Todos tenemos una memoria musical registrada en nuestra biografía sin la cual ésta ni aquella se explicarían por sí solas ni se comprenderían la una sin la otra. Somos lo que hemos hecho y la música que ha acompañado esos momentos de nuestra vida, hasta el punto que recordar una melodía nos transporta al instante donde nos impresionó por primera vez y sirvió para asegurar sonoramente ese recuerdo. Músicas que nos hacen vibrar de emoción al retrotraernos a épocas adolescentes, a los primeros escarceos del amor, a aventuras disfrutadas con la irresponsabilidad propia de la edad, al crecimiento de los hijos, a experiencias que nos acontecieron y a páginas de nuestra historia en colectividad. A momentos felices y a pasajes tristes de la vida.
La voz insuperable de Ana Belén ha sido y es un susurro para
mis oídos, el timbre de la melodía para muchos de mis recuerdos y la banda
sonora de gran parte de mi vida. Más que como actriz, por cuya carrera le
acaban de conceder el premio Goya de Honor de 2016, es como cantante por lo que
más me atrae esta artista, casada con otro músico y compositor, Víctor Manuel,
que ha narrado con canciones los sentimientos que a veces nos asaltan por la
opresión y la vulnerabilidad que existe a nuestro alrededor.
Como contribución personal, sirva este homenaje a la voz que
sigue susurrando a mis oídos recuerdos y actitudes que forman parte de mi vida,
en la que sigo intentando que nada me sea indiferente. Una delicia.
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