Transcurre un domingo más entre las rutinas que tratan de llenarlo, de darle contenido e imprimirle alguna significación. Pero podría diluirse entre los infinitos domingos que forman parte del olvido por su futilidad. De él se aprovechan instantes tan aislados como islas en medio del océano, en los que una lectura, una audición, un recuerdo o unas palabras reconfortan del resto de horas lentas y vacías. Son esos momentos los que justifican un domingo cualquiera.
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