miércoles, 10 de febrero de 2010

¿Valores globales?

Nuestro patrón cultural no es universal, aunque se extienda transnacionalmente imponiendo algunas modas en casi todo el mundo. McDonald, la gorrita de béisbol o el rock/pop son ejemplos evidentes de cómo el imperio (Negri) hace de la cultura de masas su arma más eficaz para el control y dominación de sus súbditos. Nos conduce a través de unos cánones en los que tolera cierto incorformismo, más estético que político, que rápidamente queda integrado en el sistema. La discrepancia de las formas, que no de fondo, es un atractivo más para vender las bondades de un modelo de sociedad que impone en cualquier caso sus patrones de conducta. Quien no se integre, no existe. Un artista occidental puede vender su obra en cualquier parte, pero un suawilli, si no acepta y se entrega a nuestro modo de "producción" (si no se occidentaliza), jamás distribuirá una copia de su trabajo más allá de su familia. Es más probable verlo tomar una cocacola en su aldea remota de África, que colgando sus cuadros en Londres.

Con los valores no pasa lo mismo. Hace 50 años que la ONU proclamó los Derechos Humanos en los que la dignidad era algo consustancial a la persona, con independencia de la raza, la religión, la cultura o cualquier otra consideración. Sin embargo, los intereses de todo tipo supeditan estas proclamas a estrategias geopolíticas. La mujer, sin ir más lejos, sufre en determinadas regiones del mundo el oprobio de no ver reconocida su dignidad personal. No sólo se le niega la igualdad con el varón, sino que incluso se le inculca su sometimiento a él, único capaz de discernir entre lo bueno y lo malo, lo correcto o no y, por lo tanto, quien dicta la moral. Los talibanes, que las obligan a vestir un burka que les cubre enteramente el cuerpo, son un ejemplo de ello. Y para sigan haciéndolo, occidente está dispuesto a devolverles (con la ayuda económica correspondiente) el gobierno de su país, en el que se aplican semejantes normas de conducta, con tal que dejen de pegar tiros en una guerra de la que no sabemos cómo salir. ¿No lo entiendes? Es la economía, estúpido.

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