Todo se metamorfosea en el término contrario para sobrevivirse.
(Jean Baudrillard, Culturra y simulacro, pg. 45, Ed Kairós, Barcelona, 2008)
El control de la información, la mordaza a los testigos y el gusto por una política de hechos consumados hace que el grave conflicto provocado por Israel ayer tarde, al abordar y atacar, causando muertos y heridos, a una flotilla de ayuda humanitaria que pretendía socorrer a la población palestina de la franja de Gaza, pueda ser vaciado de todo sentido para convertirlo en un simulacro de la realidad. Por eso no me extrañaría leer una crónica como la siguiente:
El ejército de Israel ha tenido que ejercer la legítima defensa al verse sorprendido, en aguas internacionales, por la reacción violenta de unos activistas civiles que pretendían eludir el bloqueo que el Estado sionista tiene sometido a la franja de Gaza por votar a los radicales de Hamás. El arañazo de un soldado y cerca de 10 activistas muertos y más de 60 heridos es el balance del enfrentamiento que, una vez más, ha provocado el rechazo de la comunidad internacional, que pide explicaciones. El Consejo de Seguridad de la ONU se ha reunido en sesión urgente para buscar el consenso suficiente que permita una investigación de los hechos. El Secretario General ha reclamado el respeto al Derecho Internacional y ha lamentado la violencia en la resolución de conflictos. Israel teme otra resolución que ha de incumplir.
Todos los países europeos han llamado a consulta a los embajadores de Israel para solicitar explicaciones y, tras oírlas y ver los vídeos que les han mostrado sobre la violencia con que fueron recibidos al abordar a la flotilla, regresaron a sus legaciones sin mayores contratiempos y asegurando las excelentes lazos de amistad que caracteriza a estas relaciones diplomáticas.
Como era de esperar, radicales y fanáticos árabes se han manifestado en ambos territorios de Palestina y en otros países que rodean al Estado de Israel sin permitirle una coexistencia pacífica en una tierra que desde los tiempos de la Biblia tienen prometida. Viviendo en permanente estado de alerta, su ejército ha tenido que, una vez más, defender la integridad territorial y la soberanía del país que iban a ser asaltadas por una flotilla sumamente peligrosa de activistas humanitarios de inconfesadas intenciones.
Occidente confía que el conflicto no dispare el precio del petróleo y hunda unas economías maltrechas que todavía no logran remontar la crisis financiera. En España, la Bolsa y el Ibex 35 no han dicho todavía ni mu, a la espera de marcar otro mínimo histórico. Rajoy ha acusado a Zapatero de alimentar la escalada de tensión por promover su Alianza de Civilizaciones e improvisar medidas que lo que hacen es causar más división entre los pueblos y le pide que rectifique y niegue estar negociando con ETA. Merkel y Sarkozy propugnan reforzar el eje franco-alemán como columna de sostén de una Europa fuerte. Y Obama, mientras, le echa la culpa a la BP por no evitar el derrame de crudo en el Golfo de México.
Es prácticamente el cuadro que nos quieren hacer ver si no sabemos distinguir el disimulo. Recomiendo el libro encarecidamente.
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