jueves, 12 de marzo de 2020

¡Pandemia!


La epidemia que arrancó en China por un virus nuevo sumamente infeccioso ya ha causado contagios masivos en numerosos países del mundo. Ya se ha convertido en una pandemia, aunque hubiera una cierta resistencia a declararla así por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Se trata de la primera pandemia que conocemos en pleno siglo XXI, después de haber prácticamente erradicado, al menos controlado, las que hace décadas desataron también miedo y alarma entre la población, como la viruela, el sarampión o el SIDA. Actualmente es un coronavirus que causa patologías respiratorias, más benignas que letales, salvo en personas de edad avanzada con enfermedades previas que pueden verse agravadas hasta desencadenar la muerte, lo que mantiene en vilo a gobiernos y autoridades sanitarias de medio planeta, no por su patogenicidad, sino por la capacidad exponencial de propagación que tiene para transmitirse. Es un virus extraordinariamente infeccioso y bastaría el simple contacto físico o la exposición a las microgotitas que se expulsan al hablar y respirar (gotas de Flugge de saliva o moco) de una persona portadora para contagiarse.

Esa multiplicación de contagios en la población es lo que provoca las alarmas, debido a los trastornos en la actividad rutinaria a que se ven sometidos los países con brotes epidémicos (cierre de colegios, aislamiento de trabajadores, colapso de hospitales, prohibición de movimientos a, o desde, zonas afectadas, obligación de guardar cuarentena a los expuestos o portadores de la infección, suspensión de todo tipo de aglomeraciones deportivas, festivas, religiosas, empresariales, artísticas, culturales, etc., y la consiguiente desaceleración económica que todo ello desencadena y la interrupción de los flujos comerciales de manera global.

Si a ello se añade la propensión a la histeria de amplias capas de la población, más por exceso de información que por desconfianza y temor justificados, que rápidamente hace acopio de alimentos y exagera las medidas preventivas o de higiene (mascarillas, geles desinfectantes, etc.), no resulta extraño que la parálisis o la sobreactuación hagan mella en la sociedad. Y si, para el colmo, la situación de emergencia es utilizada para la confrontación política y la erosión del gobierno por parte de quienes están dispuestos a obtener réditos electorales de cualquier contingencia, por grave que sea, tenemos el panorama perfecto para desencadenar algo parecido al caos en el comportamiento de ciudadanos suspicaces o ingenuos y en la cadena de relaciones que caracteriza a cualquier sociedad. A punto estamos, pues, de salir corriendo para protegernos de una pandemia que, para los catastrofistas, es peor que la peste negra. ¡Prepárese!     

No hay comentarios: