viernes, 31 de mayo de 2019

Soledad de otoño

En este mayo que agoniza, las tardes me acurrucan en el sillón de las horas tiernas donde reposan los pensamientos que afloran en el otoño de mi vida. Más que a las cosas, revolotean la grata soledad que, aun acompañado, siempre estuvo conmigo. Y descubren, soñolientos, que un poeta amado atrapó esa soledad en sus palabras rotas.

La soledad se aprende y se conquista,
aunque llegue a nosotros
como revelación inesperada
de una tarde que juega con la lluvia.

Siempre estuvo conmigo,
el caballero,
la gala de mi vida,
la flor del tiempo.

Poema El caballero el otoño, de Luis García Montero, que se incluye en su libro Las palabras rotas. Editorial Alfaguara.

jueves, 30 de mayo de 2019

Víctimas de la precariedad


Un joven de 22 años, inmigrante como los que se buscan la vida en nuestro país en ese lumpenproletariado que les permite, al menos, sobrevivir míseramente, acabó atropellado bajo las ruedas de un camión de la limpieza, el sábado pasado en Barcelona. Estaba repartiendo pedidos en bicicleta como rider de la plataforma Glovo, en la que no figuraba inscrito ni tenía cuenta como los demás “autónomos” de esa empresa “colaborativa”. Al parecer, utilizaba la cuenta de un tercero que la alquilaba para acumular el máximo tiempo en activo y, así, ganar más dinero entre los dos. Se trata de una forma no infrecuente de cumplir con los objetivos de la empresa -número de repartos y tiempo de trabajo- y no sufrir penalizaciones que restan encargos y, por ende, dinero. No cabe duda que es un desgraciado accidente, fruto de la fatalidad, que ocupa un par de líneas en la página de sucesos de cualquier medio de comunicación. Sin embargo, la muerte de este ciclista es, además, la triste consecuencia de esa extrema precariedad a la que se ven abocados los que necesitan imperiosamente un trabajo a cualquier precio -sin contratos, sin horarios, sin seguros, a destajo, etc.- en el que están expuestos a sufrir con mayor probabilidad accidentes, algunos de ellos mortales, como el del rider de Glovo.

Se podía haber evitado. Porque no es el primero ni será el último accidente laboral mortal que se produce en España en unos tiempos, como los actuales, en que supuestamente son obligatorios los reglamentos de seguridad y prevención de riesgos y accidentes en las empresas. Más de 600 trabajadores murieron a consecuencia de un accidente laboral en nuestro país en 2018, según el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, dando lugar a un repunte de la siniestrabilidad laboral que coincide con los años de la crisis económica. Es indudable que la precariedad laboral influye en la probabilidad de siniestros, puesto que en épocas de crecimiento económico el número de accidentes mortales fue menor, pero con la crisis, desde 2013, los datos de víctimas mortales aumentaron.

No obstante, la precariedad laboral, y no sólo salarial, sigue siendo en la actualidad la modalidad preferida por las empresas a la hora de contratar trabajadores. Una modalidad permitida con la última Reforma Laboral para facilitar la adecuación de las plantillas a las circunstancias de las empresas durante la pasada crisis financiera, con intención de facilitar la viabilidad empresarial abaratando el costo por trabajador. Venía acompañada de la desvinculación del Convenio Colectivo Sectorial a la hora de pactar con los trabajadores las condiciones laborales en cada empresa y de la facilidad para un despido más barato. Las empresas, claro está, aplaudieron la fórmula legal que les suponía menores costes por trabajador, y la mantienen en la actualidad, aunque la fuerza del trabajo cargue, incluso en plena recuperación y crecimiento de la economía, con una precariedad salarial, la falta de estabilidad y peores condiciones laborales que, no sólo les atan a la pobreza, sino que los predisponen a sufrir accidentes laborales y problemas de salud. En este contexto hay que inscribir el mortal accidente laboral del trabajador ilegal de Glovo en Barcelona.

Por tales situaciones existen responsabilidades que no se asumen y se eluden. Por un lado, la empresa, que no sólo mantiene unas condiciones laborales extremas, con falsos autónomos incluidos, sino que tolera la existencia de repartidores ilegales, sin papeles y sin coberturas de seguro alguna. Conoce la práctica de compartir una cuenta porque es consciente de que las condiciones y la remuneración que ofrece no permiten planificar ningún proyecto de vida digno. Y, por otro lado, el Gobierno y las autoridades competentes, porque no revierten una legislación que penaliza al trabajador, derogando esa Reforma Laboral, ni funcionan los mecanismos legales, como la Inspección del Trabajo, para detectar y corregir las prácticas de abusos laborales y las continuas violaciones del Estatuto de los Trabajadores.

Al desgraciado repartidor nepalí lo mató un camión, pero los responsables de su muerte son muchos: un Gobierno débil con el capital, una Administración incompetente, una empresa chantajista, un mercado laboral instalado en la precariedad, un sistema económico que sólo contempla el beneficio y una sociedad insensible por la anomia, incluso cuando vota, con sus miembros más desfavorecidos. Todos ellos son verdugos de las víctimas de la precariedad.

martes, 28 de mayo de 2019

¡Por fin, normalidad!


Para muchos, ha llegado la hora de la normalidad, entendida esta como la vuelta a los afanes cotidianos, a los problemas nada livianos del día a día de la gente pero que los hacen sentir protagonistas de sus vidas y responsables de su futuro. El trabajo, la familia y el bienestar propio serán, a partir de ahora, el motivo que centrará su atención y no la política de confrontación y crispación que ha caracterizado en estos últimos años la obsesiva realidad española. Después de un período, desde 2015, de incertidumbres y sobresaltos, en el que han acontecido tres elecciones generales, con una exitosa moción de censura de por medio, dos consultas autonómicas en Cataluña, con -también de por medio- un referéndum ilegal y una proclamación de la república que se dejó en suspenso y ocasionó la huida del presidente de la Generalitat y el encarcelamiento de otros miembros de aquel gobierno secesionista, más otros comicios en Andalucía que desalojaron a los socialistas del poder tras 36 años y abrieron las puertas a la ultra derecha, convirtiéndola en socio parlamentario del nuevo gobierno del Partido Popular y Ciudadanos en la Junta de Andalucía, parece, pues, que, al fin, llega la hora de la estabilidad política y la normalidad en la gestión de la cosa pública en España. No se esperan nuevas elecciones hasta dentro de cuatro años. Hacía falta esa tranquilidad, cuando menos, electoral.

El nuevo ciclo político que se presta comenzar zanja la excepcionalidad de estos últimos cuatro años tan revueltos, en los que un presidente del gobierno en funciones ha estado seis meses sin ser investido por el Congreso; otro ha ocupado el cargo sin ser diputado y sin mediar elecciones; un partido político ha sido condenado por corrupción por primera vez en democracia; una autonomía ha sido suspendida de sus competencias y ha estado dirigida desde el poder central; políticos presos han resultado elegidos en las últimas elecciones para de nuevo ser inhabilitados de sus cargos como diputados y senadores mientras sean juzgados en el Tribunal Supremo; un novísimo partido constitucionalista veta al más antiguo partido político democrático de la actualidad; y la misma fuerza de ultra derecha que emergió en Andalucía se configura como clave para gobiernos de la derecha en algunas autonomías y alcaldías del resto de España.

Con todo, los temores al avance de formaciones radicales ultranacionalistas, xenófobas y antieuropeas no ha sido tan determinante ni en nuestro país ni en Europa, aunque ha fragmentado la representación en todos los ámbitos de la política (municipal, autonómica, nacional y europea). Tampoco los “viernes sociales” despilfarradores de los que se acusaba al anterior gobierno surgido de la moción de censura han lastrado el rumbo de recuperación de la economía española, el más vigoroso entre los países de la UE. De hecho, han convertido al partido socialista en el más importante de su familia en la Eurocámara y la primera fuerza política de España, a pesar del veto que le impuso la derecha emergente anaranjada, obligada ahora a pactar con él si no quiere ser tachada de apéndice de la ultraderecha. De los inmigrantes ni nos acordamos ya -y eso que nos iban a invadir- hasta la próxima oleada de pateras, el Brexit se encamina hacia una salida brusca que fagocita a cuantos en el Reino Unido lo gestionan, Trump sigue envalentonado en su guerra contra el resto del mundo, no sólo con México, Venezuela, China e Irán, y el calor se va apoderando del aire que respiramos para recordarnos que el verano está al caer. La cotidianeidad, con sus oscilaciones, se instala progresivamente en la rutina del país y en la de sus gentes, quienes han votado por enésima vez demostrando más sensatez y sentido común que esos políticos que intentaron trasladar a ellos su sectarismo e intolerancia.

Ahora, los ciudadanos confían en que la normalidad cunda entre diputados y concejales para que se ocupen de resolver los problemas que afectan a la población y trabajen por el bien común y la convivencia pacífica entre los españoles, con lealtad a las instituciones y respeto a la Constitución y las leyes. Esperan que desempeñen sus cargos públicos para conseguir unos pueblos y ciudades cuyo urbanismo responda a las necesidades de sus habitantes y no a las de la especulación inmobiliaria, que faciliten las condiciones para la creación de empleo estable y de calidad, que defiendan el medioambiente y la sostenibilidad de nuestro hábitat y que impulsen medidas para erradicar los vicios que arraigan la desigualdad y la injusticia social.

Tras las broncas políticas tácticas del pasado reciente, quieren que todos, desde la posición alcanzada por cada cual, se empeñen codo con codo en hacer avanzar a España, potenciar su economía y su dinamismo industrial, comercial, cultural y artístico para que la riqueza nacional revierta en el progreso y la prosperidad del conjunto de los españoles, sin distinción. Y en reforzar nuestro Estado de bienestar para asegurar nuestros derechos y libertades. Piensan que es hora ya de dejar de mirarse el ombligo y otear el futuro con generosidad y honestidad, atendiendo a lo común antes que lo individual o partidista.

Los que votan reconocen que ahora viene lo difícil, que accedemos, con un poco de suerte, a una rutina, en un escenario fragmentado, que obliga a pactos y acuerdos alcanzados con altura de miras y voluntad de entrega a la causa del bien común. Que ahora vienen cuatro años por delante en los que demostrar que el verdadero interés que mueve a nuestros políticos es el interés general y no el particular ni el rédito electoral. Y de asumir la política, en el día a día, como un medio para mejorar las condiciones de vida de todos los ciudadanos y no un fin para la ambición personal.

Hartos de vivir en permanente tensión y de votar cada seis meses sin necesidad, los españoles aspiran a que la normalidad sea el signo del nuevo período que ahora se abre tras las últimas y definitivas elecciones generales del domingo pasado. Con la última papeleta, y a pesar de todos los problemas, sólo aguardan que no se frustren los deseos que han expresado en las urnas: pluralidad, convivencia, democracia y concordia en un país en el que cabemos todos y juntos somos grandes y poderosos. Los españoles, con su conducta democrática y participación colectiva, persiguen vivir con normalidad un proyecto conjunto de paz y libertad. Es lo que esperan y anhelan, merecidamente. Normalidad.

viernes, 24 de mayo de 2019

Libros en feria


Con los primeros calores que preludian el verano, una efímera y minúscula ciudad de casetas de madera se instala cada año en la Plaza Nueva de Sevilla, en pleno centro, para que curiosos y visitantes se entreguen a indagar lo que la habita y motiva: libros. Se trata de la Feria del Libro de Sevilla que, con sus 47 expositores, conmemora, en esta edición, el V Centenario de la Primera Vuelta al Mundo que protagonizaron Fernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano, navegantes de Portugal y España que, unidos en una aventura común, legaron para sus respectivos países la paternidad compartida de la hazaña. Por eso, también, el país invitado de esta Feria es el vecino Portugal, del que se presta una atención preferente a su literatura y escritores más representativos.

Y, como siempre, los paseantes que deambulan por este arrabal libresco, por cuyas ventanas abiertas de par en par editores, instituciones y librerías exhiben esos objetos de culto que atraen la mirada de los bibliófilos, buscan y encuentran el título que les despierta el interés o responde a un deseo no satisfecho. En mi caso, me entrego al placer de ojear expositores, sin buscar nada concreto, hasta tropezar con una joya que parecía estar aguardándome. No hay visita a la Feria del Libro en que no me sienta seducido por un título, una portada, una tipografía, un formato, el asunto que trata y hasta su novedad, que me impide pasar de largo sin adquirirlo. Son hallazgos que me llenan de íntima satisfacción. Esta vez, los Aforismos de Fernando Pessoa, recopilados por primera vez por la editorial sevillana Renacimiento en su Colección A la mínima, vinieron a completar y aumentar, al mismo tiempo, mi obsesión por esta insigne figura de las letras portuguesas.      

miércoles, 22 de mayo de 2019

Razón y fe


La religión y la filosofía son las dos vías por las que el ser humano accede a la “verdad” (revelada o deducida) de la existencia, la realidad y el ser. La fe no busca la comprensión ni se atiene a ninguna razón suficiente, sólo exige obediencia. La razón, la verdad increada, constriñe a los hombres y los somete a la necesidad porque, según Hegel, “todo lo real es racional”. Ambos pensamientos se oponen, puesto que uno justifica el conocimiento en el ser, y el otro justifica el ser en el conocimiento.  ¿Es posible conciliar las Sagradas Escrituras, fuentes de la revelación, con la sabiduría griega, fuente de la filosofía? ¿Es posible la relación entre la fe y la razón? Los escolásticos intentaron unir las verdades reveladas por la Biblia con las verdades evidentes descubiertas por Grecia, patria del pensamiento humano. Y la contienda aun continúa. Kant estimaba que el Deus ex machina es la más absurda de las suposiciones, puesto que la idea de un ser supremo, creador de todo lo existente, representa el fin de toda filosofía. Kierkegaard, por su parte, pensaba que creer equivale a perder la razón para ganar a Dios. De este modo, los apóstoles y los profetas se contentan con la fe; el filósofo aspira a más, desea el conocimiento. Los primeros aguardan la salvación desde lo alto; el segundo, a través de una sabiduría basada en el conocimiento estable y duradero. Con todo, ambas vías comparten algunas ideas que nada tienen que ver con la racionalidad y el positivismo. Y de ello es, precisamente, de lo que trata Atenas y Jerusalén, el libro más importante del pensador ruso Lev Shestov que acaba de publicarse por primera vez en español (Hermida editores, Madrid, 2019).

Es un ensayo profundo y denso que zarandea las certidumbres de, incluso, quienes estamos alejados de la filosofía, también de la fe, aunque no de la inquietud por saber. Y nos deja consternados con la duda sobre qué verdad es más verdadera, la de la fe o la de la razón, la revelada o la alcanzada por el hombre por sí mismo con su conocimiento. Personalmente, concibo ambas verdades como frutos de la racionalidad del ser humano que busca respuestas a su trágica singularidad consciente, hallándolas bien en la cabeza, bien en el corazón. Con eso sacio mi curiosidad, de momento.

martes, 21 de mayo de 2019

Europa, en la encrucijada


Europa, el proyecto más ambicioso de unidad política entre las naciones del Viejo Continente, se juega su futuro en las elecciones al Parlamento europeo del próximo domingo, en las que participan cerca de 380 millones de personas, mayores de 18 años, repartidas entre los 28 países miembros. España elegirá a 54 de los 751 diputados que componen el Europarlamento, la institución que representa a los ciudadanos y la encargada de elaborar las leyes, junto al Consejo, aprobar el presupuesto de la Unión Europea (UE) y controlar al Gobierno europeo. Su importancia, por tanto, es capital para los ciudadanos porque, por decisión democrática de todos ellos, es cómo se fija el rumbo y se establecen los mecanismos de la maquinaria comunitaria. Pero, en esta ocasión, estas elecciones vienen impregnadas de un serio peligro, por cuanto el proyecto de unidad y los valores que lo animan están amenazados por la presencia en las instituciones de la UE de una serie de partidos radicales antieuropeos que persiguen destruir, desde dentro, el mayor logro jamás conseguido por la paz, la democracia y la prosperidad en esta parte del mundo llamada Europa, solar de dos guerras mundiales a las que nos condujo nuestra desunión y enemistad.

Y es que un proyecto complejo y singular de unión de países soberanos, sin constituir una federación -como los Estados Unidos de América- ni diluirse en un ente interestatal de nuevo cuño -como la ONU-, sino compartiendo soberanía para ser más fuertes y tener mayor capacidad de influencia en el mundo, representa un reto que desata la ojeriza de las potencias establecidas y de las fuerzas nacionalistas que temen perder privilegios. Son muchos, pues, los enemigos externos, pero sobre todo desde el interior del propio Continente, que desean la desaparición de un proyecto comunitario capaz de convertirse -como ya lo es-, por la suma de las fuerzas de los países que lo integran, en un interlocutor poderoso e imprescindible a escala planetaria por su potencialidad económica, política, cultural y social. No cuesta trabajo imaginar que tanto Donald Trump como Vladimir Putin encarnan esas amenazas externas, pero no se subraya lo suficiente el enorme peligro que representan para la UE las formaciones ultranacionalistas y eurófobas que pretenden constituir el tercer grupo del Parlamento europeo, por número de escaños, si logran alcanzar tal representatividad en las próximas elecciones. En nuestro voto está la posibilidad de materializar o despejar tal peligro que mantiene a Europa en la encrucijada más seria de su existencia.

Realmente, los ciudadanos europeos, en general, y los españoles, en particular, desde que accedimos al club en 1986, se juegan mucho en estas elecciones que deciden el futuro de la UE. La pertenencia de España a la Unión Europea ha consolidado nuestra democracia y ha fortalecido sus instituciones, obligadas a regirse por los parámetros democráticos de rigor y transparencia que se exigen desde Bruselas. Sin democracia no es posible el acceso al proyecto comunitario de Europa. Ni fuera de ella se disfrutaría de la libre circulación y residencia de los ciudadanos europeos en todos los Estados miembros. Con Europa hemos comenzado a viajar al extranjero y sentirnos como en casa en cualquier habitación de este hogar común, sin necesidad de pasaporte ni cambiar de moneda. Incluso para trabajar, puesto que formamos parte de un mercado único en el que también los trabajadores, las mercancías y los capitales circulan libremente. No obstante, nada de lo anterior puede darse por sentado, ya que los partidos de ultraderecha pretenden recuperar las fronteras y proteger sus negocios nacionales con aranceles intracomunitarios y controles aduaneros para las personas. Un peligro que se evidencia con el Brexit del Reino Unido y las proclamas antieuropeas de Matteo Salvini en Italia, Jean-Marie Le Pen en Francia, Viktor Orbán en Hungría o Santiago Abascal en España, entre otros.

Nada es seguro y todo está en juego en estas elecciones al Parlamento europeo. Unas elecciones tan decisivas para el futuro de la Unión Europea como aquella primera piedra del proyecto que se puso, en 1952, con el acuerdo de constituir una Comunidad Europea del Carbón y del Acero con la que empezamos a compartir recursos. Desde entonces, la UE ha conseguido muchos logros de los que España se ha beneficiado. Más de 40.000 estudiantes españoles han tenido oportunidad de realizar estancias en otros Estados para cursar estudios bajo el programa Erasmus. Gracias a los planes de convergencia y las políticas de cohesión, nuestro país fue receptor de recursos económicos que modernizaron infraestructuras y adaptaron su economía para el desarrollo en igualdad de condiciones con la Europa más avanzada. Y participamos de un mercado único de bienes y servicios que abarca a veintiocho países, con más de 500 millones de ciudadanos y potenciales clientes. También asumimos los valores de la UE en el ámbito internacional, como son promover la Democracia, el Estado de derecho, los Derechos Humanos y la Libertad, el respeto a la dignidad humana y los principios de igualdad y solidaridad con otros países y organizaciones del mundo. Y afrontamos retos conjuntamente, como el cambio climático, la desigualdad y la pobreza, y el fenómeno de la inmigración y los refugiados que huyen de países de nuestro entorno continental. Incluso podemos enfrentarnos con más fortaleza a desafíos, convirtiéndolos en oportunidades, que un país en solitario no podría afrontar, como la guerra comercial que ha desatado Trump entre EE UU y China y sus amenazas de imponer aranceles a las exportaciones comunitarias hacia su país, ignorando cómo funcionan las cadenas de valores en una economía global e integrada.        

También, hay que reconocerlo, la UE ha sido prolija en decepciones y quebraderos de cabeza, con esas políticas de austeridad intransigente que impuso para combatir la última crisis económica y que tanto han empobrecido a la población de sus socios más vulnerables y débiles, como Grecia, Portugal y España. Y con su actitud vacilante y poco unitaria -y humanitaria- frente al problema de la migración y los refugiados, despertando el recelo y los resentimientos de una parte importante de la población en Europa, cuyos temores han servido para alimentar el despertar de los partidos xenófobos, racistas y ultranacionalistas de extrema derecha en el Continente. Y, ahora, estas formaciones filofascistas, que niegan la esencia de Europa -sus valores y principios- y aprovechan los miedos exacerbados para convertirlos en un problema nacional de identidad, quieren tener capacidad de influencia dentro de la propia UE para desnaturalizarla y destruirla desde dentro.

Su objetivo manifiesto, tras los resultados que consigan en estas elecciones al Parlamento europeo, es coordinarse para constituir un bloque, similar al de conservadores y progresistas, de euroescépticos y antieuropeos. De hecho, muchos de ellos, como Le Pen, Wilders y Orbán, se congregaron en Milán, invitados por Salvini, para cargar contra la UE, los inmigrantes, el islam y la “oligarquía” de esa élite de “extremistas” que han gobernado Europa en los últimos 20 años. Nada de lo avanzado les parece positivo.

Si permitimos, con nuestro voto, que estos grupos infecten con su odio y radicalidad las entrañas de Europa y su proyecto de unidad, que no sólo nos ha proporcionado mayor fortaleza que por separados, sino que además es el mayor proveedor de programas de ayuda al desarrollo y ayuda humanitaria del mundo, estaremos retrocediendo en la Historia y retornando a las viejas naciones enfrentadas y egoístas, empeñadas en combatirse mutuamente hasta la aniquilación. Tal es la encrucijada a la que se enfrenta Europa en estas próximas elecciones. Y tal es el problema que a todos nos afecta, porque Europa no es algo lejano y extraño, sino nuestra realidad cotidiana e inmediata. Afortunadamente, somos Europa aunque nos pese y somos ciudadanos europeos, amparados por la Carta de los Derechos Fundamentales de la UE, que disfrutan de un lugar privilegiado de libertades y derechos como pocos en el mundo. No es cuestión de echarlo todo por la borda.

jueves, 16 de mayo de 2019

¿Qué fe es esa que se ofende?


Una vez más (¿cuántas?), los “sentimientos religiosos” (eufemismo para referirse a creencias) han de acudir a un Código Penal obsoleto para que nadie ose, en uso de su libertad de expresión, ni siquiera de forma artística, opinar, valorar, cuestionar o recrear (pintura, teatro, música, etc.) lo que no dejan de ser simples creencias o supersticiones que se consideran intocables, como si fueran verdades absolutas irrefutables e indiscutibles, cual la Ley de la Gravedad. Otra vez, una fe (insisto: una creencia, legítima pero particular),sumamente suspicaz y aparentemente débil o vulnerable, ha de ser protegida por un Código Penal que distingue como delito cualquier manifestación que pueda interpretarse como “ofensiva”, es decir, que rebaje el absolutismo de una verdad religiosa que ni es absoluta ni es verdad, sino simple elucubración mental con ambición de trascendencia, semejante a la de quienes consideran “sagradas” a las vacas y, por ende, intocables y divinas. El sentimiento religioso de los que veneran a las vacas también podría sentirse “ofendido” si cuestionas que son simples animales que a la parrilla están sabrosísimos. ¡Blasfemia!

Los quisquillosos de una fe tan frágil han vuelto a acudir a la Justicia para que retire (censure) una exposición en Córdoba (la ciudad sede de una Mezquita que el Obispado provincial se empeña en rebautizar de Catedral) que muestra obras pictóricas de 14 artistas con las que reivindican, bajo el título “Maculadas sin remedio”, una feminidad más profunda que “critica” el mito religioso de la Inmaculada Concepción y otros estereotipos patriarcales que ocultan la sexualidad de la mujer. Tras el dedo acusador de la denuncia, presentada -¡cómo no!- por el Partido Popular, Ciudadanos y Vox (partidos “constitucionalistas” que velan por la religiosidad de un país que la Constitución declara “aconfesional” -parece que a esta parte de la Constitución le prestan menos atención-), surge el fanatismo inquisidor, transformado enseguida en el luterano malleus Dei (martillo de Dios), que la emprende a navajazos contra los “herejes”: en este caso, la obra “Con flores a María”, que apareció al día siguiente rajada de arriba abajo, como haría todo buen talibán que se precie. Y todo porque la fe es intocable y, a pesar de que el sentido común, la biología y la ciencia demuestren lo contrario, cree que una mujer inmaculada y virgen fue madre de Dios y, por creerlo así, no tolera que sea representada con la mácula irremediable de su feminidad, sus pulsiones sexuales y sus síntomas menstruales, como todas las mujeres “maculadas sin remedio” por imperativos fisiológicos de su organismo.

Los vigilantes de la fe -exclusivamente católica, por supuesto- elevan el grito al cielo por el presunto “escarnio” que supone la exhibición de un cuadro que presenta a una mujer con apariencia de la Virgen María levantándose el manto y tocándose su zona genital, lo que de inmediato es considerado un insulto a los sentimientos religiosos y los dogmas de la fe católica de la mayoría de los cordobeses. Pero, en vez de no ir a la exposición, como haría cualquier tolerante con lo que no le gusta o disgusta, estos émulos del Santo Oficio prefieren prohibir la exposición para que nadie pueda contemplar unos lienzos, provocadores pero artísticos, que cuestionan dogmas establecidos, aunque sean religiosos. Pierden, así, la oportunidad de respetar, ellos también, esa libertad de expresión y opinión que la Constitución reconoce a todo ciudadano, cordobés o de cualquier lugar de España, sea creyente o no. Exigen respeto quienes no respetan las opiniones de los otros, demostrando una intolerancia impropia en una democracia. Y apelan a unos intangibles y subjetivos “sentimientos religiosos” como motivo suficiente para silenciar y hasta penalizar cualquier crítica o cuestionamiento de la doctrina o ritos religiosos. Algo inconcebible -sentirse ofendido- con otras ideas o convicciones, tanto políticas y económicas como culturales, sociales y hasta éticas o morales (menos las religiosas), en las que la crítica y la confrontación de opiniones enriquecen el debate y aclaran “sombras” que predisponen a la manipulación. Por ello, resulta obsoleto un Código Penal que contemple la ofensa al sentimiento religioso como ilícito punible.

Manifestación del Coño Insumiso
Tampoco se entiende una fe que precisa ser defendida por los tribunales de justicia cuando se siente cuestionada por los incrédulos que no la profesan. Una fe que exige la aceptación indiscutida de su credibilidad, so pena de condenas administrativas -penales- o espirituales -el infierno- en vez de reclamar respeto, que no la sumisión, como cualquier opinión personal que, por legítima que sea, es susceptible de ser discutida, rebatida y, por supuesto, rechazada por quien no le convence ni quiere verse obligado a asumirla. Los creyentes pueden organizar sus vidas en función de su fe, pero no imponer sus ideas a la totalidad de la población ni blindar sus creencias con una protección penal para acallar o impedir toda crítica o disenso. La fe no es ninguna ley, sino una creencia que se limita al ámbito particular del ciudadano. Como ser vegano y, no por ello, sentirse “ofendido” -y reclamar castigo penal- por quienes cuestionan y representan lo opción vegetariana críticamente en obras literarias y artísticas e, incluso, en manifestaciones públicas.

Si se puede discutir del rey, de la política económica, del aborto o de la configuración territorial de España, por ejemplo, ¿por qué no se puede disentir del mito de la inmaculada concepción o de la religión -cualquier religión- como constructos surgidos de nuestra imaginación que nos aportan consuelo y esperanza ante el misterio de la muerte y la trascendencia? ¿Por qué no reírnos de nuestros miedos? Pues eso es lo que hacen las artistas de “Maculadas sin remedio”: desvelar nuestras tendencias mitológicas, enfrentándolas con la realidad de nuestra naturaleza biológica. Si ello hiere su fe, ¿qué fe es esa que se ofende tan fácilmente?

lunes, 13 de mayo de 2019

Senectud nostálgica


Que la vida es breve, a pesar de que lo advirtiera el poeta, sólo se reconoce cuando los años se acumulan entre las arrugas de la piel y en la turbidez de unos ojos cansados. Entonces, resulta fugaz lo que en cada momento nos parecía eterno y ofrecía todo el tiempo del mundo para desperdiciarlo en ilusiones que nos hacían creer dioses. Ahora, cuando el final acecha cada amanecer como si fuera el último, la nostalgia obnubila la memoria y la biografía de lo que fuimos con la indulgencia bondadosa de una reconsideración más complaciente que crítica. Añoramos aquel pasado con la resignación caritativa de quien hizo lo que pudo, no lo que quiso o no quiso hacer con su vida y en la vida. Recreamos el amor con la fantasía romántica de un poema que pretende ser lírico y que sólo evoca bajos instintos confundidos con elevados sentimientos y pasiones platónicas. Y que transmuta al verdugo de las fechorías que cometimos en la víctima del infortunio y un destino inmisericordes. Olvidamos con demencia senil los daños de nuestra arrogancia juvenil para recordar sólo los lamentos de nuestra decrepitud. Es fácil y hasta reconfortante abandonarse en esa nostalgia inútil a la que nos predispone la senectud para recrear literariamente lo que fuimos incapaces de ser: ni tan guapos, ni tan buenos, ni tan listos, sino simples mediocres que lloran de espanto cuando están a punto de descubrir, como pensaron los griegos, la ominosa inconstancia de nuestra transitoria y dolorosa existencia, en la que ni Dios es una verdad racional.          

domingo, 12 de mayo de 2019

"Picar" en el trabajo


Desde mañana lunes, es obligado en las empresas registrar la hora de entrada y salida de sus trabajadores. Aunque en muchas ya se hacía este control del horario laboral, ahora se hará extensivo a todas las empresas, sin importar su dimensión -pequeña, mediana o gran empresa- ni el volumen de su plantilla. Sin excepción, y tras un período de dos meses para adaptarse a la nueva norma aprobada por el Gobierno en marzo pasado, todo el tejido empresarial del país deberá llevar un registro diario de la jornada de trabajo de cada empleado, en el que conste la hora de entrada y de salida y, en su caso, el número de horas extra que realice cada trabajador. Un registro que deberá conservarse durante cuatro años a disposición de las autoridades y la Inspección del Trabajo, además del propio trabajador y sus representantes sindicales.

La medida, en sí, no es nueva, ya que la mayoría de las empresas controlan el horario laboral de sus empleados de una forma u otra. La novedad radica en la obligatoriedad de mantener un registro con el que garantizar, ante quien lo requiera, el cumplimiento real de dicho horario, tanto de la jornada ordinaria como de las horas extraordinarias que se realicen. De hecho, la intención de la medida, que cuenta con apoyo de los sindicatos y la oposición de las patronales, es controlar y erradicar los abusos y la explotación laboral que se cometen con la realización de horas extraordinarias excesivas o que simplemente no se pagan al trabajador, además de evitar el fraude en la contratación temporal y a tiempo parcial que encubre puestos indefinidos no reconocidos.

Sin embargo, aunque la iniciativa pueda parecer afortunada y necesaria, tal vez no impida que se siga burlando la ley en muchas empresas, como se hace con la que regula el máximo de horas extra anuales que un trabajador puede realizar al margen de su jornada laboral. El catálogo de sanciones no disuade a determinadas empresas del incumplimiento de normas laborales cada vez que exigen a sus empleados la realización de “voluntarias” horas extra de forma cuasi obligatoria, a causa de una plantilla escasa más que por cargas adicionales de trabajo, que bien se compensan con descanso, bien con dinero negro, o bien ni siquiera se pagan. Y si tal fraude de ley se comete ya, desde hace años, con la norma que restringe las horas extras, no es difícil imaginar que las maquinaciones para “ajustar” al reloj oficial el horario al que se ve obligado el trabajador, si quiere conservar su puesto de trabajo, también se pondrán en marcha desde el día primero en que se implante la obligación de "picar" en las empresas.

Se trata de un riesgo asumido por la cuantía de las sanciones y, de modo especial, por las deficiencias de la Inspección de Trabajo, una plantilla escuálida para el tamaño del parque empresarial español, y cuya supervisión se emprende, casi siempre, una vez que se denuncia un problema en una empresa, casi nunca antes de forma preventiva. Por ello, es loable el control del horario laboral, pero la medida se queda corta para paliar unas condiciones de trabajo que han asentado la precariedad, en salarios, empleos y derechos de los trabajadores, en las empresas con la bendición de una Reforma Laboral todavía vigente. Bienvenido sea “picar” en el tajo, pero que sirva para algo más que para aumentar la burocracia laboral.    

jueves, 9 de mayo de 2019

De lechón a cochino profesor


Ya lo avisa el refrán: “El que nace lechón, muere cochino”. Una frase marrana para sentenciar que, los que tienen la mente enfangada desde niños, es prácticamente imposible que no dejen de tenerla sucia cuando sean adultos. Una suciedad tan incrustada en sus cerebros que, incluso llegando a ser profesores de universidad y habiendo tenido a su disposición todas las fregonas de la formación, no consiguen asear su manera de pensar y continúan chapoteando como cochinos en el fangal de los estereotipos y la carencia de valores. Es lo que sucede con el profesor de la Facultad de Económicas de la Universidad de Santiago de Compostela, Luciano Méndez Naya, un ejemplar soberbio que ya había evidenciado su mentalidad porcina cuando se permitió opinar, desde su alta y embarrada magistratura, que la víctima de violación en el caso de la Manada “disfrutó” con aquel ataque y que debería ser ella quien habría de estar condenada por denunciar “tonterías” de “feminismo radical”. Lo pensó, lo dijo y lo difundió en vídeo a través de las redes sociales, y se quedó tan pancho retozando en su pocilga.

Pero como su condición es innata, ahora vuelve a evidenciarla al ser arrestado por agredir a su pareja cuando, tras una discusión, ella pretendía poner punto final a la relación y alejarse de semejante energúmeno. Su machismo de “pata negra” no toleraba que una hembra lo abandonara y, encima, lo denunciara, y reaccionó como cabía esperar de un ser dominado por sus pulsiones instintivas, como cualquier animal, sea de granja o salvaje, antes que por su raciocinio e inteligencia. La mujer con la que mantenía una relación sentimental lo había denunciado por violencia machista, desencadenando la detención del profesor por parte de la policía. Un profesor que había sido noticia, en 2016, por sus comentarios sobre el escote de sus alumnas y por lo acabó sancionado con suspensión de empleo y sueldo por un período de dos meses.

Luciano Méndez Naya
Incapaz de escapar de su destino chiquero, la conducta de este ejemplar de machismo ibérico se desenvuelve confirmando, no sólo de lo que el refranero nos previene, sino que ni la educación ni la posición económica evitan que los cerdos refinan su mentalidad animalesca y gruñan en la gorrinera como en las aulas. A buen seguro, hasta será simpatizante de Vox, partido que no dudará en acogerlo para que se sienta acompañado de otros especímenes misóginos similares. Lo peor es que hay mujeres a las que les atrae este tipo de sujetos y gente que los vota.

miércoles, 8 de mayo de 2019

Un paso detrás de ti


Desde antes de conocerte, voy detrás de ti. No lo sabía, pero así estaba escrito. Y cuando me fijé en ti, ya no tuve duda. Tú ibas siempre un paso por delante. Quise muchas veces adelantarme y, en el empeño por superarte, me perdía o equivocaba. En medio de la confusión y los errores, al final te hallaba allá enfrente, un paso adelantada, esperándome y demostrándome, con tu manera de ser, que ibas un paso por delante. Como un faro que alumbra el camino más seguro o conveniente, y con esa generosidad que te ilumina el rostro y hace brillar a tu sonrisa. Sólo tenía que mirarte para saber si lo que quería hacer o decir era correcto u oportuno. Conocías de antemano mis aciertos y yerros, sin importarte reconocer unos y perdonar otros. Jamás supe estar a tu lado, como un igual en la lucha de la vida, porque siempre he ido un paso detrás de ti. Y por ello me he considerado un ser afortunado al tener esa luz que me guía. Una suerte inmerecida que no permites que te agradezca porque lo hago con retraso, un paso detrás de ti.    

domingo, 5 de mayo de 2019

Original y copia


En nuestros gustos y costumbres, sucumbimos de buen grado a lo fácil y cómodo que el mercado, siempre atento a nuestras tendencias como consumidores, nos ofrece en bandeja de manera constante. Rehuimos del esfuerzo y complicaciones, aunque sean la manera más segura de coronar nuestras metas y ambiciones (tanto de ocio como de formación o trabajo), para entregarnos a lo ligero y asequible, a sabiendas de que esa facilidad va en perjuicio precisamente de la calidad y la satisfacción duraderas, y no garantiza ningún objetivo. Como consumistas compulsivos, valoramos más al sustituto que el original en muchos aspectos de nuestros comportamientos y apetitos cotidianos. Es por ello que preferimos hablar por el teléfono móvil antes que conversar directamente con una persona física. De hecho, es posible que constituyan una mayoría los que interrumpen una conversación para atender con entusiasmo una llamada telefónica, a la que conceden prioridad. También, a la hora de conservar un buen estado físico, sean muchos los que se decantan por el gimnasio y sus máquinas antes que correr al aire libre por un parque o levantar mancuernas en su casa. Sin el estímulo del sudor gregario, competitivo y hasta exhibicionista del gimnasio, algunos abandonarían su preocupación por los músculos y la figura corporal. La soledad les resulta aburrida.

De igual modo, son legión los que eligen una película frente al libro del que se extrae la historia, incluso aguardan a la versión cinematográfica del mismo, a sabiendas de que el relato literario pierde riqueza, complejidad y detalles en su traducción audiovisual. Se excusan con el tópico de que una imagen vale más que mil palabras. Pero no deja de ser una consecuencia de aquellas vagancias infantiles que nos hacían adictos a las viñetas de los tebeos y reacios a los textos escritos. Una tendencia a lo simple que, en última instancia, nos ha empujado masivamente a sustituir el whatsapp escrito y leído por el dictado y escuchado, el antiguo mensajito sin límite por el tuitt de 14 caracteres, y la arcaica carta de correos por todo lo anterior. Nos hemos vuelto vulnerables -y manipulables- por lo fácil y cómodo, aunque ello nos obligue a modificar costumbres y olvidar los buenos modales. Modernos pero incívicos individualistas.

Ese afán por la copia fácil que sustituye a lo original y complicado va a peor. Lo último será, al parecer, comer carne sin que sea carne, sino un manufacturado vegetal que, aseguran, servirá para abaratar costes, disminuir sacrificios de animales y librar de complicaciones la cocina. Carne vegetal con apariencia, sabor y hasta olor de la carne original, que tanta grasa suelta, ensucia y engorda. Pero su precio, ya lo verán, será equivalente al de la carne animal, si no más caro. Se trata de un paso más hacia ese futuro, en el que ya estamos, en que las copias y las sustituciones nos harán olvidar lo original y auténtico. Entonces tomaremos, como lo más natural del mundo, hamburguesas de carne artificial, café descafeinado, leche desnatada, sacarina, refrescos que no se extraen de ninguna fruta, vasos de cartón, cubiertos de plástico, vistamos tejidos sintéticos, nos desplacemos en patinetes eléctricos y paguemos todo ello con bitcoins o tarjetas en vez de dinero en efectivo, mientras charlamos por el móvil con ese amigo virtual que tanto nos entretiene la existencia. ¡Qué asco!      

sábado, 4 de mayo de 2019

Elecciones: izquierda versus derecha


Si algo ha quedado bastante claro tras las últimas elecciones en España es que los partidos de izquierda mantuvieron ideológicamente su identidad reconocible de socialdemócratas, es decir, que no pretenden eliminar el sistema capitalista sino suavizarlo y corregir sus inequidades, apoyándose en la democracia liberal, en beneficio de los más desfavorecidos de la sociedad, mediante un reparto solidario de la riqueza y una política fiscal progresiva que obligue a que los que más tienen contribuyan en mayor cuantía al sostenimiento de unos servicios públicos básicos. La izquierda tuvo claro, y se reconoció en ello, que su objetivo es la justicia social y la igualdad, lo que se logra de manera más eficaz con un robusto Estado de bienestar que atienda las necesidades de los que no pueden costeárselas a través de servicios públicos universales y gratuitos. cosa compatible con el sistema capitalista y la economía de mercado. La única diferencia notable entre los partidos de izquierda, en esa coincidencia de objetivos, es el método o vía para alcanzarlos, que se limita a una cuestión de velocidad: ir más deprisa o despacio o, lo que es lo mismo, actuar de manera gradual (pragmática) o drástica (dogmática) en los cambios que se han de acometer para, sin eliminarlo, corregir el capitalismo, regular el mercado, supeditándolo al interés general, e implementar políticas sociales que garanticen la igualdad de oportunidades en el origen. En tal sentido, la izquierda lo tuvo claro y no presentó, hasta la fecha, problemas de identidad: se reconoce tal cual es.

La derecha, en cambio, tras participar en esas mismas elecciones, salió de ellas traumáticamente desorientada y dividida, sin saber qué rostro, entre los que se oculta, corresponde a su verdadera identidad: la liberal, la conservadora o la de extrema derecha. Incluso en lo económico manifiestan preferencias o prioridades distintas, puesto que una derecha aspira al Estado mínimo de los neoliberales: otra, aislacionista, sueña con volver a una economía centralizada y autárquica; y una tercera, tradicionalista, siempre está dispuesta a proteger la libertad del mercado (mercado eficiente) en detrimento del interés general. Unas y otras, aunque con genes comunes, fracturan su ideario en función de objetivos inmediatos o sectarios. Así, acabaron acusándose mutuamente de provocar la debilidad que les afecta a todas y que las incapacita para gobernar por mor de una fragmentación ideológica o, mejor, táctica, electoralista. Tal es, en resumen, la excusa que esgrime, ahora, el gran partido conservador español, el Partido Popular, que agrupaba en su seno al conjunto de la derecha nacional -desde la de centro hasta la ultra derecha-, con ocasión de la derrota estrepitosa que ha cosechado en las pasadas elecciones, en las que ha quedado reducido casi a la marginalidad. La derecha ha salido de esas elecciones desorientada y mortalmente dividida en tres facciones. Y -divide y vencerás- no sumaron, sino que se restaron votos entre ellas. ¿Qué imagen prevalece en el electorado: la ultramontana y retrógrada, la tradicional y conservadora o la ubicada en el centro y liberal? Cuesta trabajo saberlo, pues sus modelos sociales y económicos difieren en gran medida, aunque compartan lo sustancial: menos igualdad, menos Estado y más libertad, sobre todo de mercado.

Es por ello que, en aquellas elecciones, que desde ambos extremos ideológicos tildaban de históricas, se decidía algo más que un nuevo gobierno para el país. Se elegía un modelo de sociedad que se ocupe en combatir los problemas que han hecho de España uno de los países de Europa en que más ha crecido la desigualdad y la pobreza, como consecuencia de las políticas de austeridad -recortes- que se cebaron sobre el gasto público. La izquierda supo escuchar este mensaje mientras la derecha se debatía en cuál de ellas estaba en condiciones de confrontarlo con más autoridad, “sin complejos”, como quiso presumir. La izquierda pragmática (PSOE) y la dogmática (Podemos) se respetaron mutuamente y enfocaron su ataque contra la derecha tricéfala que cometió el error de alardear de fortaleza con aquella concentración de la plaza de Colón, en la que participaron juntas. Se exhibieron como la hidra de tres cabezas a la que convenía abatir, máxime cuando dos de ellas pugnaban por parecerse a la más radical e intransigente de las tres.  

No hay que olvidar que con cada modelo económico emerge un tipo de sociedad. Y las derechas pretendieron, como se empeña la nueva derecha ultranacionalista en Europa y América, estigmatizar y liquidar el modelo “socialista” de sociedad que propugna la izquierda que se reconoce socialdemócrata. De ahí que su objetivo fuera “echar a Sánchez” del Gobierno, acusándolo de “traidor” a España por dialogar con los independentistas y de “despilfarrador” por revertir las medidas de austeridad que impusieron los gobiernos anteriores de derechas. Cree la derecha que sus axiomas económicos son dogmas irrefutables: bajada de impuestos, mercados libres desrregulados y nada de gasto social puesto que el hombre es libre de labrar su destino sin ayuda del Estado. Un modelo económico del que deriva un orden moral y social: el derecho “divino” a la propiedad privada, la familia tradicional como núcleo de la sociedad y una idea de España en la que no cabe ni la diversidad y el pluralismo, ni la igualdad de la mujer y la liberación de costumbres, ni la solidaridad con propios (Estado del bienestar) y extraños (política de inmigración respetuosa con los Derechos Humanos). Todo ello se dilucidaba en esas elecciones.

La izquierda comprendió enseguida la envergadura del envite y lo afrontó desde la moderación y el mutuo respeto, dispuesta a movilizar a sus votantes y defender su proyecto de sociedad: política fiscal progresiva para financiar el Estado de Bienestar, instrumentos para combatir la desigualdad de origen (educación gratuita y derecho a la salud como ascensor social), igualdad y protección de la mujer (no ideología de género), laicidad del Estado (no tutela religiosa), ayudas a los desfavorecidos (ley de Dependencia, subsidios a parados, becas, etc.) y corregir los “fallos” del mercado (regulación y sometimiento al interés público). Partía con cierta ventaja: sin repudiar el capitalismo, la izquierda socialdemócrata ha sido protagonista del mayor empuje de modernización del país (Europa, OTAN, reconversión industrial, etc.) y de la profundización y extensión de los derechos civiles y sociales (Divorcio, matrimonio homosexual, ley de Dependencia, etc.). Sólo tenía que recordarlo y hacer ver lo que estaba en peligro.

La derecha, en cambio, erró el tiro. Disparó contra ella misma y personalizó el enemigo en el presidente del Gobierno. Corta de miras, centró sus ataques en el conflicto independentista (controlado política y judicialmente), la inmigración (también controlada, a pesar de sus repuntes) y en el supuesto “despilfarro” de la izquierda en gasto social (el mayor gasto ha sido el rescate del sistema financiero y la “nacionalización” de pérdidas en sectores económicos privatizados). Incluso, en combatir el Impuesto de Sucesiones y Donaciones, de carácter estatal y que en ocho años de gobiernos de Mariano Rajoy no tuvo tiempo de suprimir, para exigir que quede exento hasta el 99 por ciento en herencias inferiores al millón de euros, algo que al parecer creían de general preocupación. A ello añadió, como diana para sus ataques, el aborto, la educación concertada y la Memoria Histórica en un batiburrillo de “ofensas” que todo buen patriota, como sólo ella sabe representar, ha de confrontar para erradicar del mapa.  

Al final, tanta desorientación ideológica y de objetivos tuvo el resultado conocido. La izquierda consolidó su confianza en ella misma y entre su electorado, mientras la derecha “despilfarró” la oportunidad de recuperar el poder por entregarse a batallitas sobre cuál de ellas era la verdadera y útil. La mejor parada fue Ciudadanos, la supuestamente liberal que optó por situarse a la derecha del Partido Popular, imponiendo incluso cinturones sanitarios al PSOE, un partido constitucionalista, y no a Vox, la formación ultra de extrema derecha que aboga por derogar la Constitución y eliminar las Autonomías, además de otras barbaridades y lindezas. Sacó rédito a su bisoñez institucional (nunca ha gobernado, salvo desde hace 100 días en Andalucía), al descrédito del Partido Popular (carcomido por la corrupción y radicalizado por la nueva dirección teledirigida desde Faes, la fundación de Aznar) y la petulancia fanática de Vox, la derecha añorante del fascismo. Nunca, pues, un resultado fue tan justo, pero también problemático: nos plantea ante un escenario político mulipartidista, pero bipolar, tal vez semejante al sentir ciudadano y las peculiaridades de nuestra convivencia. Nada nuevo en Europa, aunque novedoso en España, donde no estamos acostumbrados a gobiernos de coalición, adversarios dialogantes y políticas de Estado que antepongan el bien del país a los intereses particulares. ¿Sabremos estar a la altura?

miércoles, 1 de mayo de 2019

¿Por qué el Día del Trabajo?


Hoy, uno de mayo, se celebra en todo el mundo el Día Internacional de los Trabajadores, también conocido como Día del Trabajo o el Primero de Mayo, una festividad del movimiento obrero para conmemorar y reivindicar conquistas sociales y laborales. Sobran razones, en pleno siglo XXI, que justifican este Día en el calendario de fechas internacionales que sirven para denunciar carencias y derechos no reconocidos en muchos ámbitos. Lienzo de Babel se adhiere a las movilizaciones de este Día porque el trabajo:

- Es un derecho constitucional que no siempre ni todos pueden ejercer.

- En demasiadas ocasiones, se ejerce en condiciones de precariedad laboral y salarial.

-Es excusa para abusos y atropellos que denigran al trabajador.

-Sirve de tapadera para contratistas o empresarios que añoran los tiempos serviles o de esclavitud.

- Descansa en, o mantiene, situaciones de desigualdad y discriminación entre la mujer y el hombre trabajadores.

- Y los poderes públicos o gobiernos no hacen lo que debieran para erradicar los obstáculos económicos y políticos que hacen del trabajo, todavía hoy, un derecho a perseguir y conquistar.  

Por todos estos motivos, queremos formar parte del movimiento de ciudadanos que reivindican este Día Primero de Mayo su derecho a un trabajo de calidad y en condiciones dignas.