viernes, 3 de agosto de 2012
Viernes desérticos
Las ciudades del interior, sobretodo si no están
muy alejadas de la costa, cuelgan los fines de semana de agosto el cartel de “cerrado
por vacaciones”. La mayoría de los comercios echan las persianas aprovechando
el éxodo de una gran parte de la población. Las calles se quedan vacías y
embargadas de una fantasmagórica quietud. Las escasas personas que las pueblan
parecen almas atormentadas que deambulan cabizbajas y en silencio, como si temieran
tropezarse consigo mismas. Son, en realidad, espíritus encarnados de ausentes
que no han podido abandonar la mortaja urbana en la que sobreviven durante el mes
más tórrido del verano. Sólo cuando cae la noche, esos moradores del infierno
salen al exterior en pos de los espacios de ocio que permanecen estoicamente
abiertos. Allí se congregan los damnificados de estos días insustanciales que
buscan en un cine o un bar, entre bocanadas de aire refrigerado, la compañía
que les abjure de tanta soledad. Agosto es el mes de los viernes desérticos
para los que soportan, por obligación o placer, una calma chicha.
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