mundo si no es con ayuda de los medios de comunicación más cómodos y pasivos, la televisión especialmente. Ante tanta anomia, no es de extrañar que la única prensa que contemple un futuro de esplendor sea la gratuita, aquella de usar y tirar, en la que el titular ocupa más espacio que el cuerpo de la noticia, lo espectacular prima sobre lo importante y la evasión se imponga a la información relevante. El éxito de la cultura de masas. 

lunes, 1 de febrero de 2010

Mala conciencia

Haití ha puesto de relieve la extrema vulnerabilidad de la miseria. Las catástrofes naturales golpean con especial saña a los débiles -países o personas-, multiplicando su acción desvastadora. Las injusticias internacionales obligan así a pagar doblemente a quienes ya de por sí pagan un alto precio por su pobreza. La mala conciencia de los afortunados les mueve a socorrer con ayudas lo que la equidad en la economía, el comercio o la política no han querido evitar. Y entonces corren para ejercer una caridad que jamás solucionará el problema de tanta injusticia. El sometido -país o persona- se encuentra a merced de una autoridad que mantiene la situación para reafirmarse en el poder, cualquier poder. Por lo que, pasados los momentos de atención mediática, el olvido volverá recaer como una losa impermeable a la denuncia sobre el país o la persona damnificados y solos, solos con su miserable condición. Otra catástrofe o conflicto los sustituirá y serán otras las víctiumas las que volverán a despertar las malas conciencias. ¿Hasta cuándo?