Tal es el peligro que se deriva de la nueva Ley de Protección de Datos y Garantía de los
Derechos Digitales aprobada recientemente por el Senado, al incluir un
artículo, el 58 bis, que permite que, por interés público, los partidos
políticos, coaliciones y agrupaciones electorales puedan recopilar y elaborar
bases de datos sobre la ideología de los internautas para la realización de
actividades de propaganda electoral a través de medios electrónicos. El único
límite establecido es que los datos se extraigan de “páginas web y fuentes de
acceso público”. Esta práctica, que estaba vetada a todo tipo de empresas y
organizaciones e impedía el envío de propaganda si no existía un consentimiento
previo, se consiente ahora sin ningún tipo de restricción a los partidos
políticos, los cuales podrán inundar a los usuarios de Internet de spam (basura propagandística) durante
las campañas electorales a partir de perfiles elaborados con “cookies”
ideológicos, y sin ningún consentimiento expreso.
Para la Plataforma en Defensa de la Libertad de información
(PDLI), resulta “escandaloso” que esta ley vaya a posibilitar en nuestro país
actividades, como las que desarrolla Cambridge Analytica (CA), basadas en el
envío masivo de propaganda electoral personalizada (microtargeting) sin
consentimiento de los usuarios, que convierten los datos personales en
mercancía electoral y, lo que es peor, en un arma de influencia esencial de la
opinión pública. Basta con recordar, para valorar el peligro al que nos
referimos, que esa consultora británica fue acusada de manipular los datos de
50 millones de usuarios de Facebook con mensajes personalizados para influir en
la campaña electoral de Donald Trump, en 2016. Y que la filial norteamericana
de la misma aseguró tener información de más de 230 millones de electores
estadounidenses, con la que elabora estrategias y útiles de comunicación que
ofrece a empresas y organizaciones políticas interesadas en sus servicios.
Esa capacidad de “perfilar” las tendencias e ideologías de
los ciudadanos se pone ahora a disposición de los partidos políticos de España
para que la utilicen en el diseño de sus campañas electorales, sin que los
usuarios de internet tengan conocimiento de que sus datos y opiniones son
recogidos y archivados sin su consentimiento. Y aunque la finalidad es
publicitaria, no es de extrañar que las posibilidades que brinda una
herramienta de vigilancia informática de esta naturaleza abarque otros objetivos
menos bondadosos. Porque, más allá de las “buenas intenciones” de las consultoras
especializadas en el “big data” con fines publicitarios, existen muchas agencias
dedicadas al spyware, es decir, a
elaborar software de vigilancia del espacio virtual que rastrean todo tipo de
información para prevenir, presuntamente, delitos. La NSA no es la única interesada en
recopilar datos de los internautas, aunque sí la más poderosa y conocida, que
se sepa, sin contar lo que hacen las rusas interfiriendo en los comicios de medio mundo.
Si cada formación política puede elaborar su propia base de
datos con el propósito de conocer el perfil ideológico de los usuarios de
internet, más que una Ley de Protección de Datos, lo que se está legalizando es
la manipulación de las tendencias ideológicas de los usuarios con fines
partidistas, permitiendo la proliferación de tantas NSA como partidos políticos
haya en España. Un peligro del que ya advirtió la ONU en 2014, cuando publicó un
informe para alertar de que la recopilación masiva de datos personales “elimina
cualquier consideración de proporcionalidad” y “genera interferencias” con el
derecho a la privacidad.
Sin embargo, en España todos los partidos con representación
parlamentaria votaron a favor de esta Ley en el Congreso de los Diputados, eximiéndose
a ellos mismos, mediante el artículo 58 bis, de las restricciones que
garantizan la protección de los datos personales y que, en todo caso, exigen el
consentimiento previo de sus titulares a la hora de elaborar perfiles
ideológicos basados en sus opiniones políticas. Y aunque la Agencia Española de
Protección de Datos ha salido al paso para recordar que no va a permitir el
tratamiento de datos personales con tal finalidad, se mantiene la incredulidad
de que, realmente, pueda impedir lo que la ley posibilita tan claramente, que
es, simple y llanamente, espiar a los ciudadanos para elaborar el perfil
ideológico de los votantes. Un aspecto de nuestra intimidad expuesto a ser
almacenado por cookies ideológicos y que ha pasado a ser legal con esta ley,
dejándonos completamente desnudos ante quienes nos escudriñan por internet.
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