jueves, 29 de abril de 2010

Juguete cruel

Era su juguete preferido. A nadie se lo enseñaba pues lo quería sólo para él. Jamás lo compartía y, por querer conservarlo, lo preservaba de los ojos ajenos y negaba su existencia. Su egoísmo le llevó a ocultarlo con tanto celo que lo perdió. Como no responde, ahora sufre porque cree que le abandonó. Le echa la culpa de su aflicción.

miércoles, 28 de abril de 2010

De toreros y gladiadores

Un torero español ha estado a punto de perder la vida en México a causa de una “cogida” de toro durante una corrida celebrada en aquel país. Los medios de comunicación mantienen de actualidad el suceso informando de la evolución posterior del paciente, al parecer salvado “milagrosamente” gracias a la rapidez del cirujano a la hora de contener la hemorragia de la herida. Es el atractivo de la fiesta de los toros: el torero se juega la vida.

El hecho coincide con un debate en Cataluña acerca de la posibilidad de prohibir las corridas de toros en esa Comunidad, lo que ha provocado como reacción una campaña a favor de la fiesta en un diario de difusión nacional. Importantes personalidades de ámbitos diversos –de la cultura, la política, el espectáculo- han manifestado su opinión, decantándose por una y otra postura. Es decir, el asunto, aunque apenas nos afecta, adquiere relevancia social.

Se contraponen argumentos partidarios de la tradición y de mantener como seña de identidad a las corridas de toros frente a los que subrayan la crueldad sin justificación a que se somete al animal, hacer espectáculo de su muerte, lo que representa en sí una corrida de toros. Hay quienes denuncian el sufrimiento innecesario del animal, mientras otros esgrimen la libertad de asistencia a estas fiestas.

Es verdad que no se puede evitar la matanza de animales, pero por cuestiones de necesidad (alimenticia, sanitaria, etc.) y con el menor sufrimiento posible. El espectáculo de las corridas es, precisamente, recrearse en la muerte del toro, por puro placer. Ninguna costumbre, por sí misma, justifica su mantenimiento si no se adecua a los valores sociales que imperan en cada momento. Por eso, cuesta trabajo entender que, igual que los gladiadores romanos, todavía haya personas que se jueguen la vida por simple diversión de circo. ¿O es que no hemos avanzado?

domingo, 25 de abril de 2010

Fotograma, 4

Es curioso que los semblantes de las personas, incluso de las más cercanas, resulten desdibujados en la añoranza mientras las casas y los objetos permanezcan nítidos y precisos, como si aún pudieran contemplarse. Causa perplejidad cómo la memoria congela una selección de fotogramas de acuerdo a criterios completamente extraños, incomprensibles. El niño no puede recordar la cara del abuelo, pero retiene con claridad el lugar desde donde partió el entierro y hasta cómo estaba colocado el ataúd al que se asomaba, a través del cristal de la tapa, intentando reconocer en las afiladas facciones de la muerte ese rostro olvidado del abuelo. Reconoce la constricción de aquellas horas y recuerda el salón en que se hizo el velatorio, que era, en realidad, el comedor de su propia casa, la casa familiar donde había transcurrido toda su niñez hasta que se produjo el viaje definitivo, pero no logra recordar el rostro de los seres queridos.

Las imágenes de la casa son tan claras que todavía es capaz de hacer un plano con la distribución, los recovecos y los rincones que configuraban aquel espacio acotado del hogar. Era una vivienda en la planta baja de un edificio situado frente a la plaza del pueblo. Recuerda el comedor separado del salón por un muro a media altura, una barra sobre la que se depositaba lo que se traía en los bolsillos, y el cuarto de los padres por cuya ventana abierta a la fachada había escapado alguna vez a la calle. Tenía otros dos cuartos que daban a un callejón lateral en el que los coquís ofrecían el concierto nocturno que arrullaba el sueño del niño. Al fondo de la vivienda estaba el cuarto de baño y la cocina, punto remoto en el espacio-tiempo del que procede el placer del aroma intenso, imperdurable, del café recién hecho, colado con un paño tras hervir tres veces, y que deja ese pozo de zurrapa del auténtico café. Y lo más grato, la marca que sellaría todos los recuerdos de esa infancia, el patio. Un patio de cemento, rectangular y abierto al cielo, hacia los sobresalientes voladizos del tejado donde anidaban las palomas. Patio sucedáneo de piscina en los días de lluvia, mar de piratas para imaginar lo inhóspito y descubrir pequeños tesoros ocultos en la imprecisión de los días, como la jaula del gallo blanco, feroz y salvaje, que el padre críaba con granos de maíz y que causaba tanto miedo al niño curioso. El patio comunicaba con un pequeño trastero de precoces caricias turbadoras y con la puerta trasera de un comercio colindante.

Aquel era el universo en el que gravitaba la diversión inocente y plácida de una niñez que se resiste al olvido. Un mundo descompuesto de imágenes imprecisas, cuya memoria causa pavor por ser tan eficaz con las cosas y tan endeble con las expresiones, con las personas. Una memoria que parece recrearse en obstaculizar lo que las emociones identifican de inmediato. Así es el juego al que la mente somete al niño durante toda su vida. Por eso, bucea en las reminiscencias de sus recuerdos.

viernes, 23 de abril de 2010

Internet en las aulas, pero...

Ya es habitual en cualquier clase ver a los alumnos tomando notas directamente con el portátil. El ordenador y su herramienta más preciada, internet, se han extendido como útiles de enseñanza en nuestras universidades, del mismo modo que en mis tiempos eran el cuaderno y el bolígrafo. En aquellos años nos poníamos a hablar entre compañeros, ahora se chatea mientras el profesor imparte la lección. El móvil ya se ha quedado anticuado frente a las plataformas sociales, asequibles incluso a través de un ipod. No se puede dudar de que las nuevas tecnologías se han asentado entre nuestras rutinas, desplazando viejos hábitos. El avance ha sido positivo en muchos casos. En otros…

Esos mismos jóvenes, que tan hábilmente manejan la informática, apenas sacan tiempo para leer. Leer en papel, me refiero. Parecen alérgicos a los papeles. Y llama la curiosidad que alumnos de una facultad de periodismo no tengan costumbre de comprar la prensa. Se supone que es lo que les gusta y el objetivo al que dirigen sus pasos. Suelen argüir que siguen los titulares por internet, pero siempre con la ligereza (iba a decir con la superficialidad) con que lo hacen todo. No se detienen en una lectura pausada y reflexiva, con el detenimiento que conlleva la impresa sobre papel, con tiempo -y espacio- para la interpretación y el análisis. Es evidente que las facultades se adaptan a las exigencias del mercado y tal vez sea lo que demanden en la actualidad las empresas de comunicación, donde prima la rentabilidad a la calidad, la difusión al prestigio. Por eso estoy seguro que, de entre ellos, surgirán buenos periodistas, pero observándolos durante su formación le queda a uno el resquemor de si conseguirán la preparación adecuada para enfrentarse al mundo, comprenderlo y, después, explicárnoslo.

Desde luego, no tendrán problemas con las nuevas tecnologías, pero… Ese pero quizá sea fruto de la diferencia generacional. Sin duda.

El arte de la gamberrada

Siempre me pareció síntoma de peligrosidad ver en las viejas películas americanas aquellos vagones del metro cubiertos de pintadas y garabatos. Eran la muestra evidente de la falta de educación y respeto por parte de pandillas de cuasi delincuentes que estropeaban todo lo que se les pusiera por delante, incluido el único medio de transporte que podían permitirse. Entrar en un metro así significaba, en aquellos años, una alta posibilidad de que te robaran o agredieran.

Desgraciadamente, la “moda” no se ha limitado sólo al tren, sino que se ha ido extendiendo por todas las ciudades, no sólo americanas, hasta el extremo de que ya no hay una pared virgen que dure dos segundos sin que un “artista” venga a pintorrearla. Es el fenómeno del graffiti, una plaga a erradicar para algunos, una forma de arte para otros. Estoy de acuerdo que hay pinturas y pinturas, es decir, que se mezclan simples actos de vandalismo con auténticas obras de gran perfección bajo la consideración de graffiti. Pero no sé hasta qué punto deben permitirse que unas y otras proliferen sin control sobre los paramentos de los edificios de la ciudad. Porque, aunque al mismísimo Kandinsky le diera por pintar las paredes de la Catedral –por comparar el arte abstracto con el graffiti, lo que para mí es mucho comparar- habría que poner coto a semejante expansión arbitraria de un “arte” que no se para a respetar a ninguna otra forma de expresión artística, como es la monumental o arquitectónica.

A los graffiteros les sobra gamberrismo y les falta educación. Algunos de ellos están dotados de un talento para el dibujo que desperdician ensuciando las paredes. Si en vez de gastar dinero en sprays lo invirtieran matriculándose en las facultades o escuelas de Bellas Artes, posiblemente lograrían vivir de ello. Pero mientras no entiendan que, por mucho arte que digan atesorar, lo único que consiguen pintando en cualquier pared es hacer una gamberrada. Tal vez sea lo que pretenden: ejercer el arte de la gamberrada.

jueves, 22 de abril de 2010

(In)solitarios

Andaba ciego a lo que veía, sordo a lo que oía y ajeno a lo que le rodeaba, pero no era un solitario. Estaba absorto en sus preocupaciones y no podía dejar de pensar en buscar soluciones a los problemas que le aquejaban. Cuando decidió pedir ayuda, nadie le escuchó. Los demás también tenían otros asuntos que atender. No eran solitarios, todavía. Sólo insolidarios.

martes, 20 de abril de 2010

Sevilla en abril: Feria

Se cumple el ciclo y retomamos el mito, el ritual por el que la ciudad se engalana en un teatro de toldos y farolillos para ofrecer el espectáculo de la representación ante sí misma. Rompemos con la realidad real para trasladarnos al Real de lo efímero donde mostrar lo que no somos, lo que nos gustaría ser y lo que somos, farsantes de la diversión y la hospitalidad masificada. Bullicio de trajes de flamenca, corbatas, jinetes, música, manzanilla, cacharritos y miles de ojos para ver y ser vistos. Es la Feria de Sevilla a la que se traslada la vanidad festiva de los complejos y los estigmas sociales que nos acompañan el resto del tiempo. Carnaval de máscaras que cubren el cuerpo y dejan despejada la cara en un alarde de desfachatez exhibicionista. Así es la Feria de abril, una explosión primaveral que provoca la alergia desorbitada de la alegría contenida durante el año. Para quienes la padezcan.

¿Qué es cultura?

Hay palabras de una significación ambigua con las que abordamos realidades complejas. Las manejamos con desenvoltura aún cuando desconocemos la definición concreta porque nos sirven para entender cuestiones en las que no profundizamos mucho. Por su polisemia, cultura es una de ellas.

Es cierto que no hay una definición precisa de cultura, depende de la perspectiva desde la que se contemple. El diccionario nos remite al conjunto de conocimientos, modos de vida y manifestaciones en que se expresa la tradición. Según eso, tirar una cabra desde el campanario es un hecho cultural, igual que celebrar fiestas para perseguir al galope a un toro hasta matarlo con lanzas. Otros prefieren considerar cultura a las óperas de Verdi, las obras de la literatura, la pintura, la filosofía, las ciencias y el arte en general. Parece que cultura es todo lo que hacemos. Y en cierto modo es así, aunque existen distintos niveles de cultura.

La cultura no es algo natural, sino un invento del hombre. Surge como expresión de las relaciones intersubjetivas y denota los valores (hábitos, costumbres, creencias, tradiciones) compartidos en sociedad. Hay una cultura local, regional, nacional, continental, occidental, etc. Todas están entrelazadas, por eso puede darse en una misma localidad la cultura del fútbol, de los peroles, del flamenco, de lo español y del catolicismo religioso, al tiempo que nos bebemos en cada ocasión una lata de cocacola, como muestra de imperialismo económico y... cultural, por supuesto.

Sin embargo, la cultura ofrece una doble capacidad: por un lado, sirve de mecanismo de sumisión a lo establecido, de socialización del individuo con lo que es común para el colectivo. Y por otro, permite la emancipación, cuestionar el discurso de autoridad y la visión crítica del mundo. En ambos casos, cultura es “la herramienta imprescindible para hacer herramientas” con las que modificar la realidad. Porque de eso se trata, precisamente. Únicamente el hombre es capaz de construir cultura para escapar de su destino animal y alcanzar la condición humana, aunque parezca sorprendente a tenor de algunas de las manifestaciones culturales que seguimos masivamente. Como “sorprendente es hoy –según Daniel Bell- que la mayoría no tiene una cultura propia intelectualmente respetable –carece de grandes figuras en la literatura, la pintura, la poesía- que oponer a la cultura antagónica”. Eso se llama alienación.

domingo, 18 de abril de 2010

Fotograma, 3

Los padres aparecen entre las brumas de la memoria mucho más tarde. Son fantasmas que van tomando forma con los recuerdos tardíos del niño. Antes emerge la figura del abuelo en medio de la confusión. La presencia fugaz de una mano cálida y segura que protege los primeros pasos de quien empieza a descubrir un mundo encantado. De su mano son los momentos más remotos de una niñez embriagada de paseos, dulces, escaleras con plantas que cierran sus hojas al leve roce, balcones donde vislumbrar la vida y azotea para jugarla. La ternura de un abuelo sin rostro para con el niño que buscaba en él refugio y el regocijo de su complacencia. Suya era la tienda de chucherías que lo atraía al reino de lo no prohibido, al placer de la glotonería. Allí se palpaba la felicidad brillando en los ojos del abuelo al consentir las tentaciones infantiles entre tarros de golosinas y risas nerviosas para descubrir sabores nuevos. Así son los recuerdos enterrados en lo más profundo de la memoria y que brotan con sólo entornar los ojos. Son recuerdos dulces que anteceden fragmentados al caudal de lo rememorado, como primeros vestigios de lo que se conserva por ser grato y dejar una huella indeleble. Pero también son escasos y fugaces. No perduran con los años y permanecen anclados a esos momentos iniciales que no tienen continuación.

Porque del abuelo es también la impresión súbita de la muerte. Por él surgió el ahogo de la tristeza y la desazón ante lo incomprensible para un niño desolado. La pérdida de una arcadia feliz por el golpe imprevisto de lo mortal, lo que se va para siempre. Son horas de turbación que se producen cronológicamente más tarde en la vida del niño, pero que la mente enlaza como si de una misma secuencia se tratase. Un ataúd en medio del salón y unas sensaciones que aún conmueven. Rezos, lloros, liturgias para despedir lo más querido por aquel niño atemorizado y perdido. Son horas densas que pesan en la memoria y la tiñen de una pesadumbre fría y gris. Ya nunca olvidará la terrible soledad que la muerte deja por rastro, el vacío que provoca a quienes arrebata lo querido y apreciado. No forman parte del recuerdo, pero seguro que las lágrimas sucumbieron a la perplejidad de la pérdida, acompañaron al conocimiento de la muerte. El niño no se ha acostumbrado nunca a ella.

viernes, 16 de abril de 2010

Cambio de estación

El atardecer pintaba de naranja el cielo y las hojas tapizaban los caminos que conducían al encuentro. Ella esperaba inquieta su llegada explorando con sus ojos verdes cada sonido. El río golpeaba las rocas con un lamento de espuma rota. Sobre los árboles, los pájaros porfiaban con las nubes, mientras las flores se abrían multicolores a su paso. Cuando se abrazaron, la primavera ya estaba allí.

Huir desesperadamente

Sé que soy finitus. Huyo de ello desesperadamente. No sólo soy mortal, que es una posibilidad que todos admitimos aunque la consideremos remota, sino que tengo una fecha de caducidad mucho más probable y cada día más cercana. Intento alejarme de ella apurando la distancia que todavía nos separa, a pesar de la inutilidad del empeño: nadie ha conseguido ganar la carrera. La tengo presente en cada acto de mi vida y determina mi conducta. En mi caso, además, siento el retumbar lejano, como un eco, de esa marcha alocada, condenada al fracaso, cuando el silencio de la noche te impide ignorarla. Son voces sordas de tambores sin ritmo que brotan del pecho y en la almohada espantan el sueño.

Desconocer el momento de la derrota convierte cada zancada en una ventaja y cada suceso en instantes irrepetibles que se disfrutan como un triunfo. Se valoran como oportunidades únicas que no se pueden desaprovechar. Miras el mundo con la curiosidad de un niño y los abrazos albergan la fuerza de una despedida. La piel se eriza al simple roce de una caricia y los besos adquieren la dulzura definitiva de lo añorado.

No miras hacia atrás y el horizonte aparece cargado del futuro que hace brillar tus ojos. Apenas nadie percibe esta estúpida disputa con el destino aún cuando ellos avivan el ansia que la provoca. Es en la familia donde empieza la carrera por no apartarse de ella.

miércoles, 14 de abril de 2010

La primavera es republicana

El 14 de abril se conmemora la proclamación de la Segunda República de España, un episodio fugaz de modernización del país que fue cercenado con violencia fratricida por los insurgentes franquistas. Así se resume, en un solo párrafo, aquel período histórico que representó tantas esperanzas como frustraciones. La República debía ser la empresa que colocase a España entre las naciones más avanzadas de la época. Gracias a la Constitución de 1931, España pasaba a convertirse en un Estado republicano, democrático, descentralizado, regido por principios de igualdad, laicidad, sufragio universal, matrimonio civil, divorcio, y se dotaba de un Tribunal de Garantías que velaba por la pureza constitucional.

Seguramente hoy, 79 años después, esas metas nos resulten poco atractivas por cotidianas, pues son las que disfrutamos en la actualidad sin apreciar el altísimo precio que hubo que pagar por ellas. La Guerra Civil que inició Franco con su alzamiento nacional, apoyado por una burguesía dispuesta a defender sus intereses a sangre y el ímpetu falangista en un contexto de escalada de fascismos en Europa, acabaron con una República que no había sabido resolver sus contradicciones internas.

“Rectificar lo tradicional por lo racional” podría resumir el ideario político por el que impulsó una serie de reformas en la enseñanza, el ejército, el agrario y otros campos que tal vez abarcaron mucho y jamás pudieron materializarse. Queda para la ficción novelesca imaginar qué lugar habría alcanzado España en el mundo si aquella flor republicana no hubiera sido aplastada por una dictadura cruenta y despiadada, tan cerril que todavía hoy se resiste a que investiguen las fosas comunes que sembró por todo el territorio nacional. Por eso habrá de recordarse cada 14 de abril: la primavera es republicana.

Breve historia de España, Fernando García de Cortázar. Alianza Editorial, Madrid, 1993.

Más claro, agua.

Es como las brujas: existir, no existen, pero…

Que hay una campaña contra el juez Baltasar Garzón para apartarlo de la Audiencia Nacional, hayla. Era una sospecha universal que ahora ha quedado aclarada. María Dolores de Cospedal, secretaria general del PP, se encargó de confirmarlo en una entrevista periodística. Afirma que están siendo “linchados” por la `pandilla´ del juez con el objetivo de vincularlos a la trama de corrupción Gürtel, que afecta al principal partido de la oposición, y con la que no tienen nada que ver.

Según sus declaraciones, el juez Garzón colabora con el PSOE para instigar y promover esa campaña de linchamiento del PP. ¿La prueba? “Garzón militó en el PSOE y ha demostrado en numerosas ocasiones su animadversión por el PP, a pesar de su condición de juez”, responde tan pancha, para rematar: “En este linchamiento han participado Garzón y algunos mandos políticos de la Policía y la Policía Judicial”.

Son acusaciones gravísimas por parte de quien es la segunda autoridad de un partido con voluntad de gobierno. Señalar la prevaricación de un juez y la connivencia de instituciones del Estado son hechos que deben denunciarse con pruebas y no quedar amparados en una opinión que más tarde se rectifica con el silencio.

Aunque ya nos tiene acostumbrados a este tipo de manifestaciones (recuérdense las últimas a través de un vídeo desde una terraza de playa), lo que queda claro como el agua es su intención de sentar en el banquillo a un juez incómodo aunque las instituciones sufran un serio deterioro en su credibilidad y en la confianza que deben inspirar en los ciudadanos. Esa actitud descarada de prostituir cualquier mecanismo democrático y ensuciar los valores que sustentan al “menos malo de los sistemas”, es lo que impide a la derecha española equipararse con sus homólogas de las democracias avanzadas. Para constatarlo basta hacerse una pregunta: ¿Es concebible un Villepin español enfrentándose en el Consejo de Seguridad de la ONU a EE UU por la invasión de Irak? Lo triste de la respuesta es que el pueblo español no se merece esto.

martes, 13 de abril de 2010

Cuentos

En las relaciones interpersonales estamos constantemente comunicando. La mayoría de las veces lo hacemos sin pronunciar palabra alguna. Es lo que se denomina Comunicación No Verbal. La ropa, los andares, los gestos dicen mucho de nosotros. También existe la paraverbal, constituída por el énfasis, la entonación, los dichos y otros recursos del habla. Entre ambas ocupan el porcentaje más grande de las señales que emitimos. El lenguaje propiamente dicho representa sólo el 7 ó 8 por ciento.

Aún así, hablamos la mitad de lo que pensamos. Lo que queremos decir es más de lo que finalmente expresamos. La precaución, los modales o las deficiencias léxicas impiden una comunicación completamente eficaz. Con todo, hablamos hasta por los codos para decir cosas sin sustento, que apenas aportan información nueva o interesante para el que la recibe. Entre chascarrillos y lugares comunes, comunicamos nimiedades.

No digo que haya que estar pronunciando discursos al abrir la boca. Pero entre estar contando tonterías y decir cosas relevantes, deberá haber un punto medio. Es aquel en el que se encuentran esas personas mayores, del ámbito rural fundamentalmente, cuya experiencia les lleva a una economía del lenguaje con el que expresan juicios cargados de razón y utilidad. Sin apenas estudios, no desperdician un consejo sin ser solicitado y lo acompañan de todo el sentido común que la “universidad de la vida” les ha hecho acreedores. Comparados con los charlatanes de ciudad, vemos con claridad donde radica la diferencia. No se andan con cuentos.

lunes, 12 de abril de 2010

Fotograma, 2

Por aquel entonces, el mundo se reducía a un par de calles, dos casas y la plaza del pueblo. En la primera habitaba el niño con sus padres y hermanas, y en la segunda, los abuelos y la tía loca. De una a otra sólo había una calle que trepaba la cuesta y serpenteaba al final, esquivando un colegio, para pasar por delante del balcón de la casa de los abuelos. Allí residía el paraíso; siempre mantuvo ese encanto fascinante que atraía al niño. Era casa, era cueva, eran dulces y era la comida de la abuela. Encerraba algo mágico que mantenía al niño hechizado en su interior. Fue una casa que vio cómo la iba construyendo el abuelo poco a poco. Recuerda las rocas que hubo que partir para ampliar espacios en la cocina y en la planta baja. Y cómo había que regar el cemento de la azotea, plana como el papel, para que cuajase sin grietas. Era la misma azotea desde la que elevó las primeras cometas hechas con un folio e hilo de coser y desde donde se embelesaba en contemplar el paisaje montañoso de los alrededores, surcados de las palomas en imprevistas formaciones aéreas.

La casa estaba al pie de una colina y se accedía a ella por una escalera exterior. La escalera subía, con más pendiente, pegada a un lateral de la casa, en paralelo al camino escalonado que proseguía hacia las demás viviendas de la ladera. Entre una y otro la abuela había sembrado plantas que el niño se entretenía en rozar con las manos mientras corría por los escalones. Ya había descubierto una que, al simple roce, cerraba sus hojas largas y segmentadas, como si cerrara una mano de cien dedos. Cada vez que subía por las escaleras no podía dejar de pasar su mano sobre aquellas plantas para verlas reaccionar. El asombro que despertó aquel descubrimiento ha hecho que nunca fuera olvidado y perviviera como un gesto cada vez que tiene oportunidad de repetirlo. Así era la casa de los abuelos, donde hasta las plantas impregnaban de magia un lugar que aún despierta fascinación en el recuerdo del niño.

sábado, 10 de abril de 2010

Fotograma, 1

Mi infancia son montañas y lluvia, árboles frondosos y agua, ríos desbordados y cometas al viento. Calles empinadas y casas de colores, el agua siempre presente junto a la luz y el color de las primeras impresiones que se mantienen en la retina de los sueños, de cuando los juegos alborotan el silencio de las esquinas y hacen enmudecer el croar de las ranas. Noches estrelladas bajo la serenata de los coquís que arropan al niño cuando duerme. La inmensidad de una casa pequeña con un patio como universo donde se pierde la imaginación al trepar por las paredes para revolotear con las palomas. De ese espacio recóndito entre los pliegues del tiempo surgen los recuerdos prendidos en los ojos del niño. Y un pueblo perdido de carreteras sinuosas y calles en las que descubrir los rincones donde se oculta la experiencia y el vértigo de lo desconocido, cuyos límites se ensanchan con los amigos, los juguetes y los años. En medio de todo ello, la plaza, no como centro del pueblo, sino de la vida. Plaza de fuente siempre sedienta y rodeada de viejos árboles de raíces robustas para aprender a perseguir lagartijas y observar a las hormigas inquietas por la ramita que rompe sus senderos de aprovisionamiento y enloquece su afán. La plaza de cuatro entradas y dos iglesias a la que se acude todos los días, lugar de reunión y carreras, refugio para los chicos en los días claros y para los coches en noches de tormenta, furia de huracanes que zamarrean los árboles y arrancan los tejados. También es el centro de las fiestas en las noches aglomeradas de verano en que los cacharritos giran en un frenesí de músicas y bombillas deslumbrantes.

Así son los recuerdos de los primeros años, los que se pierden en la lejanía del tiempo y el espacio. Un tiempo que comienza amarillear y un espacio lejano de imposible retorno, pero quizá por ello suspendidos aún vivos en la nostalgia con la que el niño mira el mundo. Impregnan de inocencia un recorrido que se torna tortuoso con el devenir y añora la felicidad de los primeros pasos. Son como marcas para medir la vida y comparar lo perseguido y raramente alcanzado. Son los sueños de un niño que desvelan al adulto de su placidez para ser rememorados.

viernes, 9 de abril de 2010

Vivir en paz

¿Habrá llegado el tiempo de la sensatez? ¿Se buscará la paz por sí misma o será consecuencia del miedo a la mutua destrucción? ¿Será verdad que se superará la época de la guerra fría y nacerá la del entendimiento civilizado? Ninguna de estas preguntas tiene una respuesta inmediata, pero surgen espontáneamente tras la firma ayer en Praga del mayor acuerdo de desarme nuclear entre EE.UU. y Rusia. Para quien conozca la historia del último siglo, no deja de ser una muestra de esperanza lo rubricado por los mandatarios de las dos superpotencias capaces de aniquilar el mundo bajo una hecatombe nuclear. Parece que se entierran por fin los tiempos dominados por el terror a la “bomba” y que han llevado al hombre a padecer la inexistencia de porvenir alguno, el escenario miserable de vivir bajo la amenaza de la muerte segura e instantánea. Una desesperación existencial que emerge tras los mazazos horribles del nazismo, el estalinismo y la 2ª Guerra Mundial, y que dejaron en la conciencia de la gente la más negra de las impresiones: la desconfianza y el vacío como promesa de futuro.

Por ello es simbólico lo que los presidentes de EE.UU. y Rusia acordaron ayer, es simbólico por lo que representa de esperanza y es simbólico porque rompe al fin con la repercusión más negativa del miedo: la parálisis, aquella que impide avanzar hacia territorios de una verdadera paz sin temor, paz con futuro, de paz por la paz. La Humanidad tiene derecho a asegurar su porvenir en la Tierra basado en la convivencia y el respeto, a vivir en libertad y sin miedo, en ausencia de violencia y guerra. Parece que ha llegado la hora de comenzar a vivir en paz, sólo en paz.

miércoles, 7 de abril de 2010

El blog de Bartleby

Es curioso que gente que jamás tuvo intención de escribir, que preferiría precisamente no hacer nada, tenga atracción por mantener un blog propio. No se corresponde el interés por asomarse al mundo virtual con la propensión negativa a la literatura o a contar algo sobre su vida en el mundo real. Quienes así se comportan, parecen la cara opuesta del personaje de Herman Melville, cuando en vez de permanecer negados a cualquier iniciativa, abrazan en cambio la posibilidad de abrirse a internet con páginas en las que comentan lo que procuran ocultar. Son seres con alergia a la realidad, pero inmunes a la hiperrealidad cibernética: pierden la desconfianza ante lo conocido y se entregan con confianza a lo desconocido.

Internet es una herramienta poderosa, útil y peligrosa. Permite acceder a una información inconmensurable que ningún otro medio podría ofrecer, pero también incontrolable, de procedencia la mayoría de las veces dudosa y poco fiable. Su seguridad es cuestionable y está expuesta a la manipulación y al seguimiento por parte de quien sepa y quiera hacerlo. Si nunca ha sido posible impedir la interpretación arbitraria del lector, en el mundo virtual es infinitamente mayor la malinterpretación de lo que expongas.

Bartleby respondía siempre que prefería no hacer lo que se le mandase, pero con la explosión de las bitácoras prefiere un blog. Ajeno a los ojos que no logra distinguir, no siente vergüenza y sus temores se disipan. Los que se niegan a todo, aceptan el mundo a sus pies que la informática les proporciona sin considerar que son ellos los que se tiran a los pies de las ondas hertzianas, para naufragar con la ilusión del navegante.

Enrique Vila-Matas* se ha equivocado al rastrear la tendencia más perturbadora de las literaturas contemporáneas, la del rechazo como único camino para la creación literaria, entre los escritores adictos al No. Le hubiera sido más fácil encontrarlos en los blogs de los Bartleby que pululan en la red.

*Bartleby y compañía, Enrique Vila-Matas, editorial Anagrama, Barcelona, 2000.

lunes, 5 de abril de 2010

730 casos... y sigue.

Ignoro si es un fenómeno típicamente español o se manifiesta también en otras latitudes, dondequiera que exista la posibilidad de saltarse las normas y aprovecharse de la confianza que te brindan los demás. Pero aquí está adquiriendo tal magnitud que lo está transformando en un problema serio que afecta todos, en proporción al poder que manejan. La situación es tan grave que ya es imposible eludirla si estás medianamente interesado en saber cómo nos gobiernan.

La corrupción que aflora en la política causa estragos no sólo en las arcas de los dineros públicos, sino en la calidad de la democracia que tanto esfuerzo ha costado conseguir en este país. Una percepción que homologa al que se dedica a la “cosa pública” con el delincuente que tarde o temprano aprovechará su cargo para enriquecerse ilícitamente. Es injusto catalogar así a los miles de servidores públicos que en municipios, comunidades o la administración central se limitan a cumplir con su deber con vocación de honradez y entrega. Pero, si no se adoptan medidas contundentes e inmediatas, la mancha de la sospecha pronto acabará cubriendo a todo el panorama político nacional y la excepción será entonces hallar a un político honesto.

Y no es una exageración. Según el Fiscal General del Estado, Conde Pumpido, en la actualidad hay 730 casos de corrupción abiertos contra partidos políticos en España. Son, simplemente, los casos en los que la justicia ha podido encontrar indicios para iniciar una investigación. Con toda probabilidad habrá muchos más que se cometen con impunidad o con desconocimiento de los ciudadanos. Es triste comprobar que nadie se libra de la tentación, pues están inculpados políticos de todas las tendencias: PSOE, PP, CC, CiU, PA, IU, UM, ERC, BNG, PNV, etc., una extensa representación de los que engendran en su interior el cáncer del gürtel, malaya, palma arena, filesa, astapa, pretoria y otros que pudren el noble ejercicio de la política y socavan la confianza de los votantes. Ante ello sólo cabe actuar con decisión. Hay que apartar a estos corruptos de la política y hay que elegir en consecuencia. La política debe limpiar su espacio de “aprovechados” y los ciudadanos debemos mantener una vigilancia aún más intensa, si cabe. Cualquier cosa, menos mostrar desafección, pues es justamente lo que aguardan quienes confían en saquear el botín. Es lo que tiene vivir en democracia.

sábado, 3 de abril de 2010

Elogio de lo público

Acabo de leer un artículo de Muñoz Molina* en el que elogia a la socialdemocracia. Es un brindis al sol en unos tiempos en los que, a pesar de la mayor crisis económica que estamos soportando de la historia, nadie reniega del sistema capitalista de marcado acento liberal ni le exige cuentas por los daños ocasionados. Antes al contrario, los mismos que, con sus actuaciones de una ambición sin límites, han provocado el derrumbe financiero en el mundo, son los que acuden al Estado para que sufrague las consecuencias. Esa ideología económica que pregona el liberalismo puro para desenvolverse sin cortapisas necesita de la contribución común de un Estado regulador que lo libre de sus abusos… para volver a seguir cometiéndolos.

Muñoz Molina hace referencia a Tony Judt, autor que defiende los “espacios públicos, los servicios públicos, las causas comunes” aunque seguramente no volverá a disfrutar de ellos a causa de una enfermedad que le lleva a la parálisis del cuerpo. En el libro que ha escrito esta persona, que conserva intacta su capacidad intelectual, Ill Fares the Land, se afirma: “En muchos aspectos, el consenso socialdemócrata significa el progreso más grande que se ha visto nunca en la Historia. Nunca antes tuvo tanta gente tantas oportunidades en la vida”.

Es posible que en el reinado de la debilidad absoluta, aquella que impregna al pensamiento, las religiones y las ideologías, estas cuestiones se consideren trasnochadas. Sin embargo, siguen constituyendo los modelos sobre los que construimos nuestra convivencia en común. Ninguna sociedad se establece sin un cemento (ideológico) que aglutine a sus componentes. Unas se decantan por permitir que el individuo acceda a lo que libremente pueda alcanzar. Otras, por ayudar a quienes sufren desigualdades que les impiden acceder a esas oportunidades. Ninguna es perfecta y en ambas existen “aprovechados” que explotan sus imperfecciones. Pero cuando las trasladamos a lo práctico, como es la educación, la salud, los servicios públicos, las carreteras o los ferrocarriles –como pone de ejemplo Muñoz Molina en su artículo-, cuesta trabajo no asumir como más beneficioso para todos el sistema socialdemócrata y su Estado del Bienestar. Tendrá faltas, pero intenta guiarse por una “gramática común de la emancipación” que corregirá sus errores.

* Antonio Muñoz Molina, "Un elogio de la socialdemocracia", suplemento Babelia 958, El País, 2/3/10

viernes, 2 de abril de 2010

Cuestión de fe

No es la religión mi obsesión predilecta, pero ella se empeña en estar de actualidad día sí y el otro también. Cuando no son musulmanes que intentan rezar en la Mezquita (¿dónde si no?), son cristianos condenados por hacer viñetas de Mahoma. Lo cierto es que todas las religiones muestran la misma intolerancia que dicen combatir y predican el amor del que carecen. Se aposentan en un concepto del poder, terrenal por supuesto, que es incapaz de aceptar al discrepante, y reproducen en sus estructuras orgánicas los mismos estereotipos sociales que afirman haber superado. Mantienen castas jerarquizadas entre príncipes, ulemas y demás cúspides dirigentes diferenciadas del resto de la grey, y condenan a la mujer, como en la edad media, a una función subordinada de servidumbre al varón, quien podrá aspirar por su condición masculina a estamentos más elevados y no tendrá que exteriorizar su sometimiento con signos evidentes en el vestir, como pañuelos, velos y burkas que tanta discusión generan.

Afortunadamente ya no existen lapidaciones y cruzadas contra el infiel, pero no por falta de ganas. Viendo cómo se comportan en sus relaciones cotidianas, con prohibiciones de todo tipo, advertencias de excomunión por leyes civiles que no son de su agrado y otras formas de presión sutiles o groseras, las religiones, todas, exteriorizan cuando pueden su voluntad de ejercer un control férreo y absoluto sobre el hombre. No terminan por asumir que su ámbito debe reducirse al íntimo de las creencias y que su reino, como se lee en sus propias escrituras, es el cielo trascendente que prometen a sus fieles. Les cuesta trabajo aceptar que la Tierra pertenece a la razón y la inteligencia con las que el Dios de todas ellas insufló a la más amada de sus criaturas. ¿O es que no se creen su propio discurso?