Desde antes de conocerte, voy detrás de ti. No lo sabía, pero
así estaba escrito. Y cuando me fijé en ti, ya no tuve duda. Tú ibas siempre un
paso por delante. Quise muchas veces adelantarme y, en el empeño por superarte,
me perdía o equivocaba. En medio de la confusión y los errores, al final te
hallaba allá enfrente, un paso adelantada, esperándome y demostrándome, con tu
manera de ser, que ibas un paso por delante. Como un faro que alumbra el camino
más seguro o conveniente, y con esa generosidad que te ilumina el rostro y hace
brillar a tu sonrisa. Sólo tenía que mirarte para saber si lo que quería hacer
o decir era correcto u oportuno. Conocías de antemano mis aciertos y yerros,
sin importarte reconocer unos y perdonar otros. Jamás supe estar a tu lado,
como un igual en la lucha de la vida, porque siempre he ido un paso detrás de ti.
Y por ello me he considerado un ser afortunado al tener esa luz que me guía. Una
suerte inmerecida que no permites que te agradezca porque lo hago con retraso,
un paso detrás de ti.
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