Fue un sueño alimentado por las medidas que adoptó el defenestrado
Gobierno socialista, tendentes a liberar a Televisión Española (TVE) de la
sumisión gubernamental que la mediatizaba, mediante la elección de su
presidente por parte de una mayoría cualificada del Parlamento, y dotándola de
cierta autonomía presupuestaria con la que sufragaba su consideración de
servicio público y la alejaba de la competición por la tarta publicitaria
(eliminación de la publicidad comercial). Tales pasos hacia una televisión
pública, libre al fin del control por el gobierno de turno, hicieron albergar la
esperanza de encaminarnos hacia el modelo británico, representado por la BBC , toda una referencia de lo
que debe ser una televisión de prestigio e independencia.
Sin embargo, con el advenimiento de un Gobierno conservador neoliberal
y las medidas adoptadas vía del decreto-ley, el Ejecutivo retoma el control
gubernamental del ente público de Radiotelevisión Española, en el que desembarcan
los periodistas más sectarios procedentes de Tele Madrid, decide la
privatización de las televisiones autonómicas y legisla a favor de la
concentración mediática, todo lo cual evidencia la voluntad de optar por un
modelo audiovisual totalmente contrario al soñado.
Con la excusa de la crisis económica, Mariano Rajoy acomete el
debilitamiento de TVE y/o la supresión de los medios públicos autonómicos, al
tiempo que favorece la creación de dos grupos mediáticos que monopolizarán el
espectro audiovisual español y acapararán el mercado publicitario de
televisión. En ese contexto hay que valorar la flexibilización de las
condiciones que impuso la
Comisión de la
Competencia para la fusión de Antena3 con la Sexta. Una vez sorteado el obstáculo
de la Comisión ,
que trataba de evitar un monopolio audiovisual en España, la estructura mediática
resultante quedará concentrada en muy pocas manos, que corresponderán a los
grupos formados por Mediaset y Antena 3, los cuales dispondrán de un poder casi
absoluto para imponer la programación de lo que se ve en España por televisión.
En puridad, una vez realizada la fusión pendiente, el
panorama televisivo nacional quedará reducido a dos grandes grupos
empresariales que están participados por conglomerados transnacionales que, a
su vez, extienden sus ramificaciones a Internet, aplicaciones para móviles y
tabletas, la edición de libros, revistas, diarios y otros medios digitales. Mediaset
(Tele5 y Cuatro) y Antena 3 (Antena3 y la Sexta ) dispondrán de más de la mitad de la
audiencia y el 85 por ciento de la publicidad en televisión. Los auténticos dueños
de este monopolio televisivo español son la italiana Mediaset, la alemana
Berstelmann (RTL), la editorial Planeta y Prisa, un cuarteto que domina ya la
televisión en abierto y de pago, además de abarcar otros mercados, como el
editorial y cultural, determinando en gran medida la oferta informativa,
cultural y de ocio de que dispone el consumidor español.
Si a ello añadimos la “deconstrucción” de la televisión pública,
a la que intencionadamente se debilita para finalmente hacerla inviable, se
comprenderá la alarma de quienes confiaban en una televisión independiente y de
calidad que contrarrestase la influencia de unos medios privados que atienden
exclusivamente a su rentabilidad comercial. Pero con las medidas del Gobierno favorecedoras
de la concentración mediática –a lo que tiende cualquier mercado que no se
regula-, el mayor duopolio de Europa tendrá efectos en todo el mercado de la
comunicación, impidiendo a los grupos pequeños e independientes ejercer ninguna
competencia a tan fantástico y absoluto dominio. Sin TVE, quedamos a merced de
los grandes tiburones de la televisión comercial.
1 comentario:
Absolutamente de acuerdo. En particular, el asalto del PP a TVE es altamente preocupante. Porque TVE había conseguido un prestigio que saltará por los aires... una vez más.
En fin, siempre se dijo que "información es poder".
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