El exministro José Manuel Soria |
Los responsables “técnicos” del nombramiento, una comisión
del ministerio de Economía formada por altos cargos elegidos entre afines por
el responsable del departamento, el ministro Luis de Guindos, soportaron
estoicamente que fueran presentados como simples funcionarios que se limitan a
valorar las candidaturas presentadas a un supuesto concurso administrativo en
el que el Gobierno ni mediaba ni influía. Con ello se buscaba explicar la
designación de Soria como un mero trámite administrativo, al que podía acceder
cualquier funcionario, cuando en realidad era una decisión política. Se
construyó así un nuevo escándalo en el que las mentiras han vuelto a poner en
evidencia, no sólo la tendencia del exministro a saciar sus ambiciones
personales, sino la opacidad de un Gobierno que actúa por “amiguismo” y el
interés particular de sus correligionarios, aunque ello vaya en detrimento de
la imagen y el prestigio del país en las instituciones internacionales. Un
Gobierno, además, que no duda en poner a todos sus miembros a propalar la
mentira, encabezado por su presidente en funciones, con tal de justificar una
actuación arbitraria en todo punto injustificable.
Pero, más allá de la actitud del personaje implicado, un
profesional de la política que ansía continuar viviendo a expensas de los
contribuyentes y gracias a sus amistades y relaciones políticas, lo que destaca
de este escándalo es la tendencia del Gobierno a socorrer, no a las víctimas de
un abuso, sino a los verdugos que cometen tales abusos. Hay ejemplos de esta
actitud partidista y favorable del Gobierno con los poderosos.
De Guindos y Soria compartiendo confidencias |
De igual modo que Soria fue rescatado y premiado con un
“ascenso” generosamente remunerado tras su deshonrosa dimisión como ministro,
el Gobierno también acudió en ayuda de unos bancos de titularidad privada,
causantes de la crisis económica que ha empobrecido a la población, “regalándoles”
un rescate financiero que los libra de la ruina a la que estaban abocados por
sus negligencias y avaricias especulativas. En ambos casos, el Gobierno se
inclinó por la magnanimidad con los causantes del desafuero en vez de socorrer
a los afectados por abusos intolerables y condenables en países serios y
acostumbrados a actuar con transparencia.
El caso Soria sirve,
además, para poner de manifiesto el comportamiento del Ejecutivo presidido por
Mariano Rajoy basado en el despotismo y la arrogancia, sin atenerse a ningún
código ético ni de transparencia que controle y guíe sus decisiones. Un
Gobierno capaz de recurrir por enésima vez a la mentira para justificar una
arbitrariedad imposible de ocultar a los ciudadanos. Escuchar a algunos
ministros, incluida la vicepresidenta Sáenz de Santamaría, defender al
“compañero” galardonado con un premio de consolación tras su dimisión como
ministro, causa bochorno. Pero, el ridículo ofrecido por el propio presidente
del Gobierno abundando en la mentira, provoca vergüenza ajena. El país no se
merece un Gobierno de esta catadura moral y desvergüenza funcional. Un Gobierno
que de manera descarada gobierna para los ricos y poderosos, abandona a su
suerte a los ciudadanos, y premia a los suyos con toda clase de prebendas.
Aunque al final el interfecto ha renunciado al cargo, el asunto da asco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario