Siempre he deseado poder volar, ser libre como los pájaros,
a los que el aire transporta por encima de obstáculos y cercados hasta donde la
imaginación quiera conducirlos. Las leyes, hasta la de la gravedad, son cadenas
que sujetan los cuerpos y la voluntad, y castigan la osadía y el rechazo de
los inconformes con lo establecido. Con el buen tiempo, sin embargo, las noches
invitan a escapar flotando por encima de preocupaciones y entregarse a la
contemplación de las postales que ilustran nuestros sueños, como esa panorámica
nocturna del enorme caballo metálico que nos ayuda cruzar al otro lado del río
y atravesar la frontera que nos separa de lo ignoto, sin que pueda impedir que
alcemos el vuelo y descubramos los colores de la oscuridad y esa belleza inalcanzable
a los ojos de la cotidianeidad.
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