Pero el que acaba de hacer público la NASA es, en realidad,
otra cosa. Se trata de un mapa cartográfico de la superficie de nuestro satélite
natural, ese al que aúllan los gatos en sus rondas nocturnas cuando están inspirados o haciendo
correrías detrás de las hembras de su especie. Porque esa es otra: la Luna ya
no es lo que era. Ha perdido toda su aureola de misterio desde que el hombre mancillara su
polvorienta superficie con las botas de astronauta y hasta condujera entre cráteres un cochecito estrafalario que dejaron allí abandonado cuando se
agotó la batería. Ese plato blanquecino que destaca en el cielo nocturno, capaz
de elevar las mareas y acelerar partos, lo tenemos ya tan escrutado y analizado,
que sólo faltaba un mapa para no extraviarse en él.
El Mapa Geológico Unificado de la Luna, que ha elaborado el Servicio Geológico de EE UU en colaboración con la
NASA y el Instituto Lunar Planetario, es una cartografía muy completa, realizada con toda la información
disponible del satélite, en la que se detalla, con suma precisión, cada cráter,
elevación o planicie (los mares) que conforman su superficie, tanto de la cara
visible como de la oculta. Para ello se han necesitado más de 4.000 millones de
mediciones, realizadas por un altímetro láser en órbita que ha barrido toda la
superficie lunar hasta registrar cualquier “arruga” existente en ella. Además, se han utilizados mapas antiguos junto a datos recopilados recientemente que actualizan toda la información disponible. Evidentemente,
no se trata de un mapa turístico, sino de un instrumento topográfico destinado a
la industria astronáutica para facilitarle la selección de lugares de exploración, escoger objetivos rentables de cara a futuras misiones que ya no irán allí
de “visita”, sino a explotar yacimientos y obtener materiales. Es por ello que el mapa distingue, mediante colores, los lugares en los que abundan distintos tipos de rocas (gabroicas, kreep
y regolitos, etc.) que, por su composición, podrían ser de enorme utilidad en la fabricación de componentes tecnológicos
y para el conocimiento de la formación tanto de la Luna como de la Tierra. Cualquier interesado puede acceder a la versión digital del mapa para admirar la geología lunar con increíble detalle.
Si no descarta poder viajar a la Luna cuando se abra la veda -y sus recursos económicos se lo permitan-, ya sabe que tiene a su
disposición un mapa detallado, que podrá guardar en la guantera del vehículo, con todo lo que podrá hallar allí, no vaya a ser que se tropiece con bases ocultas y
minas desconocidas que hagan peligrosa su aventura selenita.
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