viernes, 15 de mayo de 2020

El mapa de la Luna

Ahora que ya no los usamos habitualmente, como los de aquellas guías Michelín que casi todo el mundo llevaba en el coche para orientarse cuando se iba de viaje, los mapas vuelven a estar de actualidad. Por lo menos, el mapa de la Luna. Así, con artículo determinado porque se trata del mapa más completo de la Luna, no de un mapa cualquiera. Y aparece justamente ahora, cuando la Tierra se ha quedado pequeña gracias a la globalización y es difícil perderse en ella, ya que donde quiera que vayas, por remoto que sea, siempre encontrarás lo que se te antoje a través de la pantalla del móvil: desde la ruta de acceso hasta un McDonald o el monumento típico frente al cual hacerte un selfie (autofoto) que deje constancia virtual de tu estancia en el lugar. Lo dicho: justo cuando los mapas no sirven para nada, ha sido noticia mundial la realización del mapa más riguroso de la Luna.

Pero el que acaba de hacer público la NASA es, en realidad, otra cosa. Se trata de un mapa cartográfico de la superficie de nuestro satélite natural, ese al que aúllan los gatos en sus rondas nocturnas cuando están inspirados o haciendo correrías detrás de las hembras de su especie. Porque esa es otra: la Luna ya no es lo que era. Ha perdido toda su aureola de misterio desde que el hombre mancillara su polvorienta superficie con las botas de astronauta y hasta condujera entre cráteres un cochecito estrafalario que dejaron allí abandonado cuando se agotó la batería. Ese plato blanquecino que destaca en el cielo nocturno, capaz de elevar las mareas y acelerar partos, lo tenemos ya tan escrutado y analizado, que sólo faltaba un mapa para no extraviarse en él.

El Mapa Geológico Unificado de la Luna, que ha elaborado el Servicio Geológico de EE UU en colaboración con la NASA y el Instituto Lunar Planetario, es una cartografía muy completa, realizada con toda la información disponible del satélite, en la que se detalla, con suma precisión, cada cráter, elevación o planicie (los mares) que conforman su superficie, tanto de la cara visible como de la oculta. Para ello se han necesitado más de 4.000 millones de mediciones, realizadas por un altímetro láser en órbita que ha barrido toda la superficie lunar hasta registrar cualquier “arruga” existente en ella. Además, se han utilizados mapas antiguos junto a datos recopilados recientemente que actualizan toda la información disponible. Evidentemente, no se trata de un mapa turístico, sino de un instrumento topográfico destinado a la industria astronáutica para facilitarle la selección de lugares de exploración, escoger objetivos rentables de cara a futuras misiones que ya no irán allí de “visita”, sino a explotar yacimientos y obtener materiales.  Es por ello que el mapa distingue, mediante colores, los lugares en los que abundan distintos tipos de rocas (gabroicas, kreep y regolitos, etc.) que, por su composición, podrían ser de enorme utilidad en la fabricación de componentes tecnológicos y para el conocimiento de la formación tanto de la Luna como de la Tierra. Cualquier interesado puede acceder a la versión digital del mapa para admirar la geología lunar con increíble detalle.  

Si no descarta poder viajar a la Luna cuando se abra la veda -y sus recursos económicos se lo permitan-, ya sabe que tiene a su disposición un mapa detallado, que podrá guardar en la guantera del vehículo, con todo lo que podrá hallar allí, no vaya a ser que se tropiece con bases ocultas y minas desconocidas que hagan peligrosa su aventura selenita.

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