sábado, 20 de febrero de 2010

El egoismo del individuo

Tener consciencia de la propia existencia nos convierte en individuos y nos permite escapar de la especie para elevarnos como seres únicos en medio de la vida. Al ser únicos, nos distinguimos de los "otros" gracias a la identidad. Así, construimos la identidad desde el mismo momento que aprendemos a decir "mío, mío". Pero pronto nos embarga la angustia por un futuro que sin embargo la especie ha resuelto. Tememos a la desaparición personal a pesar de que nuestros hijos continuarán todo lo que hemos heredado de nuestros padres. Surge ese miedo a la muerte que nos hipoteca el presente. Un egoismo del individuo que se resiste a contemplarse como sujeto prescindible. Es un rasgo de la identidad con que la consciencia nos dota para alcanzar la racionalidad. Por eso lloramos también a quienes nos abandonan, porque no queremos desprendernos de su compañía, no por su muerte. El egoismo es necesario para forjarnos como personas, pero hay que dominarlo, encauzarlo para que no determine nuestra voluntad. Se sublima con la solidaridad generosa de quien se sabe partícipe de un proyecto más amplio y más duradero: el ser humano. Entonces aflora la humildad que te hace sentir la vida en su plenitud y abrazas a tus hijos como simientes de la esperanza. La mayor satisfacción.

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