Lo que nunca pude imaginar era que se despreciara el dolor que sienten los enemigos de ETA (si es que existen diferencias entre los que repudian la violencia), pero las reacciones de algunos “elementos” inmorales de la derecha mediática, ante las lágrimas que el recuerdo de las víctimas hace brotar incluso en actos públicos, es deleznable. Una vez más, la bajeza y la insensibilidad más cruel embota la inteligencia de quienes, con tal de no reconocer ningún valor en el adversario, tratan de menospreciar la amargura que desarma hasta el llanto a rostros duros y acostumbrados a aparentar firmeza.
ABC publicaba el domingo un pie de foto en el que, comentando las imágenes lacrimosas del mitin en la Kursal de San Sebastián, intentaba resaltar que el dolor más intenso es aquel que ya no puede llorar, el que no se manifiesta en los ojos enrojecidos de los que no pueden disimularlo, para que la indiferencia de los que están a punto de acceder al Poder no resulte tan hiriente como la utilización que hicieron del terrorismo como objeto manoseado de la diatriba política. Estamos en precampaña electoral y era esperable la justificación de las posturas entre los contendientes, aunque no cabía hundirse más en el fango de la estulticia, pero...
Pero sí cabía más desvergüenza, porque el paroxismo del deshonor ha sido la mofa radiada a través de su programa por Carlos Herrera para ridiculizar las lágrimas de Patxi López y Eduardo Madina. Enroscado en su gracejo faltón, hace méritos este periodista para encumbrarse en la orquesta de trompeteros apocalípticos que no consienten que la realidad desbarate sus prejuicios ni el argumentario para sus descalificaciones. Que la diana de sus chanzas sean socialistas vascos que asumen el compromiso por su tierra y no huyen a paraísos sabáticos, seguramente no sea la causa de un rencor tan insano. Lo más probable es que tenga un componente personal y hasta psiquiátrico. Pero es triste que este locutor disponga de una radio para vomitar su rencor enfermizo y se permita unas burlas contra quienes incluso han sido víctimas de los fanáticos. Su inteligencia queda nublada con tales manifestaciones y, encima, enarbolar la bandera de la defensa de unas víctimas a las que minusvalora y desprecia si no comulgan con su pensamiento mezquino e inmoral.
Nunca creí que el fin del terrorismo, en vez de esperanza y alegría, pudiera despertar tanto desprecio por un dolor que afortunadamente dejará de ser una pesadilla para convertirse en el recuerdo de un oprobio vencido. Como si la Paz fuera un obstáculo para sus ambiciones.
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