Ando de estudios, aunque intento que no se note en este cuaderno. Las enseñanzas me ocupan un tiempo que he de detraer de otras ocupaciones, como escribir estos comentarios. Pero no lo pierdo, antes al contrario: gano conocimientos que me enriquecen y amplían mi comprensión de las cosas, que luego vuelco aquí, los comparto con los que se entretienen en leer estas páginas.
Últimamente estoy distinguiendo entre lo real y la realidad. Parece un juego de palabras, sin embargo se refiere a conceptos distintos que designan cosas distintas. La diferencia se halla en el lenguaje. ¿Cómo explicarlo? Habría que hablar mucho del lenguaje y decir que es precisamente el rasgo que delata nuestra inteligencia y racionalidad. Los animales se comunican, pero no disponen de un lenguaje tan estructurado y complejo como el humano. Ellos expresan emociones (miedo, placer, hambre, dolor); nosotros, conceptos, ideas, mensajes. Y, además, lo hacemos de dos maneras: oral y escrito. Elaboramos unos signos cuyo significado convenimos para expresar lo que deseamos: letras y palabras. Es universal e infinito: con 24 letras y 28 fonemas (en español) podemos crear multitud de textos.
Gracias al lenguaje nombramos la realidad. La realidad es lo que somos capaces de someter a la razón y se puede comunicar. El lenguaje convierte lo real en realidad. Lo que desconocemos (lo real) no podemos nombrarlo. Lo real es lo imprevisible, lo azaroso, lo desconocido, lo que incluso no tiene nombre todavía. ¿Cómo llamar lo que ignoramos? Sospechamos de lo real, pero no lo conocemos. Cuando descubrimos un fragmento de lo real y lo amoldamos a leyes, códigos y patrones, lo transformamos en realidad, le ponemos nombre. Entonces lo real deja de ser imprevisible para ser previsible, medible, manipulable, comunicado. La realidad es lo que conocemos y está compuesta por códigos y discursos. Discursos porque necesariamente es intersubjetiva: éstos forman parte de la realidad en la que todos participamos. Es decir, disponemos de lenguaje porque somos sociales y tenemos necesidad de comunicar. Al hacerlo, compartimos mensajes y discursos que circulan por una colectividad determinada. Esos discursos conforman la realidad social. Toda la cultura, la ciencia, las costumbres, creencias, instituciones, etc., proceden de estas relaciones que posibilita el lenguaje. Esa es la realidad: un regalo del lenguaje.
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