Avanza enero por la senda del año y deja un rastro de lluvias y bocanadas de un aire gélido que lo hacen hosco para quienes prefieren compañía más cálida. Conforme
penetra el sendero del tiempo va perdiendo el vigor con que cubría de blanco
las cimas de las montañas y ensuciaba de gris un cielo cubierto de nubarrones
oscuros cual piedras. Su fuerza se diluye entre escarchas que acorazan madrugadas y sombras traicioneras
que se abaten sobre tardes tempranamente vencidas. El ímpetu de enero arrostra
consigo, tras cada arrebato de su ira, la obsolescencia programada de su
propio agotamiento, sin más destino que arribar en espacios luminosos y
templados que despejan el camino al verano. Por eso, este viernes a mitad de
mes anuncia ya, a pesar de su mal genio, su próxima decadencia, incapaz de congelar el
tiempo.
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