En este mayo que agoniza, las tardes me acurrucan en el
sillón de las horas tiernas donde reposan los pensamientos que afloran en
el otoño de mi vida. Más que a las cosas, revolotean la grata soledad que, aun
acompañado, siempre estuvo conmigo. Y descubren, soñolientos, que un poeta
amado atrapó esa soledad en sus palabras rotas.
La soledad se aprende y se
conquista,
aunque llegue a nosotros
como revelación inesperada
de una tarde que juega con la
lluvia.
Siempre estuvo conmigo,
el caballero,
la gala de mi vida,
la flor del tiempo.
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