miércoles, 21 de septiembre de 2016
Júbilo de otoño
La estación que hoy comienza es, para muchos, un tiempo gris y
melancólico, propicio para encerrarse en uno mismo y añorar, durante esas
tardes breves y aterciopeladas de sombras, aquella luminosidad radiante del
verano y sus horas renuentes a que la noche extendiera su manto. Con el
otoño, las estrellas encienden el firmamento con la impaciencia de quien ha vencido la tiranía de
la luz y hacen parpadear de júbilo la inmensidad nocturna que se enseñorea cada
vez más temprano del día. Un aire fresco hace tremolar las hojas de los árboles
y alivia la tierra de un calor que agoniza entre estertores sofocantes. Es el
otoño que revive en los calendarios de la naturaleza y en el instinto de los
animales, renovando los ciclos por los que se rige la vida y el mundo en el
transitar de los años. Una estación de sosiego y cautela ante las rigurosidades
del invierno y tras los ímpetus desatados del verano. Con el otoño se jubila el
año y nos prepara para un nuevo renacer en el que las yemas de las plantas y
las hembras fecundadas de los animales volverán a poblar, entre flores y seres
animados, el paisaje indómito de la vida. Júbilo de otoño que nos predispone a
nuevos retos, nuevas esperanzas, nuevos proyectos. Como la jubilación otoñal de
las personas: tiempo para despertar otras ilusiones, descubrir otras
inquietudes desde la serena atalaya de la experiencia y el sosiego de una
vitalidad domeñada. Júbilo de otoño en la mirada y en lo que vemos: un remanso
ocre de paz y promesas.
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