Por eso, en esta ocasión, me dirijo ahora a los verdaderos
Reyes Malos de Occidente, los que en realidad posibilitan que dispongamos en nuestras
vidas de las comodidades y los recursos que la hacen más llevadera. Los reyes,
reinas y pajes que deciden el grado y la extensión de los servicios públicos
que podemos permitirnos y el tipo de organización social a la que podemos
aspirar. Tienen algo bueno: no vienen de tan lejos, sino que habitan entre
nosotros, concretamente en Alemania y Estados Unidos, desde donde controlan la
llave maestra que pone en marcha la maquinaria que mueve nuestra sociedad: la
economía. Y no viven en castillos ni en palacios, sino en instituciones
equipadas con los últimos adelantos tecnológicos para conocer en tiempo real en
qué nos gastamos nuestros presupuestos y el dinero que nos prestan con interés
especulativo.
Sé que son menos generosos que los farsantes Reyes Magos de
Oriente, pero son más sinceros y responden a tus requerimientos, aunque la
mayor parte de las veces sea para decirte que no, que no puedes gastar tanto,
que tienes que ahorrar más, ganar menos y trabajar el doble. No se andan con
caramelitos ni subterfugios. A los Reyes Malos de Occidente quisiera pedirles
que de verdad enciendan la "luz al final del túnel", esa que dicen ver sus
visires en España al tiempo que congelan el salario mínimo de los trabajadores.
Y que devuelvan la posibilidad de un trabajo digno y estable a los millones de
españoles que se hallan comprendidos en ese 26 por ciento de la población
activa en paro. No contar con un empleo o tener un salario miserable son
condiciones que conducen a la pobreza extrema y que, según Cáritas, aumenta en
nuestro país, imposibilitando ver ninguna luz esperanzadora a millones de
personas que afrontan 2014 con escasas perspectivas de mejora.
También rogaría a los Reyes Malos que dejaran de exigir
tanta austeridad en las inversiones públicas, pues ya se han congelado los salarios
de los funcionarios por enésima vez y se ha despedido a miles de ellos en
distintas administraciones, se han recortado las prestaciones por desempleo y
becas, las pensiones no suben ni el coste de la vida y se estudia endurecer y
limitar su cobro a los futuros perceptores, se ha establecido el repago
farmacéutico, las ayudas por dependencia se han quedado sin capítulo
presupuestario y, en definitiva, se ha recortado más de 7.000 millones de euros
en sanidad y educación.
La precariedad brilla en cualquier sector que necesite del
trabajador. Precariedad salarial en el país de Europa (salvo Chipre) donde más
han bajado los salarios durante el año pasado; precariedad del trabajo, al
ofrecer mayoritariamente sólo contratos temporales, a veces hasta por horas,
en condiciones leoninas que no contemplan ningún derecho al trabajador ni
remuneran las horas extraordinarias; y precariedad de trabajadores, al facilitar
la Reforma Laboral
el ajuste de las plantillas por debajo del necesario para la actividad
de la empresa, a la que concede la facultad de despedir casi sin costo si sus
estimaciones de rentabilidad no se cumplen. Por ello, reclamaría a los Reyes
Malos que hicieran algo por extirpar tanta precariedad de nuestra actividad
productiva, pues sólo consigue un trabajo con menos calidad y trabajadores
explotados, esquilmados y enfrentados a la empresa, sin capacidad ni para
consumir, lo que redunda negativamente en la economía.
Y para no hacer más extensa la carta, pediría
encarecidamente a los Reyes Malos de Occidente que evitaran la regresión en
nuestros derechos y libertades, que alentaran el respeto a nuestra libertad de
expresión, reunión y manifestación, sin que por ejercerlos seamos tratados de
antisistemas y antipatriotas. Que frenen las imposiciones moralistas y
sectarias en los hábitos sociales para que cada cual se comporte en función de
sus particulares criterios sin más límite que el respeto a los derechos de los
demás, de tal manera que la que quiera abortar lo haga, y la creyente que desee
ir a misa también lo haga, sin que ninguna de ellas imponga por ley sus ideas a
la otra.
Tal vez siga siendo un ingenuo al pensar que los Reyes Malos
atenderán esta vez mis peticiones, pero al menos sé que puedo dirigirme a ellos
de manera directa. Me basta con remitir esta carta al Fondo Monetario
Internacional, al Banco Mundial, a la Organización Mundial
de Comercio y a la sede de la
Cancillería alemana, desde donde controlan la política
económica de la Unión Europea.
Ellos responderán obligatoriamente a un escrito que pasa por Registro, aunque
la respuesta pueda adivinarla por anticipado. Más inútil es enviarla a los
Reyes Magos o al Visir de todos ellos, Magos y Malos: Rajoy.
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