Ya lo avisa el refrán: “El que nace lechón, muere cochino”.
Una frase marrana para sentenciar que, los que tienen la mente enfangada desde
niños, es prácticamente imposible que no dejen de tenerla sucia cuando sean
adultos. Una suciedad tan incrustada en sus cerebros que, incluso llegando a
ser profesores de universidad y habiendo tenido a su disposición todas las fregonas
de la formación, no consiguen asear su manera de pensar y continúan chapoteando
como cochinos en el fangal de los estereotipos y la carencia de valores. Es lo
que sucede con el profesor de la Facultad de Económicas de la Universidad de
Santiago de Compostela, Luciano Méndez Naya, un ejemplar soberbio que ya había
evidenciado su mentalidad porcina cuando se permitió opinar, desde su alta y
embarrada magistratura, que la víctima de violación en el caso de la Manada “disfrutó” con aquel ataque y
que debería ser ella quien habría de estar condenada por denunciar “tonterías”
de “feminismo radical”. Lo pensó, lo dijo y lo difundió en vídeo a través de las
redes sociales, y se quedó tan pancho retozando en su pocilga.
Pero como su condición es innata, ahora vuelve a evidenciarla
al ser arrestado por agredir a su pareja cuando, tras una discusión, ella
pretendía poner punto final a la relación y alejarse de semejante energúmeno. Su
machismo de “pata negra” no toleraba que una hembra lo abandonara y, encima, lo
denunciara, y reaccionó como cabía esperar de un ser dominado por sus pulsiones
instintivas, como cualquier animal, sea de granja o salvaje, antes que por su
raciocinio e inteligencia. La mujer con la que mantenía una relación
sentimental lo había denunciado por violencia machista, desencadenando la
detención del profesor por parte de la policía. Un profesor que había sido noticia,
en 2016, por sus comentarios sobre el escote de sus alumnas y por lo acabó
sancionado con suspensión de empleo y sueldo por un período de dos meses.
Luciano Méndez Naya |
Incapaz de escapar de su destino chiquero, la conducta de
este ejemplar de machismo ibérico se desenvuelve confirmando, no sólo de lo que
el refranero nos previene, sino que ni la educación ni la posición económica
evitan que los cerdos refinan su mentalidad animalesca y gruñan en la gorrinera
como en las aulas. A buen seguro, hasta será simpatizante de Vox, partido que no
dudará en acogerlo para que se sienta acompañado de otros especímenes misóginos
similares. Lo peor es que hay mujeres a las que les atrae este tipo de sujetos
y gente que los vota.
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