lunes, 2 de marzo de 2020

Trato con el lector


Hagamos un trato. Se trata de una oferta de acuerdo tácito que inconscientemente ya hemos establecido: yo hago como que escribo para usted, amigo lector, y usted hace como que lee algo destinado sólo para usted. Es decir, que nuestra relación aleatoria sea única y personal. ¿Qué ganamos con ello? Simplemente, motivos para que los dos sigamos unidos por este vínculo inmaterial del autor con el lector, pero sumamente sólido como para obligarnos a ambos. A mí me obliga a escribir y a usted, leer. Es un trato inofensivo que da sentido a la dedicación de escribir y de leer. Un convenio de intenciones, tanto auctoris como lectoris, que dota de significados a todo texto difundido, como describiera la Semiología. Intenciones diversas -y, a veces, no coincidentes- que derivan del texto a la hora de interpretarlo, en un ejercicio de intertextualidad realmente sugerente y enriquecedor. Ello es lo que empuja algunas personas a ser escritoras o, cuando menos, pretenderlo, y a otras, leer lo que otros escriben. Sin esa especie de consenso, no existiría la literatura ni toda la industria del libro. Ni siquiera sería viable el invento de los blogs, como este sobre el que ahora reposa su vista, tal vez sin proponérselo.

El trato que le propongo, en realidad, es falso. Porque la verdad es que la escritura es un arcano que, las más de las veces, nos lleva a escribir para uno mismo y a leer para reforzar las propias opiniones con argumentos de una supuesta autoridad: la que el lector concede al autor de un texto que le atrapa o con el que se identifica. Ni yo escribo para usted, ni usted lee porque crea que escribo para usted, ni siquiera por afinidad a sus gustos o expectativas. Mas bien son actitudes, escribir y leer, que no tienen más finalidad que satisfacer un deseo o, a lo sumo, un mero capricho: el de escribir por no saber hacer otra cosa, y leer por no tener otra cosa mejor que hacer. O no. Pero desde que apareció la escritura como forma de comunicación, no existe vínculo más firme que el del autor y el lector. Entre otros motivos, porque escribir para nadie es un sinsentido si no media un lector que lee para comprender lo que le comunican, a pesar de la discrepancia inevitable entre lo que se pretende decir y lo que se pueda interpretar, máxime si las palabras apenas pueden mostrar fielmente lo uno y lo otro. Por tal razón, le formulo este trato: yo hago que escribo para usted y usted hace que lee como si lo escrito estuviera destinado exclusivamente para usted, tanto si lo asume como si lo rechaza o discrepa. Sin más condiciones. ¿Está de acuerdo?

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