>De noche, cuando me dispongo a dormir, no puedo
evitar percibir el eco de los latidos de mi corazón zumbando contra la almohada
como el tic-tac de una bomba que está a punto de estallar. Me desvelo aguardando
el final de una cuenta atrás que hace explotar mis nervios de angustia hasta
que caigo vencido por el sueño.
>Siempre he llegado tarde a las encrucijadas
históricas de mi época. Cuando los hippies practicaban el amor libre y
se dejaban melena, yo era un barbilampiño que se iniciaba en el onanismo como fiebre
de soledad. Y cuando los Beatles se disolvieron a causa de las rencillas
de sus parejas, me hice fan de su música al escuchar su “Let it be”. Sólo el
pisotón del hombre en la Luna me cogió despierto para ser testigo de la hazaña.
Y es que nunca he sido puntual con mi generación. De hecho, sigo vivo cuando muchos
de mi quinta ya se han largado al “otro barrio”.
>Mi vida empezó a fraguarse un mes de septiembre
de 1928, cuando nació mi padre.
>Si lo piensas bien, ni la Historia tiene sentido
ni la Humanidad, futuro. Si no desaparece antes el planeta por esas colisiones
cósmicas del metabolismo universal, nosotros mismos nos destruiremos tarde o
temprano. No es ninguna novedad: esto ya lo habían deducido todas las
filosofías desde hace siglos. Aunque sigamos aquí.
>Dios no es una realidad, es un concepto o, si se
quiere, un consuelo. Pero sobre él se ha erigido toda una estructura humana de
poder para “reinar”, precisamente, en este mundo, y no en el más allá. Es lo
que conocemos como religión. Y son tan humanas que incluso ha habido guerras
entre ellas, sin que intervenga ninguna deidad a poner orden.
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